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CRÍTICA

'Con derecho a roce', y con derecho al cliché

Intentando huir de la comedia romántica al uso, Justin Timberlake y Mila Kunis caen de lleno en el estereotipo, pero al menos mejoran bastante a su enemiga 'Sin compromiso'.

Jesús Agudo
Por Jesús Agudo Más 23 de Septiembre 2011 | 09:09
El redactor más veterano de esta web. Palomitero y fan de que las series estrenen un capítulo por semana.

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No sorprenderá a nadie que esté leyendo esta crítica que le diga que 'Con derecho a roce' es la comedia romántica al uso, del minuto uno a los títulos de crédito. Sin embargo, lo que sí sorprende es que a principio de la cinta intenten hacer una sátira precisamente de eso. Pero esto es el festival de la contradicción.

Con derecho a roce

La película de Will Gluck comienza con la pareja de turno, en esta ocasión Justin Timberlake y Mila Kunis, dando un paseo por la tan recurrente (y poco original) ciudad de Nueva York. Ella le ofrece a él un recorrido para nada turístico como es un flashmob en Times Square o las vistas desde el puente de Brooklyn. Ya empezamos mal. Pero la gran contradicción llega ahora.

En otro momento están viendo la, según ellos, típica comedia romántica con un cameo de Jason Segel. Los protagonistas se quejan de que es totalmente irreal y llena de clichés. La siguiente hora y media asistiremos, uno por uno, a todos ellos. ¿Pretendía el director con ello quedar como una alternativa a la comedia romántica?

Este género tiene el problema de que sólo puede acabar de una manera, y sabiendo eso cualquier giro argumental va a ser tan predecible como cada estereotipo que veremos en la historia de los "dos amigos que quieren quedar así pero tener sexo sin compromiso". Nada típico, nada, ¿nos remontamos unos meses en el pasado?

El aburrido juego de Hollywood

Es exactamente la misma idea que 'Sin compromiso', con Ashton Kutcher y Natalie Portman. El duelo de bailarinas de 'Cisne negro' por tener un "follamigo" llega con muy pocos meses de diferencia, y las comparaciones no sólo son odiosas sino que necesarias. En el juego de Hollywood a veces ocurren este tipo de coincidencias, pero no suelen demostrar más que poca inventiva.

Con derecho a roce
A pesar de lo predecible que es todo en 'Con derecho a roce', supera con creces a 'Sin compromiso', en gran medida por cambiar a un soso Ashton Kutcher por un Justin Timberlake que, para este tipo de películas, su personaje no es tan tonto como el del primero y al menos está de mejor ver, a pesar de volver a ofrecer una plana actuación; y también por una Natalie Portman tremendamente banal y vacía frente a Mila Kunis, que podría haber encontrado su habitat natural en este tipo de películas.

Es precisamente Kunis la que robará toda la pantalla. Su personaje es muy adorable, y ella consigue no sólo parecer sexy, sino que también nos hará desear a todos tener una amiga como ella. No es que la actuación deje con la boca abierta, pero nunca en una comedia romántica la interpretación es importante.

No hay más puntos a favor en la historia de Dylan y Jamie, exceptuando una bien escogida banda sonora (prácticamente sacada de la radiofórmula). Escenarios de Nueva York o Los Angeles sacados hasta la saciedad (el cartel de Hollywood, oh cuán original), situaciones melodramáticas de manual como es la enfermedad del padre, hasta un mejor amigo gay se suman a una fórmula que conocemos demasiado y que no aportará más que un rato para suspirar a los más romanticones que se conformen con cualquier película de este género, y a los demás les sitúa en una tortura mental de ver otra vez la misma película.

Entonces, ¿a cuento de qué hacer la crítica a las comedias al principio de la proyección? El día en que vea innovación en este género seré el primero en aplaudir, pero está claro que 'Con derecho a roce' cae en el error de pensar que sólo con infundirle algo de modernidad (trabajo en GQ, flashmobs...) ya se salen del camino marcado por las Julia Roberts y Katherine Heigls del mundo. Y no lo es, Will Gluck ha querido quedar como alternativa a las demás y en el intento ha creado un calco perfecto de lo que estaba criticando. No usar diminutivos o no terminar en una carroza de caballos no es suficiente para borrar el cliché.