å

CRÍTICA

'Moonrise Kingdom', Wes Anderson al rescate del primer amor

El irreverente director dota de su particular estilo al tierno romance de dos preadolescentes huidos con aroma a la Nouvelle Vague francesa.

Por Hugo Rosales 17 de Junio 2012 | 10:00

Comparte:

Ver comentarios (7)

Wes Anderson, director de títulos como 'Los Tenenbaums', 'Life aquatic' o 'Fantástico Sr. Fox', es dueño de un universo muy personal que ha expandido con el paso de los años y que puede no conjugar con los gustos de cierta parte del público. Su nuevo film, 'Moonrise Kingdom', llega este fin de semana a la cartelera española tras su buen recibimiento en el último Festival de Cine de Cannes en calidad de película de inaguración. Una propuesta que aglutina buena parte de sus señas de identidad con ecos a la nueva ola del cine francés y las novelas de Enid Blyton.

Moonrise Kingdom

Retroceso a nuestra infancia

'Moonrise Kingdom' narra la historia de amor de dos preadolescentes: Sam Shakusky, experimentado explorador en los scout con ciertos problemas de convivencia con sus compañeros de pelotón, y Suzy Bishop, una niña complicada que vive incomprendida en el seno del desastroso matrimonio que forman sus padres; fugados de la pequeña isla de la costa de Nueva Inglaterra en la que habitan a finales del verano del año 1965. Una huida que desata la alarma en la recluida población local y da entrada a una inclasificable galería de personajes que se aliarán en su busca.

La película evoca a los recuerdos de la infancia, a las tardes de juego con los amigos, las acampadas, el afán exploratorio, las sesiones de biblioteca dejando volar nuestra imaginación al servicio de las historias de personajes como Los Cinco o Los Siete Secretos; bocadillo en mano, a falta del ya icónico pastel de carne con su correspondiente zumo de zarzaparrilla. Pero, sobre todo, a los sentimientos e inquietudes del primer amor para que el director haga gala de su habitual tono naif y se adentre en esa especie de relación prohibida presente en muchas de sus películas.

Moonrise Kingdom

Al estilo Wes Anderson

El principal valor de la película, o el mayor lastre según el público al que se mire, es el arrebatador, propio e irrenunciable estilo de Anderson: una bocanada de aire fresco para sus acólitos y una pose tremendamente cargante para sus detractores. El director vuelve a sorprender con su fascinante estética, un universo visual que en esta ocasión carga con fotografía gastada y amarilllenta a la sazón de un libro juvenil de aventuras raído y acompasado con esos temas indie tan característicos en su filmografía, excepto cuando se quiere poner melancólico y en un chocante contraste nos carga con tonos rojizos algunas escenas íntimas de los jovenes protagonistas. Tanto como optar por un montaje agresivo, con forzadas elipsis entre planos, para una técnica llena de característicos planos secuencia en los que explota su imaginería visual y esa maquetería que tanto le gusta. Buen ejemplo es la escena introductoria, en la que va mostrando las instancias de la casa de Suzy, para luego repetir esquema en un ambiente tan opuesto como el campamento de scouts en el que convive Sam.

'Moonrise Kingdom' bebe mucho del cine de la Nouvelle Vague, de directores como François Truffaut o Jacques Demy, como se puede detectar en los temas que maneja la cinta o los vestuarios de los personajes de la misma; personajes que algunos quizás encuentren desaprovechados puesto que la historia se va decantando por las vivencias de la pareja protagonista. Apréciese ello o no, la película quizá no sea la mejor opción para los fans de Bruce Willis, con un policía muy alejado del arquetipo que acostumbra a interpretar, y más adecuada para los seguidores de Bill Murray, en su actitud de pasota llevada al nivel máximo, si eso es posible. Es el universo Wes Anderson, o lo tomas o lo dejas, solo a él podría ocurrírsele poner a un habitante de la zona aparentemente intrascendente como narrador de la historia para un espectador que si se deja llevar podrá disfrutar de una agradable tragicomedia con muchos detalles en su interior.

Rostros