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CRÍTICA

'Corazones de acero': La Historia es violenta

Brad Pitt se mete en un espacio minúsculo con otros cuatro hombres para mostrarnos una Segunda Guerra Mundial sin muchos paños calientes.

Jesús Agudo
Por Jesús Agudo Más 8 de Enero 2015 | 10:00
El redactor más veterano de esta web. Palomitero y fan de que las series estrenen un capítulo por semana.

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Las películas bélicas más "mainstream" olvidan un rasgo importante a la hora de retratar una guerra: la violencia. A través de juegos de cámara o descaradas omisiones de disparos o bombardeos, estas cintas prefieren tirar por el patriotismo o las emociones antes que ser fieles a una realidad que tiene que ser cruda de base. David Ayer ha conseguido con 'Corazones de acero' representar de forma fiel este tipo de escenarios, sin esconderse detrás de ningún sentimentalismo, y a la vez abrir el espectro de este tipo de películas a un público más amplio.

Corazones de acero
Esta apertura se consigue, en gran medida, gracias a haber confiado en alguien como Brad Pitt la labor de ejercer de capitán al frente del reparto. El actor se convierte en esta ocasión en el sargento "Wardaddy", un hombre que lleva tres años combatiendo en la Segunda Guerra Mundial junto a los mismos hombres, un pequeño grupo de soldados encargados del Fury, uno de los tanques norteamericanos que pretenden hacer frente a los mucho más avanzados y punteros tanques alemanes. Es el ocaso de la guerra, pero todavía quedan batallas por librar, y para complicar todavía más la situación, se ve obligado a acoger a un joven mecanógrafo que no quiere estar ahí como sustituto de uno de sus hombres, abatido en combate.

Una vez más, Pitt se convierte en el padre de una de las familias más atípicas que ha tenido la oportunidad de encabezar. Cuatro hombres a sus órdenes en un espacio minúsculo, y a pesar de todo sigue consiguiendo dar una sensación de responsabilidad y calidez, su personaje, que debería estar harto del barro y la pólvora, sigue siendo capaz de dar compasión cuando hay que darla, o de enseñar duras lecciones a sus propios subordinados si su familia está en juego. Se crece con las escenas que comparte con Logan Lerman, el personaje más agradecido de la cinta, y al que se le ve una mayor curva de evolución. Ambos se compenetran perfectamente como padre e hijo, uno, negándose a darle por perdido desde el principio, y el otro, luchando por ganarse la aceptación de su padre. Lerman encarna la juventud, la inexperiencia, es la voz de los que fueron arrastrados al conflicto sin siquiera tener los ideales en la cabeza. Con él vemos cómo esa barrera se va rompiendo en pos de la supervivencia, propia y de sus compañeros.

Esta atípica familia se compone de otros tres miembros, cuyos personajes no son tan ricos en matices como los de Pitt y Lerman, pero que lo suplen con un gran talento. Shia LaBeouf es el encargado de manejar el cañón del tanque, un hombre religioso pero sin crisis de fe a la hora de aniquilar a los enemigos. Es palpable la inmersión del actor en el personaje, con tics a la hora de realizar ciertos gestos propios de alguien que llevara años haciendo lo mismo. Estará loco, pero no se puede negar su talento. Jon Bernthal es quien se encarga de la munición, es la otra mitad de LaBeouf. Aunque sea algo manido el hecho de que sea un hombre violento y con nulo porcentaje de fe en su interior, la interpretación de Bernthal hace que se coma la pantalla cada vez que sale. Lo mismo ocurre con Michael Peña, el conductor, con pocas escenas con él como protagonista, pero de sobra para comprobar que el talentazo que tiene. Donde más se lucen ellos tres, además de en el climax final, es en una escena en la que hacen una "cena familiar", en la que muestran el cansancio de llevar tres años en combate, y sacan a relucir lo más destacado de sus personajes.

Corazones de acero
Es una pena que esa escena precisamente, y casi todas las que no forman parte del segmento combativo, hagan que la película sufra un bajón rítmico considerable, además de demostrar que Ayer es más firme a la hora de dirigir una batalla que una escena emotiva. Por suerte, la balanza oscila mucho más hacia lo primero, pero la larga duración de la cinta, dos horas y media, pesa en unas cuantas ocasiones. Aunque sirva para mostrarnos que estos soldados no son máquinas de matar, les preferiremos en ese rol. Eso sí, en lo que a emoción se refiere, bien merece una mención la banda sonora de Steven Price ('Gravity'), una maravillosa composición que pone los pelos de punta y sabe sacarle el tono épico a cada plano y cada escena.

La violencia, de frente

En el campo de batalla, David Ayer se crece con coreografiados enfrentamientos en los que la adrenalina bombea a toda potencia. No se corta un pelo, y no duda en enseñar a lo largo de toda la película lo que supone un conflicto bélico, aunque sea mostrando violencia directamente y sin censura, que nos explote en la cara si es necesario. Para ello, los disparos son resaltados como si fueran haces de luz de dos colores, un bando y otro, para que veamos perfectamente hacia donde se dirigen las balas y comprobemos lo que es estar en medio de un enfrentamiento. Es el único rasgo estilístico que se permite el director, ya que el resto de la película está marcado por un realismo absoluto, no solo en los tanques (es la primera película que consigue un tanque Sherman real para el rodaje) sino en el vestuario o las armas. 'Corazones de acero' tiene muchos rasgos muy cuidados, y uno de ellos es el diseño de producción. También resulta original el centrarse en un tanque y su equipo, poco retratados en la gran pantalla, y todo un reto a la hora de rodar, del que Ayer sale airoso. Además, es muy destacable que muestren a un soldado latinoamericano, algo difícil de ver en el cine centrado en esta época, y fueron muchos los que participaron en el conflicto.

Aunque el guión no sea el más complejo, más bien tira al cliché en muchas ocasiones, la película consigue sobresalir en el cine bélico actual por sus altas dosis de realismo y lo épico de sus batallas. No está exenta de errores, y cuenta con un final que no convencerá a todo el mundo, pero lo que queda claro es que David Ayer ha entrado con mucha fuerza en este género, sabe ponerse en la piel de un soldado fatigado pero siempre dispuesto a entrar en acción, y sabe cómo hacer para dejarnos bien marcada la frase de la película "los ideales son pacíficos, la historia es violenta". A través de un grupo tan pequeño como son los tripulantes de un tanque presenciamos de primera mano lo que es una guerra, con pocas banderitas y trompetas.