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PRECRITICA

'Destino: Woodstock', Flower Power

Sirviéndose del marco del mítico festival, Ang Lee retrata con veracidad el cambio de una época en un film notable que tan sólo decae en su tramo final.

Por Óscar Martínez 22 de Septiembre 2009 | 10:27

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Sin duda alguna, Ang Lee es uno de los cineastas contemporáneos más galardonados.

Ya desde los tiempos de 'El banquete de boda', el director chino ha sido laureado sucesivamente en festivales como Cannes, Venecia o Berlín, y sus filmes tienen en su haber diversas estatuillas, entre las que cabría destacar los Oscar al Mejor Director por 'Brokeback mountain' y a la Mejor Película de Habla no Inglesa por 'Tigre y dragón'.

A pesar de ello, el director de 'La tormenta de hielo' no ha terminado nunca de cuajar un resultado ecuánime ni entre público ni entre crítica, sobretodo como consecuencia de una filmografía, no diremos irregular, pero sí algo errática. Filmes como 'Sentido y sensibilidad' o 'Deseo, peligro' se entremezclan con títulos como 'Cabalga con el diablo' o 'Hulk', conformando una trayectoria algo difícil de predecir, por lo que, a fin de cuentas, tampoco debería sorprendernos en demasía que su último trabajo sea una comedia con espíritu flower power en contraste con una filmografía -casi- monopolizada por el drama.

'Destino: Woodstock', Flower Power

Así pues, 'Destino: Woodstock' quiere ser una comedia ligera con un ritmo sosegado y calmo, ausente tanto de moraleja como de ironía algunos hacia el pensamiento hippie, un filme que oscila con fluidez entre la abierta nostalgia y el retrato costumbrista, entre el documental y el análisis de un cambio generacional que marcaría un antes y un después en la sociedad estadounidense y, por ende, en todo el mundo.

Con una sobria maestría tras las cámaras, sirviéndose de recursos fílmicos propios de la época -como esas multicámaras ya rescatadas por el propio cineasta en 'Hulk'-, y un despliegue de recursos admirable, Ang Lee se sirve de la experiencia individual -la del personaje interpretado por Demetri Martin- para retratar de manera global tanto la gestación como la consecución del celebérrimo festival de Woodstock, al mismo tiempo que recurre al conjunto para reflejar en el individuo los cambios de la sociedad norteamericana de finales de los sesenta, en una suerte de retroalimentación fílmica tan sutil como exquisita.

De este modo, 'Destino: Woodstock' es algo así como un retrato coral a través de un solo personaje y su entorno inmediato, un análisis de un período de cambio orquestado maravillosamente y con un elenco de secundarios soberbio en líneas generales, entre los cuales cabría destacar la labor de Henry Goodman e Imelda Staunton en el rol de los padres del protagonista y, ya en segundo plano, un Liev Schreiber que borda a un emotivo personaje que podría haber caído fácilmente en el esperpento.

'Destino: Woodstock', Flower Power

Así pues, 'Destino: Woodstock' fluye con una armonía encomiable, reflejo de los propios acontecimientos que nos narra: una comedia-que-no-es-comedia, un film que apenas sí provoca carcajada alguna, pero que perpetua la sonrisa en un espectador que se sumerge con inusitada facilidad en el mundo que pretende reflejar y en las sensaciones que dicho mundo quiere (o quiso) transmitir.

Por desgracia, cuando Ang Lee reniega de manera definitiva del retrato global para centrarse abiertamente en las vicisitudes de su protagonista, 'Destino: Woodstock' pierde bastantes enteros tanto en ritmo como en intensidad, como si el bajón de ácido se hubiera apoderado de la propia cinta, malogrando un conjunto hasta el momento notable. El film de Ang Lee parece perder entonces sus señas de identidad para no recuperarlas jamás, convirtiéndose en un producto carente de brillantez, sobretodo si lo comparamos con lo visto con anterioridad.

A pesar de ello, 'Destino: Woodstock' es un film que merece ser visto, una película que, aunque parece alejarse de los parámetros estrictamente académicos, posee una poderosa fuerza visual y una gestión de sus recursos admirable, con los que Ang Lee retrata con una mezcla de admiración y realismo aquel verano de 1969.