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PRECRÍTICA

'Nine', o la apología al chico Martini

El director de 'Chicago' recauchuta una de las obras magnas de Fellini a ritmo de cabaret y estética de anuncio de Martini.

Por Óscar Martínez 22 de Enero 2010 | 11:15

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¿Y qué significa eso? ¿Es un personaje inspirado por recuerdos de su infancia? (...) Su cándida ignorancia es negativa. Sus pequeños recuerdos, bañados en nostalgia, Sus evocaciones inofensivas, en el fondo emotivas, son las reacciones de un cómplice.

De este modo habla a Marcello Mastroianni uno de los personajes de 'Ocho y medio', film en el que se inspira el musical que adapta Rob Marshall con un reparto de lujo y, precisamente, dicha crítica destructiva bien podría extrapolarse de manera constructiva a 'Nine'. El director de 'Chicago' y de la futura cuarta entrega de 'Piratas del Caribe' recauchuta una de las obras magnas de Fellini a ritmo de cabaret y estética de anuncio de Martini, simplificando un film autoreferente repleto de secuencias oníricas en una mezcolanza de crisis creativa y esencia latina.

'Nine', o la apología al chico Martini

Dejando a un lado las odiosas aunque inevitables comparaciones, 'Nine' resulta ser un producto poco más que pasable, un ejercicio de recreación estética carente de verdadero espíritu, en el que los números musicales parecen forzadamente insertados en la mayoría de ocasiones. La casi totalidad de sus actores (o, mejor dicho, actrices), se nos antojan harto desaprovechados en un film que pretende ahondar de manera algo naif tanto en la trascendencia creativa como en la glamorosa frivolidad de 'La dolce vita', construyendo una historia a partir de la deconstrucción del personaje interpretado por un Daniel Day-Lewis guionísticamente limitado, al igual que una desaparecida Nicole Kidman.

'Nine', o la apología al chico Martini

Curiosamente, una de los pocas bazas del nuevo film de Marshall reside precisamente en la aséptica simpleza de sus números musicales, los cuales reniegan de la grandilocuencia y el exceso típicos en este tipo de producciones, si bien tan solo las partituras interpretadas por Penélope Cruz, Kate Hudson y, por encima de todo, esa Saraghina a la que da vida Stacy Ferguson, resultan destacables coreográfica y musicalmente hablando en un film meramente aceptable.

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