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CRÍTICA

'Whiplash': Látigo de autodestrucción

Una película que desprende talento por todos los costados llega a las salas españolas el 16 de enero, un año después de estrenarse en el Festival de Sundance, en el que fue la absoluta vencedora.

Por Alejandro Rodera Herrero 15 de Enero 2015 | 11:24

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No surgen con mucha frecuencia, pero hay películas que son puro sentimiento, a las que no les sobra -ni les falta- ni un solo plano ni un fotograma de metraje. 'Whiplash' es uno de esos escasos ejemplos de cine que te hace sentir como Mia Wallace cuando recibía la inyección de adrenalina en 'Pulp Fiction'.

Miles Teller en 'Whiplash'

El director y guionista de la película, Damien Chazelle, nos cuenta la historia de Andrew Newman, un ambicioso joven que quiere llegar a lo más alto en el mundo del jazz. Para alcanzar esa meta practica hasta la saciedad en uno de los conservatorios más prestigiosos del país, pero sus límites se verán puestos a prueba cuando entra a formar parte de una de las bandas de la escuela, cuyo imprevisible instructor le llevará a superarse a base de un método de enseñanza totalmente abusivo. Este punto de partida, que para nada reinventa la historia del cine, evoluciona de tal forma que te sumerges plenamente en la trama que teje Chazelle. Desde el primer momento se nos muestra tanto el anhelo y la dedicación del joven como la relación explosiva que va a protagonizar toda la película, el duelo constante y nada redundante con el que Milles Teller y J.K. Simmons llevan la tensión a un nuevo nivel. Una intensidad equiparable a la vivida en escenarios tan icónicos del cine como la sala del jurado de '12 hombres sin piedad' o en la cabaña perdida en la selva vietnamita en la que Robert De Niro y Christopher Walken protagonizaron un juego de ruleta rusa más impactante que cualquier campo de batalla.

Porque Chazelle consigue que la guerra estalle en el aula de un conservatorio y que diferentes batallas se libren a lo largo de la película. Y Miles Teller logra algo realmente complicado, no ser absorbido por el contundente personaje del profesor, el joven actor aguanta con el peso del papel protagonista demostrando una vez más que ya no es una promesa, sino que ha llegado para quedarse. Con 'The Spectacular Now' y 'Rabbit Hole' ya hizo un trabajo encomiable y en 'Whiplash', Teller deja su mejor interpretación hasta la fecha. Un personaje que al tener su ambicioso sueño como único deseo se va desvinculando del mundo real hasta llegar a retraerse de todo aquello que no está relacionado con la música, no suena nada sencillo ser capaz de transmitir ese paso de querer algo a saber que puede estar en tus manos y dejar de lado todo lo que pueda suponer un impedimento para alcanzarlo. Mientras que la labor del personaje de Simmons es la de ser el detonante, es quien propicia ese cambio, que el anhelo tome forma y la punta de los dedos del joven batería rocen la excepcionalidad.

Miles Teller y J.K. Simmons en 'Whiplash'

La afirmación de que "good job" son las dos palabras más dañinas del lenguaje inglés definen al personaje de Simmons, que se convierte a la vez en la pesadilla y en el referente de Andrew. El joven tendrá que dejarse las manos y prácticamente la vida para conseguir satisfacer las exigencias del conductor de la banda. Esta forma de interpretar la superación a partir del esfuerzo extremo hace que 'Whiplash' rompa con el manido a más no poder cliché del sueño americano. Aquí no interviene la suerte, ni los deseos se cumplen solo por el hecho de suspirar por ellos como estamos acostumbrados a ver. En esta película la motivación llega de manera destructiva a la par que regeneradora. Esa motivación no es la de ser famoso o contentar a su profesor, es el impulso de querer ser el mejor, de formar parte de la historia, como aquellos músicos que provocaron que una inquietud surgiera en su interior. Ese deseo quemará poco a poco a Andrew, he ahí el potencial destructivo de esa fuerza, pero la energía desbocada que fluye por todo su cuerpo cada vez que toca la batería hará que deje atrás las cenizas del ayer y se vuelva a poner en pie. Esa dualidad entre la frustración del esfuerzo sin aparente recompensa y el placer de tener un talento que explotar, hacen que el personaje de Andrew no quede eclipsado por una figura tan aplastante como la de su instructor.

Pero sin duda el personaje de J.K. Simmons es de lo más memorable de la película. Es tan imprevisible que puede estar siendo la persona más amable durante un momento y al siguiente convertirse en la persona más aterradora. Aunque este personaje pueda pasar de un polo a otro de manera inmediata también hay escenas en las que se produce un crescendo en el profesor. El espectador puede observar a la perfección cómo la sangre empieza a hervir y va aumentando su intensidad, convirtiéndose en un verdadero huracán. Por lo que no estamos ante alguien bipolar, sino ante alguien cuyo mayor defecto y virtud es que no se conforma con la mediocridad, al igual que Andrew. Ese es el punto de encuentro entre ambos, lo que hará que se cree un vínculo entre ellos. El profesor se convierte en una figura terrorífica para los alumnos, pero para los espectadores, el humor cruel con el que Simmons profiere los insultos más variados que se puedan imaginar a sus pupilos crea un contraste que incluso provoca que nos riamos de esa humillación, como si fuéramos cómplices de esa abusiva actitud. Se saca lo peor del espectador para que no nos compadezcamos de la situación de los alumnos o de Andrew en concreto, para que lo vivamos todo desde el punto de vista del esfuerzo y no del sufrimiento.

Milles Teller en 'Whiplash'

Basada en hechos reales

Esta historia no parte de la nada, porque como su creador ha comentado, está inspirada en una experiencia propia. Que Chazelle sea músico podría no significar demasiado a la hora de rodar la película, ya que el hecho de que la historia sea autobiográfica no tiene por qué suponer que sea más interesante, pero en este caso hay un conjunto de elementos que hacen que 'Whiplash' sea apasionante y nada artificiosa. Aparte de las nociones musicales del director, hay que tener en cuenta que Simmons también tiene un pasado ligado con la música y que Teller toca la batería en la realidad. Por lo que aquí es todo como se nos muestra: J.K. Simmons conduce a una orquesta con músicos reales y Miles Teller toca las piezas de batería, hasta las más complicadas, aunque el montaje pueda colaborar con esto. Así se alcanza la naturalidad total y se comprende que con tan solo diecinueve días de rodaje se obtuviera un resultado tan excitante y cargado de vida. Aquí no hay polémicas al estilo de cuánto bailaba realmente Natalie Portman en 'Cisne negro', sino que lo que estamos viendo es lo que estaba sucediendo.

Ese talento artístico que transpiran tanto Miles Teller y J.K. Simmons como el cineasta Damien Chazelle, combinados con un montaje que realiza una labor indiscutible, hacen de 'Whiplash' una percusión de emociones que golpean en mi memoria desde que la vi hace dos meses.

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