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CRÍTICA

'Por un puñado de besos': Los jóvenes de la era Instagram

David Menkes dirige esta historia de amor, protagonizada por Ana de Armas y Martín Rivas, que se abraza con fuerza a todos los tópicos de la juventud de esta década.

Por Jesús Márquez 16 de Mayo 2014 | 10:55

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'Por un puñado de besos' es un producto. O no, quizás ni siquiera sea demasiado producto. No lo sé muy bien. A veces, da la impresión de que David Menkes pretende hacer una obra personal que, casualmente, coincide con todas las modas por las que hoy día pasan los jóvenes. Otras veces no parece casualidad. No uso el término producto como algo peyorativo, es solo que a simple vista es el término donde mejor puede encajar 'Por un puñado de besos'; pese a que existe la aparente contradicción de que lo que la convierte en producto es también lo que la convierte en una obra muy personal de Menkes.

Es su primera película como director en solitario. Y lo ha dado todo, de eso no me cabe ninguna duda. No se avergüenza de ser cómo es: define su estética, muy a su manera, y una vez definida va a por todas con ella; incluso aunque su estética sea caótica y por sí misma no acabe de significar nada. Es ahí donde entra esa aparente contradicción: esta estética que define Menkes es también la viva definición de un tipo de público joven concreto; aquel que retuitea frases "filosóficas" en Twitter y le da Me gusta a fotos de paisajes con pasajes gigantes en Facebook y, sin embargo, no parece fingido. No son pocas las veces que parece que Menkes sienta lo que dice, pese a que lo que dice sea muy ingenuo e inocente, hasta niveles que rozan la comedia involuntaria.

Por un puñado de besos

Un poco de besos

Como apunte, soy un total ignorante de la obra de Jordi Sierra i Fabra y no he leído 'Un poco de abril, algo de mayo, todo septiembre', en la que se basa 'Por un puñado de besos', por lo que no sé qué cuánto se parece lo que cuenta una y otra. La película, eso sí, trata la historia de Sol y Dani, quienes tienen una primera cita después de que el último de ellos viera un anuncio en la prensa de la primera. El filme, e incluso la sinopsis oficial, esconden la razón por la que ésta escribió ese anuncio. Aviso, por tanto, de destripe muy menor a partir de aquí, pese a que probablemente no afecte negativamente a la experencia de ver la película.

Sol es seropositiva. Contrajo el VIH de su anterior novio, quien no sabía que tenía el virus. Pese a que la película trata cuestiones como el periodismo con un desconocimiento y una frivolización extremas, en el caso de la enfermedad se le debe conceder que no entra en ningún tipo de terreno ofensivo: hay respeto y cierto estudio sobre el tema. No ocurre así, como he mencionado, con la mayoría de asuntos que 'Por un puñado de besos' trata, pero concedámosle eso. De hecho, Jan Cornet interpreta el papel del antiguo novio de Sol y su trama es probablemente la única sección donde se pueden ver más de dos o tres minutos de película sin diálogos que nos lleven las manos a la frente, quizás porque apenas dura esos dos o tres minutos.

Por un puñado de besos

La trama se complica por culpa de Dani, quien esconde un secreto, y por ahí se empieza a romper la película - o se empieza a romper del todo -. El primer tercio funciona fatal: gran parte de la química de la primera cita ocurre fuera de pantalla, por lo que no acabamos de entenderla; la excentricidad y vitalismo de Sol consiste en que sus diálogos sean todos trascendentales y acerca de su ilusión por la vida, lo que obviamente satura y pronto empieza a caer en el ridículo; y lo que no sabemos de ambos protagonistas, el seropositivo por parte de Sol porque la película lo oculta bastantes minutos y el secreto de Dani, confunden al espectador: seguimos la trama por la curiosidad, no porque entendamos la motivación de los personajes. Sin embargo, en cuanto el guion necesita tratar una trama que lleva desarrollando más de 20 minutos se hace un lío aún más grande, lo que convierte el segundo y tercer tercio en un verdadero espectáculo.

Visualmente, todo hay que decirlo, no es un desastre, por lo que cuando 'Por un puñado de besos' empieza con sus planos Instagram - en espíritu, no en aspecto literal - se le otorga margen porque aún no sabemos que toda la película va a ser así: que lo que ocurre en el primer tercio, argumentativa y estéticamente hablando, vuelve a aparecer en los dos siguientes con el doble de fuerza. Y ahí nos agotamos de su ingenuidad, o quizás la abrazamos con más ahínco solo para disfrutar de la película desde una perspectiva menos seria.

Por un puñado de besos

Insisto mucho en la ingenuidad de la película. No quiero que confundáis mi crítica a su inocencia con una crítica a su mensaje vitalista, porque son dos asuntos brutalmente diferentes. Uno lleva a la película a creer que puedes justificar todas las resoluciones de tramas con cientos de deus ex machinas y el otro le da fuerzas a su protagonista para anteponerse ante un problema sin aparente solución. No obstante, es precisamente su inocencia la que hace que su mensaje vitalista no cuaje: lo que consigue que no acabemos de comprar prácticamente nada de lo que dice.

Pero, ¿y los jóvenes? ¿Aceptarán ellos la ingenuidad de 'Por un puñado de besos'? Quizás algunos jóvenes disfruten con lo que 'Por un puñado de besos' intenta proponerles. Por ejemplo, tras el pase de prensa en el Festival de Málaga de este año, donde se proyectó la película por primera vez, hubo estruendosos vítores irónicos por parte de los críticos; mientras que durante el pase de público las celebraciones fueron totalmente sinceras. Menkes ha recogido en una batidora todos los tópicos de lo que disfruta la juventud de hoy día y el tipo de película que quieren ver, y ha creado 'Por un puñado de besos'. Recalco creado, porque es un filme tan sincero que, pese a que veces se le vea el plumero, me cuesta creer que Menkes no crea realmente en todos esos tópicos, y eso revaloriza una película tanto para bien como para mal. No me ha gustado nada y estoy deseando volver a verla.