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CRÍTICA

'Sólo Dios perdona': una ensoñación inadaptada bañada en sangre

Ryan Gosling se mete en la piel de un hombre cegado por la sed de venganza en su segunda colaboración con el director de 'Drive'. Ya en cines.

Por Adrián Peña 1 de Noviembre 2013 | 09:00

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Cuando en 2011 'Drive' llegó a las pantallas de cine de todo el mundo, un nuevo nombre surgió de (prácticamente) la nada para erigirse como nuevo rey del cine independiente norteamericano al que rendir culto: Nicolas Winding Refn. El director danés afincado en USA, hizo converger a Charles Bronson, Kenneth Anger y Romeo y Julieta creando una de aquellas pocas obras que logran la armonía perfecta entre recepción pública y crítica. Una película que, pese a contener ciertas obsesiones que han perseguido a Refn a lo largo de toda su filmografía como, por ejemplo, ese interés por la recreación en la atmósfera y estética de la historia o las explosiones secas y crudas de violencia, poco tenía que ver con sus anteriores trabajos. Veremos cómo el público que se enamoró de Refn en el 2011, recibe su última película, 'Sólo dios perdona', un filme en el que el cineasta danés vuelve a los caminos sinuosos, oníricos y feroces de su trilogía 'Pusher' y, sobre todo, 'Fear X'.

'Sólo Dios perdona'

Dejémoslo claro desde el principio y no volvamos a reincidir en el tema. 'Drive' y 'Sólo Dios perdona' juegan en terrenos completamente distintos, así que analizarlas o compararlas siguiendo los mismos patrones no tendría sentido alguno. 'Sólo Dios perdona' es una obra críptica y profundamente alegórica. Una obra de narración serpenteante que se ve sometida al dictado de sus imágenes, donde la vigilia se confunde con la ilusión y donde el espacio y tiempo se difuminan constantemente. Julian (Ryan Gosling), su protagonista, es un individuo lastrado por un complejo de Edipo del que no se puede deshacer. Un pobre diablo marcado por su pasado, un pasado traumático que obstaculiza sus relaciones sociales y del que desea redimirse. Condenado por su tóxica familia a vivir en un mundo de violencia, es arrastrado por su dominante madre (una excelente e irreconocible Kristin Scott Thomas) a vengar la muerte de su díscolo hermano mientras es acechado por Chang, un policía jubilado y sus secuaces.

Los personajes del filme no responden a arquetipos convencionales sino que son la proyección de figuras simbólicas de marcado carácter religioso. Julian responde a la imagen del pecador, la madre a la del Diablo que le induce a pecar y, el policía, es el Dios al que hace referencia el título. Un Dios que, como el propio Winding Refn ha comentado, se asemeja al del antiguo testamento, capaz de castigar duramente o redimir sin condiciones. Julian ama y desea al Diablo, sabe que es de donde proviene, pero anhela constantemente el perdón de Dios en sus sueños. Un deseo que es mostrado al espectador en un juego de espejos entre lo real y lo onírico que recuerda al David Lynch de 'Carretera perdida' o al Orson Welles de 'El proceso'.

El espacio onírico

Precisamente, uno de los aspectos más fascinantes del filme, es el tratamiento que Refn le da al espacio. La película transcurre a caballo entre dos mundos, el exterior (la realidad) y el interior (los sueños del protagonista) que Refn diferencia a través de la modulación del tiempo narrativo y la alteración del espacio para, luego, combinarlos en la sala de montaje y darles sentido. Cuando Julian sueña, la narración, junto a las imágenes, se ralentizan, la atmósfera se enrarece, la música se enturbia y la pantalla se baña en rojo (sangre). Vemos como su silueta avanza temerosa por un pasillo, condenada a recorrer esa especie de purgatorio antes de recibir el perdón que, el cineasta danés, vincula estrechamente con el castigo.

'Sólo Dios perdona'

Robert Bresson creía que las manos eran nuestro contacto con la realidad, el lugar de donde emanan nuestras acciones y, a partir de ahí, creaba su puesta en escena. En 'Sólo Dios perdona', Julian concibe la redención como un castigo. La redención sólo puede llegar una vez sea extirpado el origen de todos sus males, de donde emanan sus pecados: sus manos. De esta manera, 'Sólo Dios perdona' se trata de una hipnótica y epatante pesadilla que se recuerda como una ensoñación inadaptada bañada en sangre. Una tragedia griega donde se explora la venganza, el perdón y la redención desde una violencia llevada al paroxismo. Un filme que, haciendo uso de aquel test cinéfilo inspirado por Nicole Brenez, comprenderemos de forma fragmentaria y lenta durante toda una vida.