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CRÍTICA

'Alien, el octavo pasajero': La claustrofobia del espacio

Con motivo del reestreno de la película de Ridley Scott recordamos el gran impacto que tuvo y que sigue teniendo en la actualidad. 'Alien, el octavo pasajero' regresará a los cines el 6 de febrero.

Por Alejandro Rodera Herrero 4 de Febrero 2015 | 11:09

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Han pasado décadas desde el estreno original de 'Alien, el octavo pasajero'. Lejano queda 1979 de la actualidad, pero el regreso del film a las salas de cine es la excusa perfecta para analizar esta película, considerada como una de las mejores de la historia del cine, y ahora podemos hacerlo juzgando la erosión y el desgaste que puede haber sufrido por el paso del tiempo.

 Imagen de 'Alien, el octavo pasajero'

El cine evoluciona ante nuestros ojos, pero normalmente no somos capaces de percibirlo en el instante en el que vemos esas películas que serán los nuevos referentes. Ahora mismo puede estar en cartelera una película que dentro de una década pueda ser considerada una obra maestra realmente influyente, pero el público y la crítica no siempre advierten esto. Al igual que los avances de la tecnología se van asimilando con una facilidad pasmosa. Si comparamos los efectos especiales de 'El amanecer del planeta de los simios' con los de 'El planeta de los simios' de Tim Burton, la diferencia es más que obvia, el desarrollo ha sido brutal en muy poco tiempo. Por lo tanto 36 años son una brecha muy extensa en esta evolución incesante. Pero hay que recordar que estos efectos tienen que ser una herramienta para potenciar una historia, no para eclipsarla, y precisamente la sobreestimulación es la que provoca que muchas veces no se valore como es debido a películas más antiguas. La espectacularidad a toda costa está tan arraigada al cine actual de la industria que cuando ves una película como 'Alien, el octavo pasajero', que no tenía tantos recursos a su alcance, o bien te deja frío o rompe con todos tus esquemas.

La nave Nostromo está regresando a la Tierra, pero tendrá que cambiar su rumbo cuando reciba señales de posible vida inteligente en un planeta recóndito. Uno de los siete integrantes del equipo será atacado por una criatura desconocida, que entrará en la nave y desatará el terror entre sus tripulantes. Para hacer justicia a un personaje vital en la película hay que decir que la tripulación tiene ocho componentes, ya que el gato Jones también juega un papel importante en ciertos momentos. Porque en esta película la intriga se crea a partir de todo, de absolutamente todo con lo que contó Ridley Scott para definir la atmósfera de esta atosigante historia. Siguiendo el orden que nos presenta la película, el primer elemento fundamental sería el contraste entre el espacio exterior y el interior de la Nostromo. Lo primero que nos muestra la película no son los personajes, sino la nave, es decir, el escenario aparentemente tranquilo en el que más tarde tendrá lugar una lucha sanguinaria por la supervivencia. Mientras que los planos del exterior reflejan la inconmensurable amplitud del espacio, además del aislamiento y la soledad de la nave entre tanto vacío, los del interior de la nave nos recluyen en ella como a sus personajes. Este contraste nos muestra que están solos contra todo lo que se tengan que enfrentar, y que ese conflicto tendrá lugar en el interior de la nave, ya que como dice el eslogan de la película: "En el espacio nadie te escuchará gritar"

 El reparto de 'Alien, el octavo pasajero'

Entre la tripulación es imposible no destacar a Ripley, el personaje interpretado por Sigourney Weaver, que comparte protagonismo con el resto de sus compañeros, pero que es la verdadera heroína. De hecho, un personaje femenino de tanto peso sigue siendo difícil de encontrar en el cine actual, por lo que el rol del Weaver sigue teniendo impacto. Aunque no todo sigue manteniendo la fuerza que podía tener en el momento de su estreno. El xenomorfo puede resultar muy rudimentario actualmente, ya que cuanto más tiempo permanece en pantalla menos feroz parece. Pero afortunadamente Scott empleó la técnica 'Tiburón' de mostrar poco al ser amenazante que acecha de manera implícita. La diferencia es que este alien no es como aquel tiburón, aquí la amenaza se nos presenta varias veces, dilatando el tiempo entre una aparición y otra, mientras que en el otro caso todo llevaba a ese clímax final. Precisamente esa dilatación pesa en ciertos momentos en el ritmo, ya que sabes que algo va a ocurrir cuando un personaje se queda solo, por lo que la espera resulta algo redundante. Por el otro lado, el no tener al alien en pantalla continuamente hace que la película no dependa tanto de los efectos sino de la tensión generada por la puesta en escena, que sí que no ha sido debilitada ni un ápice por el paso del tiempo, y de otros elementos como la iluminación y el sonido.

Salto al espacio

Varios realizadores han sobrepasado las fronteras de nuestro planeta y han querido plantear sus historias en el espacio exterior o incluso en galaxias salidas de su propia imaginación. Desde los mismos inicios del cine, cuando Méliès nos llevaba de viaje a la Luna, ha habido intentos de conquistar aquello que no podemos pisar con nuestros propios pies. El trabajo de Ridley Scott en 'Alien, el octavo pasajero' puede parecer muy diferente del de Kubrick en '2001: Una odisea del espacio' o el de Cuarón en 'Gravity', pero tienen algo en común: la integración de algo tan inabarcable como es el espacio exterior en unas narraciones que acaban resultando claustrofóbicas. El misterio que aporta lo desconocido es el motor de la película de Ridley Scott, y pocas cosas hay tan complejas e intrigantes como el vasto espacio del universo, en el que nuestro planeta queda reducido a un grano de arena el desierto.

Si 'Alien, el octavo pasajero' puede presumir de ser un paradigma del cine de terror y de ciencia ficción es por esa explotación de todos los recursos. Los destellos de luz sobre la oscuridad, los efectos de sonido, la estructura de la nave... Todo suma para lograr una efectividad innegable, que no solo se alimenta de una amenaza latente, sino que también muestra el terror de manera explícita si es necesario. Su presupuesto de 11 millones de dólares -de aquellos años- suena a broma para lo que se consiguió, demostrando que contar y mostrar bien una historia tiene mucho más valor que embellecerla para venderla mejor. Y la sentencia dictada por el tiempo será mucho más benévola con aquellas películas con verdadero significado.