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CLUB DE CINE

'American Beauty', la otra cara del sueño americano

El magnífico debut en el cine de Sam Mendes sorprende por la profundidad e inteligencia de un gran guion, enaltecido por el trabajo del director y su reparto.

Por 6 de Marzo 2012 | 12:35

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No están tan distantes los tiempos de bonanza económica y estabilidad sociopolítica del año 1999 y sin embargo parece que formen parte de otra era. El 11-S provocaría un cambio en las mentalidades, en la forma de ver el mundo. Las prioridades y preocupaciones eran distintas y donde ahora vemos crisis económica y pánico a las culturas ajenas, en aquel entonces resonaba una crisis moral y afloraban frecuentemente autocríticas a la propia cultura y a determinados valores occidentales conservadores. 'American Beauty' es una película que refleja un estado de ánimo de cierta clase occidental acomodada en aquellos no tan lejanos tiempos y, aunque lo que plantea no se trate de una reflexión caduca, es cierto que los temas que asume parecen haber pasado a un segundo plano en la clasificación de miserias cotidianas para buena parte de la sociedad.

'American Beauty', debut en la dirección del británico Sam Mendes con tan solo 33 años, pero una destacable carrera previa en el teatro, conectó perfectamente con buena parte de la sociedad occidental de clase media, gracias a su honesto, afilado y genuino retrato de sus rutinas, frustraciones y secretos anhelos. El magnífico guion de Alan Ball, tan lúcido como lleno de sorna, critica abiertamente el globalizado "American way of life", para romper en pedazos la imagen de perfección aparente de una familia media americana, erigiéndose en una respuesta a cierta visión matearialista de la felicidad ("consiga un trabajo, una hipoteca, un buen coche, forme una familia y su vida será perfecta") tan generalizadamente asumida.

 Spacey en American Beauty

Alan Ball, que años más tarde alcanzaría un éxito notable en televisión como creador de las series 'A dos metros bajo tierra' y 'True Blood' para el canal HBO, escribe un magnífico guion que permite al espectador colarse en la vida de los vecinos de esas atractivas urbanizaciones norteamericanas (muy "al estilo Wisteria Lane" y es que algo de 'American Beauty' existía en la génesis y la primera temporada de la progresivamente dulcificada 'Mujeres desesperadas'), que ocultan tras los muros de las deslumbrantes casas, crisis matrimoniales, miserias personales, deseos reprimidos y frustraciones existenciales de las que no pueden escapar, dando la impresión, según el retrato del film, de ser personas atrapadas en preciosas jaulas que ellos mismos han fabricado para inconscientemente encerrarse.

Retrato del americano medio

Kevin Spacey se inspiró en el gran Jack Lemmon para interpretar con enorme acierto al protagonista del film, Lester Burnham, un hombre "normal", con un irrelevante puesto medio en una oficina cualquiera, una buena mujer que trabaja de agente inmobiliaria (la deliciosamente histérica Annette Bening) y una hija adolescente acomplejada por su apariencia física y harta del microcosmos hipócrita que sus padres han construido en el hogar familiar. Pero las cenas con vajillas impecables, música ambiental y conversaciones banales, tienen fecha de caducidad, pues Lester, harto del vacío existencial de su frustrante rutina, decidirá romper las cuerdas que le atan a las convenciones (excelente el momento de la discusión en la mesa) e intentará retomar todo aquello que le hacía feliz antes de que sea tarde... algo que hará tambalearse a la prefabricada estabilidad familiar.

 Annette Bening

'American Beauty' es crítica con sus personajes, pero no feroz, pues a diferencia de otros "golpes al sueño americano" (como la brutal 'Happiness' de Todd Solondz), deja abierta la posibilidad de que abran los ojos y se liberen de los corsés. En lugar de imaginar posibles consecuencias trágicas de sus insatisfactorias vidas (algo que deja para la subtrama del indeseable vecino fascista interpretado por un Chris Cooper inmenso), se centra en cómo canalizar de manera positiva el agotador espíritu de superación y el individualismo, tan propios de la cultura norteamericana. Es decir, en lugar de cuestionar los valores morales occidentales, los matiza para proponer una nueva forma de afrontar "la búsqueda de la felicidad" y reinterpretar el concepto de "hacerse a uno mismo".

De este modo, asistimos con la voz en off de un Kevin Spacey que nos anuncia al comienzo que su personaje ha muerto (al igual que en 'El crepúsculo de los dioses', en el desenlace descubriremos en qué circunstancias), al relato de la reinvención vital de Lester, que forzará su despido a cambio de una jugosa indemnización, aceptará con deportividad la infidelidad de su mujer (a la que expresará su insatisfacción matrimonial) para dejarse llevar por su fascinación por una joven amiga de su hija (Mena Suvari ejerciendo de particular Lolita para Spacey) y retomará hábitos que no disfrutaba desde su juventud, en lo que parece una curiosa reivindicación de la tan temida "crisis de los 40".

 Spacey y Mena Suvari

Por tanto, 'American Beauty' es una brillante fábula amarga que nos invita a reflexionar si, en efecto, nuestra vida transita por los caminos que queremos, o nos hemos dejado llevar por la rutina hacia lugares aparentemente satisfactorios, que en realidad nos oprimen y de los que no vemos el momento de salir... El guion de Ball, a la vez que critica la cultura de lo aparente y el miedo al "qué dirán" (tan evidente en el personaje de Bening), discute el concepto del éxito social, tan ligado a veces a valores caducos y materiales. Es por tanto una invitación a un modo de vida libre de los tabús y prejuicios que la sociedad nos impone, que nos permita apreciar la belleza y la felicidad, no en los grandes logros, sino en las cosas más pequeñas y aparentemente insignificantes (la metáfora de la bolsa de plástico), y disfrutarlo antes de que sea demasiado tarde.

Todo ello lo transmite con ritmo, solvencia, equilibrio y sensibilidad el debutante Mendes, que se ha convertido en uno de los cineastas más interesantes del panorama actual. El reparto al completo está estupendo, y el film es entregado en un envoltorio primoroso. El inmenso trabajo de fotografía de Conrad L. Hall y la inolvidable banda sonora de Thomas Newman, consiguen dotar de gran belleza todas las escenas oníricas que reflejan las ensoñaciones del personaje de Spacey con su joven objeto de deseo, rodeada de pétalos de un tipo de rosa que da nombre al film. Entre los aspectos técnicos, destacar una puesta en escena fantástica a la hora de desvelarnos la muerte del protagonista, en una secuencia brillantemente montada que va descartando los posibles culpables. Magistral.

 Una imagen de American Beauty

La película ganó cinco Oscars, al mejor film, dirección, guion original, actor protagonista y fotografía. Y mereció más suerte en las categorías de banda sonora (Newman creó una partitura que es ya todo un mito y marcó un referente en el uso de la percusión) y actriz protagonista (hay que valorar la medida sobreactuación de Bening en un personaje tan antipático como reconocible). Fue un giro al tipo de films que venía triunfando en los premios de la Academia, y convirtió a la película en un inesperado 'sleeper', al recaudar más de 200 millones de dólares con tan solo 15 de presupuesto. Para mi gusto una de las mejores y más certeras reflexiones morales que nos ha ofrecido el cine norteamericano reciente.

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