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CRÍTICA

'Una pastelería en Tokio': Delicias en miniatura

La directora Naomi Kawase logra emocionar con esta tierna historia de redención, premiada en la Seminci.

Por Jorge R. Tadeo 11 de Noviembre 2015 | 10:45

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Ya lo cantaba Mary Poppins: "con un poco de azúcar, esa píldora que os dan os pasará mejor". La directora japonesa Naomi Kawase se apunta al lema en la adaptación de la novela de Durian Sukegawa, que utiliza la repostería como metáforica herramienta de redención vital en un melodrama en el que tres personajes con heridas por cicatrizar cruzan sus destinos de manera decisiva.

Kawase no renuncia a la habitual carga poética de sus imágenes y al simbolismo como recurso dramático, pero se muestra más accesible a un público amplio que en obras precedentes (sin ir más lejos su anterior 'Aguas tranquilas'). La directora imprime un ritmo pausado y reflexivo a este cuento agridulce que reivindica con entusiasmo el encanto de los placeres pequeños.

'Una pastelería en Tokio': Delicias en miniatura

'Una pastelería en Tokio' nos cuenta la reconciliación con la vida de un hombre de existencia gris que regenta sin demasiada ilusión un pequeño puesto de repostería japonesa en la capital nipona. Su encuentro con una entusiasta anciana que se ofrecerá como ayudante para mejorar el relleno de sus dorayakis (el pastel estrella de la tienda), será clave para el cambio de perspectiva vital del protagonista.

Reconciliación con el pasado

La magnífica actriz Kirin Kiki da vida a la entrañable anciana que ejercerá de catalizador de las emociones en un film que abre paso en su segmento final a una serie de dolorosas revelaciones sobre el traumático pasado de unos personajes que hallarán en el otro el complemento necesario para sentirse realizados y reencontrarse con las ganas de vivir.

'Una pastelería en Tokio': Delicias en miniatura

Pese a algunos detalles no del todo pulidos -como el desdibujado personaje de la adolescente que completa el triángulo protagonista- Kawase ofrece al espectador un menú agridulce notablemente logrado y servido con suma elegancia, dejando reposar las emociones y presentando los conflictos sin estridencias. Para ello recurre, eso sí, a no pocos aderezos poéticos en su narración (los cerezos en flor, el canto de los pájaros) que pueden encandilar a quienes compren su particular lirismo, o resultar indigestos a los más descreídos.

En efecto, esta indisimulada fábula vitalista con un toque naíf, que tiene tiempo para atacar los vicios de la sociedad moderna, espantará al espectador cínico y reticente a los cuentos con moraleja, pero enamorará sin remedio a devoradores de Murakami y otros autores japoneses que acuden de manera recurrente en su obra a temas tan propios de la cultura nipona contemporánea como la reconciliación con el pasado y la conexión con el entorno natural. Excluyendo a las audiencias del primer grupo, 'Una pasteleria en Tokio' es una recomendación segura.

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