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CRÍTICA

'Agosto': El infierno familiar de los Weston

La traslación a la gran pantalla de la aclamada obra teatral de Tracy Letts saca el máximo partido al texto original, con la ayuda inestimable de un reparto en estado de gracia.

Por Adrián Lavado Moreno 9 de Enero 2014 | 10:30

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El regreso al seno familiar motivado por un hecho que se escapa de las manos de los personajes involucrados en la trama es algo que hemos visto en infinidad de películas. En este caso, la desaparición del padre de familia obligará a todos los miembros del clan a reencontrarse y sentarse a la mesa, para sacar las rencillas del pasado que afectan de manera directa al presente. 'Agosto', segundo trabajo en la dirección cinematográfica de John Wells, tras debutar con la fría 'The Company Men', se erige como un vehículo para lucimiento de su espectacular reparto, pero sin dejar a un lado la importancia del texto original y la creación de un espacio opresor.

'Agosto'

Pese a las grandes dimensiones de la casa de la familia Weston, situada en el estado de Oklahoma, desde los primeros compases podemos sentir la angustia que van a vivir los personajes a lo largo de la historia. Una casa cerrada a cal y canto, repleta de muebles inservibles, y un calor abrasador que se palpa en el ambiente. El hogar familiar no entendido como algo liberador, sino como un auténtico infierno por el que es mejor transitar lo menos posible. Lejos de mostrarnos una estampa idílica que se irá desmoronando poco a poco, 'Agosto' pone enseguida las cartas sobre la mesa y muestra sin tapujos la verdadera cara de sus personajes. Ninguno parece sentirse a gusto bajo la atenta mirada de esa matriarca ruin y mezquina, que maneja los hilos sin ningún tipo de pudor.

Como todos esperamos, rencillas, resentimientos y secretos irán apareciendo, muchos de ellos cargados con un gran aire telenovelesco. Sin embargo, ahí entra en juego un guion muy bien trabajado por Tracy Letts, autor de la obra teatral en la que se basa, con unos diálogos amargos, mordaces e irónicos, que ayudan al espectador a identificarse con la carga que arrastra cada uno de sus miembros. Pese al gran número de personajes, todos y cada uno de ellos consiguen tener identidad propia y superar el mero arquetipo, mostrar diferentes caras de una misma moneda. Todas estas ideas se ven representadas a la perfección en una secuencia que tiene lugar durante la comida familiar, donde tanto los que hablan como los que se mantienen ausentes dejan al descubierto sus debilidades y deseos.

Mucho se está atacando a 'Agosto' por la palpable teatralidad, pero hubiera sido un gran error dejar a un lado sus orígenes. Grandes películas de la historia del cine se han sustentado en sus diálogos y la importancia de sus personajes. Wells hace todo lo que puede por crear un espacio y después, con una planificación en la que abundan los primeros planos, deja que sus actores hagan el resto, manteniéndose como un asistente incómodo al que nadie ha llamado a participar del amargo festín.

'Agosto'

Meryl Streep vuelve a hacer la jugada de siempre, rozar la sobreactuación pero sin llegar al exceso o la parodia. Julia Roberts hacía años que no estaba tan bien en la gran pantalla, otorgando a su personaje una serie de matices que hace que se sienta más interesante de lo que verdaderamente es. Aunque el peso de la trama recaiga en mayor medida en las actrices citadas, el resto del reparto, sin excepción, sabe sacar el máximo partido posible a las escasas escenas en las que se les permite lucirse. Como buena película de mujeres, Margo Martindale, Julianne Nicholson, Abigail Breslin, Juliette Lewis y Misty Upham tendrán una mayor relevancia que los miembros masculinos, interpretados por Ewan McGregor, Benedict Cumberbatch, Sam Shepard, Dermot Mulroney y Chris Cooper.

Sin piedad

Aunque 'Agosto' sea una propuesta que se le nota en las costuras su intención última de arrasar en la temporada de premios (ingredientes no le falta), con George Clooney y Harvey Weinstein pululando en la sombra, no quita que sea un producto más que satisfactorio y nada acomodaticio, sin mostrar ningún tipo de compasión por sus personajes. La catarsis propia de este tipo de eventos nunca llega, haciendo que todos huyan arrastrando su condena y que, a pesar de una clara excepción, acaben de nuevo en el punto de partida.