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CRÍTICA

'El viento se levanta': Un final de altos vuelos para el genial Miyazaki

El maestro de la animación japonesa presenta la que puede ser su última obra, una historia adulta con múltiples lecturas y gran animación.

Por Carlos Manuel Hernández Fernández 22 de Abril 2014 | 10:25

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Es una pena enfrentarse a una crítica como la de 'El viento se levanta', la llamada última obra firmada por el genio de la animación Hayao Miyazaki. Por un lado, porque es punto y final a una magnífica carrera en el cine de animación japonés, donde ha llevado la imaginación, el diseño y el contenido del cine asiático a un paso más a delante, además de abrir a Occidente una cultura tan rica como la que destila el país nipón. Por otro lado, y tras acabar de visualizar el filme, uno se da cuenta que ha contemplado una de las cintas más maduras del cineasta, tanto en contenido como en el modo de contarlo, además de crear una historia con múltiples capas, cuyo mensaje, en muchas partes onírico y poético, puede ser interpretado de muchas maneras según los ojos que lo vean. Así es Miyazaki, y así es esa joya de la animación llamada 'El viento se levanta'.

'El viento se levanta': Un final de altos vuelos para el genial Miyazaki

El filme narra la historia de Jiro Horikoshi, el hombre que diseñó varios de los cazas japoneses durante la Segunda Guerra Mundial y cómo su trabajo choca frontalmente con su espíritu sensible y apasionado por la aviación. Todo ello transcurre también con el trasfondo de una emocionante historia de amor que le mantuvo al lado de su mujer en los peores momentos de sus vidas. Este largometraje, por lo tanto, está basado en un personaje real y un marco histórico en particular, dándole el atractivo de vivir un pedacito de historia poco conocida por los occidentales. Eso sí, aunque esté basado en un evento real, toda la magia del Studio Ghibli estará a disposición de la historia, siendo especialmente visible en los sueños de su protagonista, todo un festival de simbología y esperanzas ocultas donde el imaginario de Miyazaki vuelve a brillar con luz propia.

Algo tienen los personajes de 'El viento se levanta' que hacen que nos familiaricemos con ellos muy pronto, casi como si ya les conociéramos de antes. En esta ocasión, y gracias al viaje que tendrá su protagonista a lo largo de varios años en la historia, seremos testigos de las dudas y pruebas que le pondrá la vida, y poco a poco iremos entrando en la dinámica de sueños, chascos, enamoramiento y dilemas a los que se irá enfrentando, de manera muy lógica y pausada, sin dar grandes saltos sin explicación, y eso sí, hilando fino todo lo que le va ocurriendo en pantalla. Es también uno de los personajes más humanos y realistas que recuerdo en la obra de Miyazaki, y por momentos dará muestra de cierto egoísmo, incluso de crueldad, que pese a que ningún momento es palpable en pantalla, sí que deja ese aura en el ambiente, como si fuera la maldición con la que tiene que cargar por ser humano.

Sin querer desvelar mucho más sobre los personajes que irán yendo y viniendo en la historia, comentar solamente que todos ellos han sido hechos con un especial mimo, y sin ser tan icónicos como en otras de las producciones del estudio como 'El viaje de Chihiro' o 'El castillo ambulante', en esta ocasión todo es mucho más terrenal, más cercano a un cine de animación más realista que al que nos tiene acostumbrados Miyazaki. Eso sí, también hay hueco para unas escenas de sueño en las que el director hará gala de toda su creatividad para crear un espectáculo que varía entre lo hermoso y lo esperanzador, hasta lo premonitorio y oscuro, viéndose aquí algunas de las vertientes más adultas que tiene la cinta, ya que pese a que todo pueda ser colorido y, a simple vista, bien intencionado, hay algunos tramos del metraje donde pese a la escaleta de colores, se respira un gris en toda la escena que hace que uno se sobrecoja, y esta es una experiencia que aquel que sepa meterse de lleno en la historia, sabrá agradecer.

La animación vuelve a ser marca de la casa, más depurada con el paso de los años en cuanto a movimiento y puesta en escena, destacando sobre todo el uso de la luz en algunos momentos de amaneceres o atardeceres, y todo el detalle en los aeroplanos que iremos visitando a lo largo de la historia. Es en el diseño de la maquinaria, movimiento, acabado y presentación de los aviones donde puede verse el mimo con el que se ha tratado el largometraje, no queriendo quedarse en la superficie y preparando una película que seguro tendrá un valor añadido para todos aquellos amantes de la aerodinámica, ya que todo en ella es un homenaje a los enamorados por volar, por el cielo y el perseguir sus sueños.

