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PRECRÍTICA

'La carretera', homo homini lupus

John Hillcoat nos brinda una espléndida película en la que el viaje iniciático de un padre y un hijo se nos presenta como alegoría de las virtudes y flaquezas del ser humano.

Por Óscar Martínez 11 de Octubre 2009 | 15:00

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No sé si algunos recordarán la escena final de 'No es país para viejos', en la que el personaje interpretado por Tommy Lee Jones evoca un sueño en el que un hijo acompaña a su padre a través de la oscuridad, guiado por una vieja lámpara. En realidad, puede que dicha secuencia no tenga absolutamente nada que ver con 'La carretera', pero bien es cierto que nos remite con -¿premonitoria?- veracidad al contexto bajo el que transcurre la adaptación que John Hillcoat ha llevado a cabo de la novela que le valiera a Cormac McCarthy el premio Pulitzer en 2007.

'La carretera', homo homini lupus

Sombría aunque esperanzadora, parca en diálogos aunque generosa en emociones, 'La carretera' supone un verdadero acierto por parte del director de 'The proposition', ofreciéndonos un film post-apocalípitico que se centra en la relación paterno filial entre unos excelentes Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee. Bajo el marco de un futuro desolado y sin esperanza, Hillcoat nos brinda un crudo retrato por la supervivencia en el que padre e hijo emprenden un particular viaje hacia la costa, ocultándose de una diezmada humanidad que ha hallado en el canibalismo el único modo de sobrevivir.

La antropofagia, como extremo reflejo del freudiano renacer de la animalidad humana a raíz de la disolución de la sociedad que lo controlaba, es solo una de las muchas alegorías que la película de Hillcoat -o, en fin, la novela de McCarthy- nos ofrece, del mismo modo que ese tortuoso éxodo en pos del mar, cuna y origen de la vida, se nos descubre finalmente como un viaje iniciático -con los inevitables ecos a la obra de Joseph Conrad- para el personaje al que da vida Kodi Smit-McPhee, a su vez paradigma de esa nueva generación huérfana de los principios morales que el padre pretende inculcar al hijo. No es gratuita, por ello, la ausencia de nombres propios en 'La carretera', del mismo modo que tampoco lo son la omisión de explicaciones alrededor del ignoto holocausto que ha acabado con la vida animal y vegetal en la tierra -convertida en un páramo helado excelentemente fotografiado por el vasco Javier Aguirresarobe-, o que el recorrido de sus dos protagonistas hacia ese último reducto de esperanza siga, a pesar de los peligros que conlleva, esa carretera que da nombre a la película, y que se nos presenta como símbolo de esa civilización perdida.

'La carretera', homo homini lupus

'La carretera', pues, recoge el testigo de obras como 'El señor de las moscas' o 'El día de los trífidos', presentándose como una elegíaca analogía en torno a la inherente esencia autodestructiva del hombre, cuyos actos tras el desastre nos exhortan a concebirlo como único y total responsable de ese infierno en la tierra en el que, de todos modos, tiene cabida la esperanza. Personajes como los interpretados por unos irreconocibles Guy Pearce y Robert Duvall, reflejan las escasas virtudes de una humanidad errática y agónica, los parcos vestigios de aquellos principios con los que el personaje de Viggo Mortensen pretende aleccionar a su vástago para que pueda valerse por sí mismo en su ausencia, en una película colmada de pequeños detalles, silencios desoladores y miradas demoledoras, que la convierten en uno de los mejores títulos, si no el mejor, del presente año.