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CLUB DE CINE

'La cortina de humo', política convertida en espectáculo

Robert De Niro es un consejero que debe salvar la imagen del presidente tras ser acusado de acoso sexual. Su solución: inventar una guerra ficticia.

Por 6 de Noviembre 2012 | 09:08

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Ya estamos en plenas elecciones estadounidenses y queda muy poquito para que descubramos cómo acaba el enfrentamiento entre Obama y Romney. Por ello, en eCartelera no hemos sabido encontrar mejor momento para dedicar nuestro Club de cine a dos cintas centradas en eso mismo: la política americana. El jueves será el turno de 'J.F.K. (Caso abierto)', mientras hoy hablaremos de un film mucho más desenfadado: 'La cortina de humo'.

Creando una guerra

Esta cinta de Barry Levinson es realmente curiosa; la fotografía es más bien feota, la dirección no destaca en absolutamente nada y la trama se desenvuelve con tanta rotundidad que no deja lugar a sorpresas. Y, sin embargo, es divertidísima. Es uno de esos filmes que no llevan ninguna capa debajo, son completamente directos y, gracias a ello, el visionado es tan ligero que es imposible no pasarlo bien con su interesante propuesta.

Anne Heche y Robert De Niro en 'La cortina de humo'

Faltan pocos días para las elecciones y el presidente de los EEUU es acusado de acoso sexual por nada menos que una menor. El impacto mediático que surge a raíz de dichas acusaciones parece algo imposible de parar, pero la Casa Blanca tiene un as en la manga: Conrad Brean, un misterioso consejero, interpretado por Robert De Niro, que ni siquiera tiene interés en saber si dichas acusaciones son falsas. La película ni lo confirma ni lo desmiente en ningún momento, pues eso no le interesa: para el público lo importante es lo que ve en la televisión, no si en realidad pasó.

Y de lo que el público está siendo espectador en ese momento es malo, malísimo para la reputación del presidente. De Niro se propone cambiar esa imagen con una idea tan disparatada como comprensible: crear una guerra ficticia que ponga la balanza de su lado. Para ello pide la ayuda de Stanley Motss, un productor de Hollywood al que da vida un magnífico Dustin Hoffman, que incluso llegó a ser nominado al Oscar por este papel.

'La cortina de humo' se centra, durante todo su metraje, en cómo De Niro y Hoffman preparan sus planes como una gran producción cinematográfica. La diversión está servida, pues la película va al grano; no vemos cómo el público reacciona, sabemos por rápidos diálogos si todo está yendo como debería y ni siquiera hay lugar para debates morales: los personajes ni se lo plantean. Se podría acusar a los protagonistas de maniqueísmo, pues todos son unos egoístas que no se arrepienten de lo que supone para la democracia la manipulación que están ejerciendo con su producción; pero lo cierto es que nos encontramos ante unos individuos que están ahí, solucionando un conflicto de tal magnitud, precisamente por cómo son. Cualquier otro tipo de profundidad hubiese parecido incoherente y, probablemente, alejaría a la película de su tono ameno y de fácil digestión.

Anne Heche y Dustin Hoffman en 'La cortina de humo'

Lo creíble dentro de lo engrandecido

Pese a que la película se mueve muy bien por una historia exagerada al máximo, también bordea la línea de lo terroríficamente plausible. Se dibuja a un público atontado por los medios de comunicación, que es influenciado con más fuerza mientras más espectaculares son las imágenes a las que asiste. Así, mientras mejor prepara su plan Hoffman, más fácilmente son convencidos los espectadores. Una reflexión escalofriante que 'La cortina de humo' tiene el mérito de convertir en divertida.