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CRÍTICA

'La espuma de los días': A Michel Gondry se le va la mano

El director se deja llevar por los excesos con tal de dejar su impronta sin importarle lo más mínimo todo lo demás. Ya en cines.

Por Adrián Lavado Moreno 27 de Septiembre 2013 | 13:30

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Al anunciarse que el reputado director Michel Gondry iba a adaptar la aclamada novela del polifacético Boris Vian, 'La espuma de los días', todo hacia presagiar que nos encontraríamos ante la unión de dos artistas cuyos trabajos podían compenetrarse a la perfección. Las primeras imágenes de la producción dejaban un sabor esperanzador, al comprobar que el director había contado con los medios suficientes para adaptar de forma imaginativa el ambiente surrealista donde se desarrolla la acción.

'La espuma de los días'

Los primeros compases de metraje nos sitúan en un extraño mundo que no se rige por las reglas de nuestra realidad y por el que se desenvuelven unos alocados personajes que parecen estar en un estado de excitación constante. Sin embargo, lo que al principio puede parecer interesante al ver que no existen limitaciones para mostrarnos objetos y situaciones curiosas, acaba resultando a todas luces frustrante cuando descubrimos que Gondry está más preocupado por mostrar pequeños detalles fantasiosos, que no ayudan en nada a desarrollar la acción, que en contar una historia.

La acción pasa de ser nerviosa, histérica y excesiva durante una primera parte a de pronto imbuirse en el mayor de los pesimismos con un ambiente opresivo y deprimente. Este marcado cambio de tono hubiera sido efectivo si el director se hubiera preocupado un poco más por desarrollar a sus personajes y no haberse quedada embobado en la singularidad de su escenario. Muchas películas han abordado ambientes surrealistas y de marcado realismo mágico, acordándome de estupendas obras como 'Brazil', 'El tambor de hojalata' o 'Léolo', pero lo que en aquellas se utilizaba para ofrecer una profunda reflexión sobre la sociedad aquí no es más que el todo. 'La espuma de los días' deja constancia que domina a la perfección la forma, olvidándose por completo del fondo.

Los diálogos y reflexiones de los personajes se ven supeditados a una puesta en escena cargante y pagada de sí misma, que no consigue ver más allá de sus propios ojos. La intención de marcar absolutamente todo con una impostada huella autoral lastra por completo cualquier atisbo de crítica social que pueda haber en su contenido. Hay momentos en los que podemos ver más el poso de Boris Vian que la megalomanía de Gondry, pero son tan fugaces que no logran calar en el espectador.

'La espuma de los días'

Tampoco ayudan la pobre descripción de sus personajes que no causan ningún tipo de empatía y que se mueven al antojo de lo que pueda dar de sí su ambiente. En un momento de la película, la pareja protagonista juega a decir banalidades, sin ser conscientes que eso es lo que hacen la mayor parte de su tiempo con sus diálogos infantiloides y naífs.

Audrey y los mundos de 'Amelie'

En el apartado actoral podemos destacar el gran trabajo de su reparto masculino. Romain Duris, como un espléndido Colin, que sabe reflejar en su rostro el paso de la jovialidad a la más absoluta tristeza mucho más que todos los trucos de cámara y estilísticos de los que hace gala su director. Así como unos notables Gad Elmaleh y Omar Sy. Lástima no poder decir lo mismo de Audrey Tautou, actriz de demostrado talento, que en muchas ocasiones parece estar anclada en su archiconocido personaje de 'Amelie' y actuar con el piloto automático puesto, regalándonos en esta ocasión toda una serie de muecas bobaliconas.

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