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'Inteligencia artificial': la incomprendida odisea futurista de Spielberg

El estreno de 'Un amigo para Frank' y la presencia de Spielberg en Cannes como presidente del jurado, invitan a rememorar una de las más controvertidas y ambiciosas obras del cineasta.

Por Jorge R. Tadeo 23 de Mayo 2013 | 09:00

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A Steven Spielberg se le ha premiado el academicismo de cintas tan notables como un tanto impersonales, tales como 'La lista de Schindler' o 'Salvar al soldado Ryan' y a menudo se le glorifica por su innegable talento para construir impecables blockbusters de pura evasión. Pero si en unos años alguien se parase a analizar lo que ha aportado Spielberg al Cine, más allá de lograr arrastrar a millones de espectadores a las salas, es probable que no pasara por alto el riesgo (estilístico, narrativo e incluso conceptual) asumido en una obra tan denostada en su estreno como 'Inteligencia Artificial'.

La adaptación del relato corto de Brian Aldiss 'Los superjuguetes duran todo el verano', fue un proyecto en el que comenzó a trabajar Stanley Kubrick, quien sin embargo acaba cediéndoselo a Spielberg una vez esbozada la idea central del film y tras mantener ambos largas charlas sobre el guion. Asunto este que crea un prejuicio de base en los fans del director de 'La naranja mecánica' hacia el resultado final del film, ya que asumen que Spielberg entregará una versión dulcificada de la idea de Kubrick.

'Inteligencia artificial': la incomprendida odisea futurista de Spielberg

'Inteligencia Artificial' nace ya por tanto con detractores sobre sus espaldas, a lo que hay que sumar la difiícil digestión de un film que oculta bajo su cubierta de fábula familiar y cuento infantil (tiene indisimuladas referencias al relato de 'Pinocho'), una complejidad conceptual y un alcance reflexivo que aunque revisite -y trascienda- las teorías robóticas de Asimov, se acerca en ambiciones a las obras más sesudas de autores como Arthur C. Clarke o Phillip K. Dick.

La película sigue los pasos de David (interpretado por un inquietante Haley Joel Osment), un robot de nueva generación al que se le ha dotado de sentimientos humanos (incluida la capacidad de amar), que es adquirido por una familia destrozada por la ausencia de su hijo en coma. La singular idea del padre, es adquirir como regalo para su esposa este droide y así tratar de diluir el trauma familiar. Las dificultades de adaptación iniciales se verán acrecentadas cuando el hijo despierte del coma y ambos tengan que compartir la atención materna.

David posee la única ambición existencial de lograr el cariño de su madre de adopción y por tanto sufre un serio revés cuando tras una serie de conflictos es abandonado en el bosque en una escena de inolvidable dureza, magníficamente rodada. Iniciará entonces una odisea para reencontrarla en la que se topará con un mundo decadente en el que los viejos modelos de robots son torturados en ferias públicas y los nuevos modelos son utilizados para proporcionar placer sexual (aquí entra en juego el personaje de Jude Law, que se convierte en protector y cómplice del protagonista en su viaje).

'Inteligencia artificial': la incomprendida odisea futurista de Spielberg

Donde nacen los sueños

El relato gira entonces bruscamente desde la fantasía familiar del inicio hacia una oscura e inquietante distopía futurista magníficamente ambientada, en la que escenarios como Rouge City quedan grabados en la memoria cinéfila. Y aunque la película atraviese ciertos baches narrativos en su tramo central, el espectador nunca deja de sentir empatía por el empeño del protagonista y lo acompaña con inquietud en su búsqueda de ese 'hada azul' que cree que le llevará de vuelta a casa.

La interminable búsqueda de David le dirigirá literalmente al fin del mundo. Y resulta estremecedor ese tramo en el que contemplamos Manhattan sumergida en el océano. Muchos comentan que el film debiera terminar en ese momento de devastación y rechazan un epílogo en el que David finalmente obtiene el premio (con cierta trampa) del ansiado reencuentro. Es sin embargo ese desenlace, tan lleno de ternura y lirismo, con un falso 'happy ending' de envenenadas connotaciones que muchos no quisieron entender, lo que convierte al film en una obra tan atrevida como emotiva, a lo que contribuye una vez más el maestro John Williams, que aporta a la película una de las mejores bandas sonoras que jamás ha creado.

Es por tanto 'Inteligencia Artificial' una obra de una rara belleza visual, que deja escenas de enorme fuerza (el incidente en la piscina, el citado abandono, el reencuentro de David con su creador...) para acabar erigiéndose en un relato futurista de fuerte componente reflexivo y una conmovedora meditación sobre aquello que nos hace humanos. Un inolvidable viaje al lugar 'donde nacen los sueños' de la mano de un cineasta superdotado que pone todo su talento en juego en una película a la que el tiempo colocará en el lugar que se merece: entre las obras maestras de la ciencia-ficción cinematográfica.