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PRECRÍTICA

'Oh, Jerusalén', haciendo aburrir a la historia

Poco más que un desafortunado telefilm puede ser considerada esta adaptación de la novela de Dominique LaPierre y Larry Collins.

Por Óscar Martínez 4 de Julio 2008 | 16:54

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Tras diversos retrasos, parece que finalmente 'Oh, Jerusalén' llegará a nuestras pantallas a principios de julio.

Basada en el best-seller de Dominique Lapierre y Larry Collins, dirigida por Elie Chouraqui y protagonizada por Saïd Taghmaoui, JJ Feild, Patrick Bruel, Ian Holm, Maria Papas, Tovah Feldshuh y Cécile Cassel, Oh, Jerusalén recrea la historia de la creación del estado israelí, en 1948, a través de dos amigos, uno árabe y el otro judío. Contada desde diferentes puntos de vista, en el filme se mezclan valor, violencia, política y un fuerte sentido de la moralidad. Su historia les lleva desde las calles de Nueva York a la Tierra Prometida, donde arriesgan sus vidas luchando por lo que creen.

Desgraciadamente, la única virtud que se le puede atribuir a esta adaptación de la celebrada novela de Dominique Lapierre y Larry Collins se limita a su minucioso detallismo histórico, valía que ni siquiera mantiene relación con la propia película, si no que recae más bien en los autores de la obra original.

'Oh, Jerusalén' carece totalmente tanto de fuerza como de consistencia, lacras que proceden tanto de una dirección insípida y desapasionada como de unas interpretaciones risibles, de las cuales ni siquiera un sobreactuado Ian Holm merece ser salvado de la quema, convirtiendo a la película en lo que despectivamente conocemos como un mero telefilm.

Cómo hacer aburrir una historia fascinante

Puede que su dudosa calidad haya sido el motivo de que una película estrenada en el año 2006 no llegue hasta ahora a nuestras salas (si bien coincide con el sesenta aniversario de los hechos acaecidos en ella), y es que cuesta comprender cómo una historia tan apasionante, repleta de sentimientos enfrentados y tan rica en matices y visiones como es el origen del conflicto árabe-israelí, todavía vigente en la actualidad, pueda quedar reflejado con semejante ausencia de carisma y garra. De este modo, los diferentes puntos de vista plasmados en la novela de Dominique Lapierre y Larry Collins quedan reducidos a una insulsa transliteración del drama y la heroicidad, de la tragedia y el devenir de los violentos acontecimientos que rodearon el nacimiento del Estado de Israel.

Así pues, los atentados y las masacres, las conversaciones y las treguas perpetrados por la Legión árabe o el Grupo Stern, por personajes como Ben Gurion y Golda Meir, se suceden en 'Oh, Jerusalén' sin pena ni gloria, con tan poca pasión como las historias personales de unos personajes fácilmente olvidables, en una película que trasmite mucha más fuerza y verosimilitud en las introductorias secuencias de archivo que se nos muestran puntualmente que en el grueso de su metraje.

Totalmente prescindible, la verdad.

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