Hubo un tiempo en el que cine fantástico no precisaba del melodrama para poder llegar a la gran pantalla y viceversa. Los géneros estaban bien definidos y el público iba al cine sabiendo lo que se iba a encontrar, independientemente de que se hubiera leído un libro o no. Pero las cosas han cambiado, y una gran parte de los espectadores quiere ver en una misma entrada un poquito de todo; un rico combinado compuesto por una gran cantidad de elementos que pueda satisfacer a todo tipo de público. Al menos, así se aseguran que siempre habrá algo que te acabará interesando.
Que conste que no tengo nada en contra de la hibridación de géneros, siempre y cuando se sepa hacer. 'Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso' es en esencia un pastiche en el que en ningún momento se profundiza en absolutamente nada. Simplemente la acción se va sucediendo sin concierto entre secuencias de luchas y un drama romántico propio del peor folletín. La historia avanza a trompicones, sin ningún tipo de cohesión entre lo que estamos viendo; como si fuera una parada obligatoria haberse acercado antes a la obra de Cassandra Clare.
La superproducción cumple con todos los encorsetamientos que se han autoimpuesto los estudios en la última década a la hora de adaptar una saga literaria adolescente de éxito. Un reparto no muy conocido, unos correctos efectos especiales, una duración cercana a las dos horas y lo más importante de todo, una intensa campaña de marketing que garantice que el manipulable target objetivo acuda en masa a la sala más cercana.
'Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso' no es más que eso, un trámite necesario para la creación de una franquicia. Sus responsables no tienen ningún interés en lo que se está contando, con tal de que al final del proceso se pueda repetir de nuevo la jugada con una nueva entrega.
Buenas escenas de acción y un correcto diseño de producción
Aun así, hay diferentes aspectos que evitan que la película se convierta en un desastre monumental. Harald Zwart demuestra tener una muy buena mano para las escenas de acción (para el que esto escribe, lo mejor de la cinta), mientras que la ambientación, la música, el diseño de producción y los efectos especiales cumplen con aquello que se podría esperar de un producto de holgado presupuesto.
Lily Collins, Jamie Campbell Bower y Robert Sheehan hacen lo que pueden con sus arquetípicos personajes, mientras que el resto del reparto tienen un papel meramente anecdótico, por lo que sus ausencias no afectarían de ningún modo al resultado final. Caso alarmante es el del principal villano, interpretado por Jonathan Rhys Meyers, un personaje ausente gran parte del metraje y que no es más que un esbozo, un ente que no provoca ningún temor y del que se da una idea muy pobre de las motivaciones de sus actos.
En definitiva, una película solo para seguidores de la saga original y que muestra una vez más, las pocas ganas que se pone por elaborar un producto digno cuando una marca ya ha demostrado su rentabilidad en otro formato.