'El viento se levanta': Un final de altos vuelos para el genial Miyazaki

Un apartado que igual pudiera haberse pulido más, es el tema del paso del tiempo de los personajes, los cuales llega un punto en el que queda estancada su imagen, y solo somos conscientes de que entre escena y escena han pasado cinco años cuando algún secundario da pie a que el protagonista u otro personaje digan que ha pasado tanto tiempo. Por un lado, es asumible que esto sea así por la estética de la película, pero en ocasiones puede resultar algo lioso en cuanto a la cronología de la historia al no saber de manera física en los personajes, ya sea por arrugas o cambio de peinado, que ha pasado un tiempo importante en la historia. Este detalle tampoco ensombrece la calidad general del filme, pero para quién desconecte en algún tramo de él, puede verse algo perdido.

Como comentaba en un comienzo, son las lecturas que se le puede dar a la historia lo que en realidad guarda la magia de esta producción. Se habla de los sueños, también de los fracasos, de las esperanza, también de la angustia, de la competitividad y la camaradería... Hay muchas capas en el filme, dando lugar a una obra que puede variar según los ojos que la vean, pero que sigue teniendo el encanto de saber llegar al espectador con imágenes poderosas y mucha poesía en algunas de sus escenas, con unos diálogos que invitan a la reflexión y hacen que esos personajes dibujados tengan más humanidad que muchos de los que vemos en carne y hueso. Si bien, el metraje pese a tener su ritmo, se antoja algo dilatado en exceso, y si bien no llego tampoco a decir que hayan escenas que sean especialmente de relleno, sí creo que podía haber contado la misma historia con su misma belleza y potencia, pero en media hora menos (el metraje en total dura 126 minutos).

El marco histórico que comprende la cinta también es una buena lección de historia, ya que pese a que haya alguno que está más sobrellevado que otros, el filme nos llevará a vivir de primera mano eventos como el terremoto de Kanto de 1923, los estragos de la Gran Depresión, la epidemia de tuberculosis que azotó Japón o el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y la entra del país en ella. Algunos de estos temas serán tratados con más o menos profundidad, pero gracias a ellos se va hilando una atmósfera que llena el espíritu del largometraje, aportándole más profundidad y en parte, cierto valor didáctico, algo para valorar para todo aquel que además de querer contemplar buen cine, quiere salir de él sabiendo un detalle sobre la historia nuevo.

'El viento se levanta': Un final de altos vuelos para el genial Miyazaki

Una obra de artesanía

En definitiva, nos encontramos con unas de las obras de Miyazaki más maduras de su filmografía, que usará elementos del drama con mucho acierto, creando también una atmósfera de angustia que realmente logra atrapar al espectador más atento, y que no por ello rompe el encanto de una película del Studio Ghibli. Es por ello que asistiremos a un espectáculo visual a la altura de cualquier obra del creador japonés, llegando a superar técnicamente a muchas, sobre todo en sus efectos de sol, textura de las nubes, movimiento y acabado, siendo una delicia para aquellos amantes de la obra de Miyazaki, y para el que no sea este tipo de cine el que más le atrae, en si cuenta una historia con los suficientes elementos para encandilar, en un biopic que hará las delicias de los que sepan ver más allá de los bonitos colores, y se atreva a vislumbrar el gris angustioso de algunos de los tramos de la historia.

Un mayor sentido de síntesis también habría ayudado a que el metraje ganara en ritmo, ya que hay momentos en los que todo tiende a estar algo estancado, y pese a lo que vemos en pantalla tiene su interés, también podía haber sido enfocado de una manera más ágil. El carácter simbólico que tiene la obra, la que pudiera ser la última que firma el genial Hayao Miyazaki, da más valor a este filme, aunque no le hubiera hecho falta tan elevado peso, ya que nos encontramos con una historia que tiene más de humanidad que muchas otras películas con actores de carne y hueso, y que será todo un placer explorar junto al protagonista, ese chico que tenía un sueño y cuyo viaje hasta hacerlo realidad es toda una fiesta para el cine.

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