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PRECRÍTICA

'El territorio de la bestia', una primera mitad redonda

Tras su paso por el Festival de Sitges, el segundo largometraje de Greg McLean tras 'Wolf Creek' se estrena en nuestro país.

Por Óscar Martínez 4 de Abril 2008 | 10:49

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Dirigida por el australiano Greg McLean, quien se estrenara en nuestro país el verano pasado con 'Wolf Creek', nos llega 'Rogue', a la que le ha sido añadida la coletilla de 'El territorio de la bestia', tras haber pasado previamente por el Festival de Sitges.

Protagonizada por Radha Mitchell, Michael Vartan, Sam Worthington y Mia Wasikowska, la película cuenta la historia de Pete, un periodista americano que hace un reportaje sobre la industria turística en el norte de Australia. Allí se unirá a un grupo de excursionistas y a su hermosa guía, Kate, para realizar un crucero por un río que atraviesa un parque natural australiano. Todo transcurre con normalidad hasta que, de repente, el barco es sacudido por un descomunal cocodrilo salvaje y se encalla en un islote. Cuando cae la noche, el grupo se convierte en una presa fácil para la bestia, y comienza una feroz lucha por la supervivencia en uno de los lugares más inhóspitos del mundo.

Termine o no de convencer la todavía corta trayectoria cinematográfica de Greg McLean, uno debe reconocerle cierto empeño en realizar un cine de terror alejado de la órbita teenager preponderante en estos tiempos que corren. Ya lo hizo con 'Wolf cree', aquella reverberación en las antípodas australianas del American Gothic, y este año (en fin, al menos para nuestro calendario) vuelve a tomar el terror moderno más clásico como referente, en este caso 'Tiburón', para tratar de redirigir a su manera un género que tan sólo algunos nombres aislados como Rob Zombie o Alexandre Aja parecen capaces de librar del slasher más efectista.

Por desgracia, y tal y como ocurrió con 'Wolf Creek', 'Rogue, el territorio de la bestia' posee ciertos defectos, localizables todos ellos en su tramo final, que desmerecen lo que por otro lado habría sido una buena película mezcla de terror y suspense en clave survival.

Una primera mitad redonda

Citaba poco más arriba a 'Tiburón' como principal referente, si bien debería aclarar que no se trata de una apostilla referida al mero hecho de que en ambos títulos la personificación del mal sea una criatura atediluviana: desde pequeños detalles como la galería de recortes de periódico y trofeos del bar evocando al cuchitril de Quint, hasta la capacidad del director de generar tensión de la nada, las influencias de la película de Steven Spielberg asoman por doquier tanto en fondo como en forma. De este modo, podemos encontrar en Michael Vartan la figura del jefe de policía Brody, el héroe inconsciente de serlo que se halla fuera de su hábitat natural, mientras que el propio entorno de Rogue, el territorio de la bestia, no deja de ser idéntico al de Tiburón, pues en ambos tenemos a un grupo de personajes aislados, en este caso, en un océano de jungla.

Más allá de dichos paralelismos, el principal reflejo de la película de Steven Spielberg en el segundo largometraje de Greg McLean reside en el tratamiento de la criatura, cuya primera aparición abre la película en un ataque que no puede dejar de recordarnos al de la accidentada turista de 'Tiburón', y cuya presencia física se nos ofrece de manera muy exponencial, logrando secuencias verdaderamente meritorias y dignas de halago.

Pero, como decía al principio, 'Rogue, el territorio de la bestia' acosa en demasía sus males, centrados en un tramo final que desmerece unos brillantes primeros dos tercios de metraje, en los que aparte de la propia acción, hemos asistido a una presentación de sus personajes lo suficientemente interesante para que nos importe la suerte de algunos de ellos, cosa que no suele ocurrir en este género desde hace bastante tiempo. Como decía, el tramo final de Rogue, el territorio de la bestia se convierte en un survival anodino y obvio de chico trata de salvar a chica, a la par que poco creíble, con unos efectos digitales que pierden todo su encanto en cuanto la criatura se nos muestra fuera de brumas y sombras.

En definitiva, una primera hora en ocasiones brillante, y un tramo final deleznable.