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CRÍTICA

'Suite francesa': Melancólica melodía

Analizamos la adaptación cinematográfica de la obra escrita por Irène Némirovsky, cuyo estreno está previsto para el 8 de mayo.

Por Víctor Martín Ibarreche 8 de Mayo 2015 | 12:11

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Los terribles hechos acontecidos durante la Segunda Guerra Mundial han sido siempre una importante fuente de inspiración para las diferentes artes, que a través de diversas y distintas obras recuerdan al mundo los horrores de una época pasada cargada de dolor y sufrimiento.

 'Suite francesa'

Cuando Irène Némirovsky comenzó a escribir los primeros manuscritos de su inacabada obra 'Suite francesa', el incierto final del conflicto quedaba todavía muy lejos para los que sufrían sus consecuencias. En julio de 1942, la autora fue detenida por su ascendencia judía y deportada al campo de concentración de Auschwitz, dónde falleció poco después. La obra, encontrada entre sus pertenencias por su hija, no fue publicada hasta el año 2004. Impulsada por el gran éxito de la novela llega ahora a la gran pantalla su adaptación cinematográfica, de la mano del director británico Saul Dibb.

La trama nos sitúa en un pequeño pueblo francés llamado Bussy durante la ocupación alemana. Lucille Angellier, nuera de una de las privilegiadas burguesas de la ciudad, espera la vuelta de su marido, en paradero desconocido tras ser capturado por los alemanes. Mientras la situación en casa se vuelve insostenible a causa del asfixiante comportamiento de su suegra, Lucille comienza a sentirse atraída por Bruno, el oficial alemán al que hospedan. Pronto, la joven deberá decidir si dejarse llevar por sus sentimientos o hacer lo correcto.

 'Suite francesa'

La ausencia de color y calidad del metraje grabado durante la Segunda Guerra Mundial ha creado una barrera que impide al público comprender realmente que se sentía en medio del conflicto. Uno de los aspectos clave de la película es justamente su capacidad de derribar ese muro mediante un espectacular trabajo de ambientación, que provoca la inmersión total del espectador desde el minuto uno. En lugar de situarnos en el núcleo del conflicto, narrando grandes hazañas bélicas, la trama nos aleja del frente para mostrar la vida de la población civil en los pueblos ocupados. Este planteamiento original de la obra de Némirovsky, que se centra en un aspecto ciertamente olvidado en las producciones basadas en la Segunda Guerra Mundial, favorece considerablemente la implicación del espectador en la trama.

El desarrollo de la acción, a pesar de presentar un ritmo pausado, fluye en todo momento, permitiendo que la película no resulte pesada en ningún momento. Esta fluidez es reforzada por un buen guion, que durante todo el metraje se mantiene sólido y en el que todo acontecimiento tiene su razón de ser, si bien en algunas ocasiones el comportamiento de los personajes resulta un poco forzado, especialmente en el caso de Bruno.

A pesar de que Michelle Williams realiza un excepcional trabajo interpretando a la protagonista Lucille, queda eclipsada por la espectacular labor de Kristin Scott Thomas, que se mete de lleno en su personaje con una actuación magistral encarnando a su suegra, Madame Angellier. Matthias Schoenaerts cumple perfectamente como Bruno, si bien el papel tampoco le exige demasiado trabajo interpretativo. Resulta curiosa la participación de una irreconocible Margot Robbie como una de las habitantes del pueblo.

 'Suite francesa'

El sonido, capital

Desde el inicio de la película, el sonido se convierte en el gran aliado del director para amplificar las sensaciones transmitidas a través del metraje. De esta manera, a través del ruido de aviones aproximándose al pueblo o del lejano estruendo de los disparos, el equipo técnico consigue reforzar en la implicación del espectador en la trama y su sensación de pertenencia al universo que está contemplando en la gran pantalla.

Mención aparte merece su sublime banda sonora, que se presenta como un elemento central, no sólo del apartado técnico, respondiendo satisfactoriamente a las necesidades de la trama, sino también del apartado narrativo, a través de la canción compuesta e interpretada por Bruno en el piano de Lucille. La canción, cuyo nombre da título a la película, se convierte en un vehículo de emociones en el que quedan plasmados los sentimientos de los protagonistas, siendo el único elemento que inspira tranquilidad en medio de una época dominada por la incertidumbre y el sufrimiento.