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CRÍTICA

'Enemigos públicos', anacronismo romántico

Michael Mann firma una de las mejores películas de este 2009, en un film quasi redondo pero de difícil digestión popular.

Por Óscar Martínez 18 de Agosto 2009 | 18:04

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'Enemigos públicos' es la nueva cinta dirigida por Michael Mann, responsable de títulos como 'Heat', 'El dilema' o 'Corrupción en Miami'.

La cinta está basada en el libro de Brian Burrough "Public Enemies: America's Greatest Crime Wave and the Birth of the FBI, 1933-43", que narra la historia de Melvin Purvis, el agente del FBI que lideró la búsqueda del atracador de bancos John Dillinger y su banda, y cuenta con Johnny Depp, Christian Bale, Channing Tatum y Marion Cotillard en el reparto.

Anacronismo romántico

Pese a no poseer ninguna estatuilla -al igual que, por ejemplo, Ridley Scott-, Michael Mann es uno de los cineastas más populares tanto entre público como entre crítica, pues -casi- siempre ha sabido combinar la magnificencia hollywoodiense en la más pura tradición de las Majors con un estilo innovador, único y reconocible. Gran parte de su filmografía comparte las mismas premisas, léase extensos metrajes, duelos interpretativos de proporciones épicas, y una particular fascinación por la encumbración del antihéroe que, como consecuencia casi inherente, ofrece al espectador todo ese esplendoroso crisol de claroscuros que conforman el alma humana y difuminan la línea que separa el Bien del mal.

Probablemente 'Enemigos públicos' cause de todo menos indiferencia, más por su rompedor estilo visual que por su propio entramado, si bien ambos aspectos merecen especial atención. En cuanto a la historia propiamente dicha, encontramos en ella el que sin duda es su principal handycap: un duelo inexistente. Y es que tanto guionísitica como interpretativamente hablando (¿acaso alguien lo dudaba?), Johnny Depp arrasa con un paupérrimo Christian Bale, títere secundario del J. Edgar Hoover interpretado por Billy Crudup.

'Enemigos públicos'

Con la ausencia de un verdadero duelo interpretativo en la línea de 'Heat' o 'El dilema', 'Enemigos públicos' se convierte en un abierto encumbramiento tanto al protagonista como al actor que lo interpreta, de un modo muy similar -aunque estéticamente antagónico- al visto en la también reciente 'El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford'. El film de Dominik y el de Mann comparten esa misma idolatría popular, esa beatificación del enemigo del sistema que, paradójicamente, se consagra como ídolo del pueblo, como bien constatan la populosa rueda de prensa de Dillinger al volver a entrar en prisión o los aplausos de la gente cuando ven huir a sus ídolos con el botín.

De este modo, Johnny Depp y sus compañeros quedan encumbrados a la categoría de ídolos de masas tanto por el público como por el propio Mann, que ya en la primera escena de la película se encarga de mostrarnos a un Dillinger arrastrando en plena huída a su compañero ya fallecido y lanzando por la puerta al culpable de su muerte, en una maravillosa secuencia que nos hace posicionarnos desde un buen principio afines a un protagonista que, pese a estar fuera de la ley, posee un marcado código de honor. A partir de ese momento, Mann nos brinda todo un soliloquio de espíritu romántico algo idealizado, generoso con las escenas introspectivas y con un abierto subjetivismo a la hora de comparar a nuestro antihéroe tanto con sus perseguidores como con otros maleantes como Baby Face.

'Enemigos públicos'

Por su parte, Mann auspicia la rapsodia de Dillinger con un exquisito anacronismo, que no es otro que el uso de cámaras digitales en un retrato casi costumbrista de los Estados Unidos de la Ley Seca, cosa que refuerza -en ocasiones- tanto la proximidad a los caracteres como la intensidad de sus no pocas secuencias de acción, en una loable stravaganzza que, por desgracia, en ocasiones no hace sino distanciarnos de la propia acción.

Así y todo, cabe aplaudir a Michael Mann por su abierta -y reiterada- intención de convertir un aparente blockbuster en un nuevo clásico heredero de títulos como 'Bonnie & Clyde', 'Los intocables', o incluso 'El precio del poder', si bien, aunque sin duda se trate de uno de los títulos más notables -sino el que más- de este año, la ausencia de competidoras de nivel no la hace merecedora de ese título de obra maestra que muchos se han apresurado a otorgarle.

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