å

PRECRÍTICA

'Pozos de ambición', cine con mayúsculas

Junto a 'No es país para viejos', 'Pozos de ambición' es la película que opta a más estatuillas este año, y no en balde.

Por Óscar Martínez 14 de Febrero 2008 | 17:24

Comparte:

Ver comentarios (2)

Dirigida por Paul Thomas anderson y protagonizada por Daniel Day-Lewis, Paul Dano, Kevin J. O'Connor, Ciarán Hinds y Russell Harvard, 'There will be blood', traducida aquí -esta vez sí que se han quedado a gusto- como 'Pozos de ambición', está nominada a ocho Óscars y ya tiene en su poder un Globo de Oro.

Basada en la novela 'Oil!' de Upton Sinclair, la película es una historia épica sobre la familia, la fe, el poder y el petróleo, que transcurre en la frontera de California a finales del siglo XIX. Pozos de ambición es una crónica de la vida y la época de Daniel Plainview, que pasa de ser un minero miserable que tiene que sacar adelante a un hijo solo, a un magnate del petróleo. Un día a Plainview le llega un misterioso soplo sobre una ciudad al oeste donde un mar de petróleo rezuma hacia el exterior, y allí se dirige con su hijo H.W. para probar suerte en la polvorienta Little Boston. En esta ciudad mísera, donde la única diversión posible gira en torno a la iglesia que dirige el carismático predicador Eli Sunday, Plainview y H.W. dan su golpe de suerte. Pero ahora que la fortuna empieza a sonreírles, nada volverá a ser igual: surgen los conflictos y todos los valores humanos –amor, esperanza, comunidad, fe, ambición e incluso los lazos entre padre e hijo– son expuestos a la corrupción, la decepción y al flujo del petróleo.

Señor@s, tenemos ante nosotros el título que debería llevarse el Óscar a la Mejor Película y al Mejor Actor con diferencia, con perdón de esa otra genialidad de los hermanos Coen. Y es que 'Pozos de ambición' es CINE con mayúsculas.

Reminiscencias Kubrickianas

Paul Thomas Anderson nos trae una mastodóntica producción de 158 minutos para lucimiento absoluto de Daniel Day-Lewis. Con una fotografía austera aunque repleta de bellas y áridas panorámicas y con una trama que podría recordarnos a una suerte de Gigante oscuro, 'Pozos de ambición' narra la degradación del ser humano a través del poder, y lo hace de un modo doblemente meritorio: en primer lugar, porque nos muestra dicha corrupción del alma a través de varios personajes que evolucionan a la par, y en segundo lugar porque logra que, al igual que los propios protagonistas, el espectador no se percate de las fatales consecuencias de dicha degradación hasta que ya es demasiado tarde.

Realizada y estructurada a modo de biografía, 'Pozos de ambición' nos ofrece una involución espiritual inversamente proporcional a la evolución social, como decía, plasmada tanto en el personaje de Daniel Plainview como en el del joven reverendo de la Iglesia del Tercer Día Eli Sunday, cuyas diferentes fricciones a lo largo de décadas son sin duda lo mejor de la película. De este modo, Pozos de ambición se erige como un cruel retrato de la codicia humana, un desgarrador lienzo de todas las lacras humanas enmarcado en la extremadamente puritana sociedad de los Estados Unidos de principios de siglo.

Pero, si hay otra cosa que merece destacarse de 'Pozos de ambición' aparte de su apasionante aunque densa historia y de la que, para un servidor, es la mejor interpretación de Daniel Day-Lewis hasta la fecha, es la atmósfera kubrickiana que impregna a toda la película de Paul Thomas Anderson: desde la textura de su fotografía hasta su estridente y perturbadora banda sonora, pasando por su poco ortodoxa secuencia final.

En fin, para un servidor, una pequeña maravilla con regusto a clásico.