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CRÍTICA

'9 meses... ¡de condena!': cuando tu plan de vida te da la espalda

Llega a la taquilla española uno de las comedias con más éxito del pasado 2013 en Francia. Albert Dupontel afronta desde la comedia temas tan de actualidad como el aborto o la condena mediática.

Por Ángela del Caz 12 de Abril 2014 | 09:00

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Llega a la taquilla española una de las películas que más recaudación está obteniendo en Francia en los últimos meses. Ahora, tras ganar dos Premios César 2014 (Mejor guion original y Mejor actriz), Albert Dupontel llega a nuestros cines con su última y exitosa comedia, '9 meses... ¡de condena!'.

Aunque como actor prefiere el drama, cuando se pone detrás de las cámaras Dupontel apuesta -y hasta el momento con mucho acierto- por la comedia. La risa es una de las mejores cosas que se pueden escuchar en una sala de cine y, sin duda, habrá mucho de eso con esta película.

9 meses... ¡de condena!

Inspirándose en el documental sobre el sistema judicial francés '10ème chambre' de Raymond Depardon, el galo juega con mucha gracia con temas tan de actualidad -y con tanta controversia en España a día de hoy- como el aborto o las condenas mediáticas antes de que el Juez ofrezca el veredicto final.

Todo ello en un filme que cuenta la historia de Ariane Felder (Sandrine Kiberlain), una jueza cuarentona, asexual, rígida, introvertida, antisocial y que vive por y para el trabajo. Llueva, nieve, haga frío o calor, la magistrada siempre está en su despacho resolviendo los casos que se le presentan y con un guion de vida claro: nada de hombres ni, mucho menos, de hijos.

Justicia y crimen, bajo el mismo techo

La trama gira cuando descubre que está embarazada -gestación que se produce durante una noche de fiesta loca con sus compañeros- y el padre de la criatura es Bob Dolan (interpretado por el propio Dupontel), un criminal que va a ser juzgado por una terrible agresión.

Entonces la jueza Felder tendrá que empezar a pensar en cómo va a afrontar esta nueva situación, que si sale a la luz echará por tierra su reputación, encima con el 'culpable' de su estado metido en casa. Ahí empezarán a sucederse una serie de disparatadas escenas; entre ellas, un intento de cortar por lo sano lanzándose 'al vacío' desde una mesa, un graciosísimo traductor al lenguaje de signos de un telediario o la aparición de un nuevo delito, la 'globofagia' (consistente en comerse lo globos oculares de la víctima).