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CRÍTICA

'Yo, Frankenstein': No tiene vida este monstruo

Aaron Eckman interpreta al mítico personaje desde una visión más actual, pero sin el alma que merece ni la intención de dársela, en una película de acción sin pena ni gloria.

Por Carlos Manuel Hernández Fernández 20 de Junio 2014 | 09:00

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Frankenstein es uno de los monstruos de más emblemáticos de la historia de la ficción, y son muchas sus andanzas por la gran pantalla, pero debido al cambio generacional y el rumbo que ha marcado Hollywood en los últimos años de hacer adaptaciones de cómics y resucitar viejas glorias, nos llega 'Yo, Frankenstein', una nueva interpretación del mito con Aaron Eckhart como protagonista. Uno de los puntos fuertes de la cinta es la estética que se le ha dado a todo lo que envuelve al protagonista y sus compañeros, pero eso no quita que una vez comienza su metraje, nada en ello sea lo suficientemente original o rompedor como para hacer del filme algo reseñable, y queda esa nube encima de nuestras cabezas que nos dice: "Todo esto ya lo he visto antes".

'Yo, Frankenstein': No tiene vida este monstruo

La historia se basa en la adaptación del cómic de Dark Storm pero ambientada en un presente distópico en el que hay una guerra entre ángeles y demonios, y en el que el Frankenstein es, por una vez, un héroe que se enfrenta con todo tipo de monstruos: Vampiros, Hombres Lobo y Fantasmas. Su naturaleza, una creación con vida hecha por un ser humano y no por un poder superior hará que todos quieran saber el cómo ha sido posible tal proeza, y se verá envuelto en una batalla a múltiples bandas para conocer la clave para dar vida a un ser fragmentado.

La labor actoral de Eckhart tiene sus más y sus menos, y pese a que le da cierta carisma a su personaje, se muestra también algo limitado en expresión ante la cámara, lo que hace que no se vea en él como le van afectando el paso de los acontecimientos, y su trabajo tenga más de resolutivo que de verdadera investigación del actor sobre su personaje y sus circunstancias.

Esta poca profundización en el personaje no solo es parte de Eckhart, sino que el resto de interpretaciones juegan a lo mismo y todo parece expuesto en primera plana, sin dobles fondos interesantes ni mucho trabajo en si, cómo si lo importante aquí fuera mostrar palmito y poner caras.

En cuanto a la historia narrada, por momentos consigue tener un ritmo e interés, pero algunos bandazos de su guión, proponiendo situaciones que no están justificadas y cambios en la actitud de los personajes secundarios que chocan con lo que han sido hasta ese punto, y luego no guarda relación con lo siguiente, hacen que no llegues a ver una línea definida en la personalidad de ninguno en particular, y todo ello sea tan ambiguo y poco profundo que simplemente haya un punto donde lo que importa no es la historia en si, sino más bien el envoltorio en el que está envuelta, y eso es una pena.

'Yo, Frankenstein': No tiene vida este monstruo

La estética no salva todo

En cuanto a este envoltorio, la verdad es que la cinta tiene algunos puntos estéticos muy interesantes, todo en su vertiente gótica y oscura, lo cual hace más llevadero todo el viaje que propone el largometraje, y si bien algunas escenas son impactantes desde este punto de vista, las propuestas de acción no dejan de ser demasiado resolutivas y con poco riesgo, con el tipo de batallas en las que sabes que el bueno no va a sufrir más de lo debido y que el malo, pese a ser un demonio de mil años en la tierra, muera a la primera de cambio de un golpe sin que toda su supuesta experiencia adquirida en la lucha haga su aparición.

En definitiva, nos encontramos con una producción que intenta llenar el espacio de cine de acción de verano, y que puede que tenga un cierto tirón estético y algún atractivo por volver a ver a un Frankenstein descafeinado en pantalla, pero que sinceramente, todo en ella se queda en la superficie de lo que podía haber sido, y unas interpretaciones con ningún interés en hacer algo reseñable hacen que ni siquiera el atractivo de su puesta en escena sea suficiente para enmascarar lo que hay: una cinta de acción al uso que no aporta nada nuevo, y lo que es más evidente, parece que nunca quiso buscarlo.