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PRECRITICA

'Death Race', a toda leche

El director de 'Resident Evil' nos trae un entretenido remake con una sucinta crítica a nuestra sociedad.

Por Óscar Martínez 2 de Octubre 2008 | 22:49

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Dirigida por Paul W. S. Anderson, responsable de títulos como 'Resident Evil' o 'Alien vs Predator', y protagonizada por Jason Statham, Tyrese Gibson, Joan Allen, Ian McShane y Natalie Martinez entre otros, el próximo 3 de octubre llega a nuestras carteleras 'Death race (La carrera de la muerte)'.

Ambientada en un distópico 2012, la película nos muestra un mundo desolado por las guerras y la consecuente crisis económica, donde una extrema competición a muerte se ha erigido como opio para las enardecidas masas: la carrera de la muerte. En ella, ocho reclusos compiten en el circuito de la Terminal Island para obtener la libertad. Allí irá a parar el antiguo corredor Jensen Ames, a quien se le ha imputado de manera injusta el asesinato de su mujer para traerlo a la prisión y coaccionarlo a competir haciéndose pasar por el fallecido Frankenstein, el ídolo de este extremo deporte.

A toda leche

Remake del film de 1975 'Death Race 2000', protagonizado por David Carradine -quien al año siguiente repetiría con el mismo director en Cannoball!, un filme de concepción sospechosamente similar- y Sylvester Stallone, que llegó a nuestro país bajo el título de La carrera de la muerte del año 2000, 'Death race (La carrera de la muerte)' abandona en buena medida la psicotrópica crítica política del título original en beneficio del mero espectáculo. Así y todo, cabe decir que esta revisión a cargo de Paul W. S. Anderson resulta bastante entretenida, y ofrece al espectador lo que sin duda venía buscando al entrar en la sala: tipos duros, tías jamonas, muscle cars y muchos piños de por medio.

A diferencia de la película original, el director de 'Alien vs Predator' opta por ofrecer una lógica a su personaje principal, y es que cabe recordar que La carrera de la muerte del año 2000 se iniciaba directamente con la presentación de los competidores, y era a medida que avanzaba el film que, bajo esa adorable atmósfera que navegaba entre el pulp y el kitsch más bizarros, se nos ofrecía un entramado a raíz de la situación política del momento. Así pues, 'Death race (La carrera de la muerte)' navega entre títulos carcelarios como Encerrado, adopta estéticas más próximas al cyberpunk en la línea de Mad Max que de, por ejemplo, A todo gas, y reformula los preceptos del original a algo mucho más próximo a Perseguido, sustituyendo esa Norteamerica Reichiana y a ese déspota presidente deificado por una crisis económica e índices de audiencia.

De este modo, los protagonistas de 'Death race (La carrera de la muerte)' pasan de ser ídolos arios a la supuesta escoria de una sociedad hambrienta de emociones fuertes y que tan sólo es capaz de desinhibirse de la dura situación social a la que se enfrenta a través de un prime time radicalizado que se sustenta del mero morbo, al mismo tiempo que dichos elementos anónimos pasan a convertirse en héroes por un día de unas masas que ven en ellos la posibilidad de huir de su propia mediocridad, algo nada alejado, a fin de cuentas, de los reality show que alcanzan las más altas cotas de share hoy día en nuestras pantallas

Como era de esperar, dicha crítica sucinta a nuestra propia sociedad queda pertinentemente solapada por unos personajes risiblemente arquetípicos, diálogos monosilábicos, muchos tiros y algo de pechuga, amenizado todo ello con una banda sonora eminentemente industrial y unos efectos especiales que, si bien no destacan por su virtuosismo, sí resultan lo suficientemente solventes para las necesidades de la propia película.

De hecho, el propio director ya definió en su día a 'Death Race (La carrera de la muerte)' como una suerte de Speed racer con mucha mala leche. No iba muy desencaminado.