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CRÍTICA

'Amanecer: Parte 1', ceremonias que siempre se hacen largas

Alargar un libro como el de Stephenie Meyer en dos largometrajes da como resultado una película sin ritmo, con bajas actuaciones y con despropósitos sólo entendibles por un fan de 'Crepúsculo'.

Jesús Agudo
Por Jesús Agudo Más 18 de Noviembre 2011 | 09:22
El redactor más veterano de esta web. Palomitero y fan de que las series estrenen un capítulo por semana.

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Por fin, tras una intensa, rápida y escueta historia de amor de tres películas millonarias, tenemos que sacar nuestras mejores galas para asistir al sagrado rito del matrimonio entre un vampiro y una humana. Por muy extraña que sea la pareja que subirá al altar, una boda es una boda, y como suele ocurrir con estos eventos, suena a aburrido.

Amanecer Parte 1

En 'Amanecer: Parte 1' los seguidores de la relación entre Bella y Edward verán cumplidos varios de sus deseos. Ver a Kristen Stewart vestida de blanco y declarar su eterno amor ante Robert Pattinson por vigésima vez. La primera parte de la película de Bill Condon es sólo alegría: los preparativos, la ceremonia, la luna de miel... Este segmento ocupa gran parte de la cinta y ya lo decía Stewart, la boda fue quizás demasiado real, tanto, que es tan sumamente aburrida como una boda cualquiera.

Mientras que Condon ha querido que a estas alturas de la película (previo descamisado de Taylor Lautner en el segundo tres de metraje) todas las fans crepusculianas estén llorando a moco tendido de la emoción con imágenes bucólicas y emotivas, pero sin ningún tipo de ritmo. Tediosas y llenas de azúcar, Pattinson y Stewart nos hacen pasar por algo que ningún familiar o amigo debería tener permitido jamás: ver el vídeo de su boda.

Tras ese momento de pañuelo en mano viajamos con la feliz pareja a Brasil para presenciar su luna de miel, otro segmento que gana en absurdez pero no en interés. La esperada escena de sexo se reduce a cinco segundos y muestra escenas con una creciente sensación de vergüenza ajena, ver a alguien tan inexpresivo como Stewart perseguir a su marido porque quiere repetir noche de bodas a toda costa es un momento que la actriz preferirá olvidar de su carrera.

Lecciones con doble filo

Pero llegados a este punto nos damos cuenta de que Bill Condon no tiene la culpa de que 'Amanecer' se transforme en un sinsentido. Stephenie Meyer lo tiene, el guión viene de sus libros y la adaptación en sí no es mala como tal, el problema se encuentra en la fuente. Lo que comenzó como una sobrenatural historia de amor, algo muy visto pero que funcionaba, en el último libro se ve cómo la escritora pierde el norte y mete situaciones realmente absurdas para inculcar a las niñas que tras poco tiempo de intensa relación por qué no casarse (por mucho que él tenga cientos de años) y termine con un relato antiabortista bastante vergonzoso.

Amanecer Parte 1
Dicho esto, retomando el análisis de la película, por suerte el segundo trozo intenta ganar más ritmo, con una predominancia de los lobos que han mejorado ligeramente su diseño por ordenador, aunque sigan pareciendo adorables cachorros gigantes. La música cambia de intensidad, la presión se palpa en el ambiente cuando Bella queda embarazada, seguida de una desconcertante escena con la criada brasileña. No puedo dejar de alabar el trabajo de maquillaje de la futura madre, que está siendo consumida por lo que sea que lleva dentro.

Pero de nuevo caemos en un bucle de riñas entre lobos y vampiros que no llevan a nada, rociados por frases tan absurdas acerca del futuro bebé, una trampa mortal pero que sin embargo harán todo lo posible por salvar a pesar de que la madre tiene todas las papeletas de morir en el intento. El adjetivo que mejor describe a Bella es masoquismo, y 'Amanecer' lleva el debate del aborto a lo extremista. Pero el libro está escrito por una mormona, la imparcialidad estaba descartada. Eso y que la imaginación no es infinita, puede comprobarse sólo con el nombre del bebé.

División injustificada

Tras más escenas jocosas como el ver a la preñada beber sangre de una pajita, por el bien del bebé, acercándonos al final de la película en el parto sube un poco la calidad, y sabiendo que la película se cortará en cualquier momento nos mantiene en tensión. Pero la película no acaba, sigue adelante, y en una decisión de producción algo extraña, incluyen en esta película uno de los grandes alicientes que tenía 'Amanecer: Parte 2'.

¿Qué queda entonces para la segunda parte? Va a ser difícil llenar dos horas más, pero el haber dividido esta película en dos ha sido una decisión absolutamente lucrativa, no por el bien de la ficción, ya que el libro no da para dos películas. Han despachado demasiados puntos importantes en la primera parte como para que la segunda llegue a tener interés, ni siquiera la escena en medio de los créditos finales lo consigue. Y es en gran medida por culpa de estirar sin razón una novela que no dispone de tanto material que ni ésta, ni posiblemente la segunda parte, puedan conseguir la rapidez necesaria como para mantener la atención del público medio.

Aunque supera la lamentable calidad que ha demostrado la saga 'Crepúsculo' en 'Luna nueva' y 'Eclipse', no llega al nivel de la primera entrega, en la que Catherine Hardwicke consigue un aceptable resultado. Las actuaciones como siempre no salvarán la falta de toda lógica en la historia. Taylor Lautner, tras su momento de gloria nada más comenzar la película mantendrá su ropa puesta junto con su poca expresividad, Robert Pattinson seguirá haciendo perfectamente de alguien sin sangre en las venas, y a Stewart continuaremos notándole que no quiere estar allí y que no se esperaba la excesiva atención que suscitan estas películas.

Las fans de la saga pueden estar tranquilas, Bill Condon les ha hecho una película para ellas con la que reirán y llorarán (con predominancia de lo segundo), si han aguantado hasta ahora la cuarta entrega no les decepcionará. Para el resto de espectadores, es preferible evitar un despropósito que sólo puede ser disfrutado con la ceguera del fanatismo y que no les va a aportar nada. Pero creo que todos lo suponíamos. Y todavía queda otra.