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CRÍTICA

'The Handmaid's Tale': El útero calcificado de la sociedad

La nueva serie de HBO, 'The Handmaid's Tale', plantea una sociedad distópica en la que la mujer está completamente anulada. Los tres primeros capítulos se podrán ver a partir del 26 de abril.

Por Sandra Sánchez Guerra 26 de Abril 2017 | 09:02

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Sabor amargo, mirada cabizbaja. Bendito sea el fruto, que el Señor permita que madure. Defred, estás sola, tienes que centrarte y agachar la cabeza, ceder ante las nuevas normas que te rodean y convertirlas en normalidad, aparente normalidad. Sólo así, quizás, vuelvas a ser quien eras, a recuperar a tu hija, a volver a usar tu verdadero nombre y arrancarte el hábito rojo que te etiqueta como un vientre de cría. Ser tú, y dejar atrás a la Criada, sometida y condescendiente con sus amos y sus deberes: dar hijos a los líderes del régimen.

El arranque de 'The Handmaid's Tale', la nueva serie que HBO España estrena este 26 de abril con los tres primeros episodios, a la par que su lanzamiento en Estados Unidos, tiene sobre todo intensidad, un rasgo que se mantiene a lo largo del primer capítulo para escenificar una sociedad puritana y controladora en la que no existe la libertad de prensa y las mujeres han sido despojadas de cualquier tipo de derecho. Ambientada en una ficticia República de Gilead que ha acabado con la democracia en Estados Unidos, los teócratas del nuevo régimen, llamados Comandantes, lo controlan todo y, en su mano, también mueven como si de marionetas se tratasen a los ciudadanos, alienándoles y purgando a la disidencia con espías gubernamentales, los Ojos.

 'The Handmaid's Tale'

La serie es una adaptación a la pequeña pantalla de la novela escrita por Margaret Atwood, 'El cuento de la criada', un volumen que recuerda a '1984', la obra maestra de George Orwell que abrió la puerta a las sociedades distópicas en las que el ser humano ve anulada la esencia que le diferencia del resto de seres vivos: el raciocinio y la capacidad crítica. No obstante, 'The Handmaid's Tale' se centra en ellas, en la representación femenina construida por esta sociedad a tres niveles: las Esposas, las mujeres estériles de los líderes de Estado; las Martas, las amas de casa que sirven y cuidan en las casas de los altos cargos y, por último, las Criadas, el útero que necesita el régimen para asegurar su supervivencia a través de la natalidad.

La premiere de la ficción nos muestra la caída de todo lo conocido y la conversión de la protagonista, Elisabeth Moss (Peggy en 'Mad Men'), en Defred (nombre españolizado de la protagonista, Offred en su versión original), la propiedad y el depósito de semen de su Comandante, Fred Waterford, interpretado por Joseph Fiennes ('Shakespeare in Love (Shakespeare enamorado)', 'American Horror Story'). Desde el momento en que pierde su libertad, Defred comienza a resistirse en su interior, a pasar el mal trago intentando formar parte del rebaño fértil que se instruye en el Centro Rojo con la Tía Lydia (Ann Dowd), a la que parece que se le otorga un papel más hosco en la serie que en el libro.

De ahí que Defred se convierta en la insurrecta narradora del relato interpelando con sarcasmo a los espectadores para informarles del oprimido mundo que le rodea y dando protagonismo a lo que no puede decir en alto dentro del universo diegético de la serie, como hace Winston con su diario en '1984'. Pero, en esta ocasión, en forma de cuento. La autora de 'El cuento de la criada', Atwood, incluso protagoniza un pequeño cameo en la serie. La podemos en la escena en la que las Criadas apuntan e intimidan a Janine (Madeline Brewer) en el centro de adaptación a la nueva sociedad, el Centro Rojo.

 Un fotograma de 'The Handmaid's Tale'

 Un primer plano de Elisabeth Moss en 'The Handmaid's Tale', la nueva serie de HBO

Lo más especial que tiene 'The Handmaid's Tale' es sin duda el aura que la envuelve, dominado por una fotografía muy marcada a base de contrastes y tonalidades frías que son el perfecto reflejo de una sociedad en continua vigilancia y de la brutalidad y la tensión a la que las protagonistas femeninas están sometidas. En este sentido, son especialmente bellos e interesantes los planos en los que Defred queda sumida por una luz cegadora, como la toca blanca que lucen las criadas y les reduce al límite el campo de visión. Este recurso está conectado, también, con la idea de materializar visualmente la perfección con la que se viste a la República de Gilead y con el Sol, la Luna y la naturaleza como una forma real de vida que mantiene despierta a Defred.

A la intensidad que no dejamos de lado en ningún momento, hay que sumarle unos primeros planos en los que Elisabeth Moss dice muchísimo con su semblante aséptico. Es, sobre todo, el momento de la ceremonia donde la mirada nublada de Defred es aún más espeluznante. Una escena dura, violenta, explícita y a la vez sutil que retrata el sexo desprovisto de placer y visto como un mero acto para procrear y en la que se ponen en relación todos los vértices del triángulo del que forma parte Defred, junto a su Comandante y la esposa de éste, Serena Joy (Yvonne Strahovski). Aquí se pueden percibir muchas aristas que van a generar sus respectivos conflictos.

 Joseph Fiennes en 'The Handmaid's Tale'

Empieza muy bien la nueva serie de HBO ya que consigue, a través de su ambientación y su factura visual, engancharnos e intrigarnos para descubrir todo lo que se va a desatar en el resto de capítulos. Van a tener mucho que objetar en esta dictadura puritana que domina el país pero no las mentes, Moira (Samira Wiley) y Degled, la criada encarnada por Alexis Bledel ('Las chicas Gilmore') que, a la vista de cómo acaba el primer capítulo, va a convertirse en una pieza muy importante del puzzle, al igual que también traerá sorpresas Nick (Max Minghella).

'The Handmaid's Tale' promete en su premiere un inquietante laberinto sin salida con buen ritmo, donde el individuo menos pensado puede lanzarse en contra de Defred y condenarla a una muerte en el destierro oficial de la República: las Colonias infestadas de residuos tóxicos. Además, la serie propone un universo, con el precedente de la novela de Atwood, abierto a la reflexión de un estereotipo tradicional que sigue etiquetando a las mujeres a ser enmudecidas madres, esposas y amas de casa. Un nuevo "mundo feliz" que entronca también con la forma en la que las mujeres, sobre todo en redes sociales, nos señalamos unas a otras para que no caiga en detrimento propio.