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CRÍTICA

'Una segunda madre': Niñera mía

Con una carta de presentación muy atractiva (premios en los festivales de Berlín y Sundance), nos llega la cuarta película de la brasileña Anna Muylaert.

Por Daniel Lobato Fraile 27 de Junio 2015 | 09:17

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Val (Regina Casé) es una mujer que lleva media vida cuidando de otros. Trabaja como niñera para una familia acomodada en Sao Paulo, mientras su hija, de la misma edad del niño al que cuida, crece sin ella. Y Bárbara (Karine Teles), la patrona, tampoco ejerce un rol materno fuerte para su propio retoño, quien se refugia en Val. Las piezas están todas fuera de lugar.

Una segunda madre

El tiempo pasa, los lazos se refuerzan o se debilitan y Jassica (Camila Márdila) emerge como un terremoto en la rutina de Val. La hija "vuelve" a casa y salen a relucir los problemas sin resolver, así como una serie de realidades que vienen marcado a la sociedad brasileña contemporánea.

Este es quizás el punto más interesante de esta comedia dramática (ya cuarto film de Anna Muylaert) galardonado con el Premio del Público en Berlín y con el Premio del Jurado en Sundance (detalle importante para una cinematografía en desventaja de técnica y calidad en comparación con otras como la argetina o la española). 'Una segunda madre' sirve de espejo de una sociedad que vive en un continuo contraste, en el que las diferencias de clase son palpables y en la que las apariencias tienen un poder condicionante sobre los comportamientos de la gente muy importante. La figura de la niñera está muy asentada en los núcleos familiares brasileños, rara es la familia que no acude a una para que les ayude a criar a los suyos y Muylaert lo aborda con conocimiento de causa. La directora vivió con una, y ya de adulta, muchas de sus parejas amigas acudían a ellas. Así, 'Una segunda madre' tiene, si no un cierto poso autobiográfico, sí de experiencias de primera mano. Y eso se transmite.

Además, al focalizar la narración en la unidad más básica, la familia, es fácil reflexionar acerca de temas más amplios, como el ya apuntado de las relaciones de clase. La cineasta propone un ejemplo concreto que puede extrapolarse a otras tantas situaciones e inferir la generalización del conflicto. Desde el primer momento la línea que separa a Val y Bárbara queda muy bien delimitada; pero no es hasta que Jessica irrumpe con su descaro y jovialidad, cuando las normas no escritas se hacen visibles y, más importante, se ponen en cuestión. Se produce entonces el conflicto que vertebra el grueso de la película. Un conflicto social, de educación y personal.

Una segunda madre

Emociones

Anna Muylaert expone una interesante variedad de emociones, aunque muy contenidas. Tanto la forma de actuar de los personajes como el propio desarrollo de la trama se basan en las sutilezas. Hasta que no llega el momento del clímax, las cosas se van cocinando a fuego lento, en un tempo muy medido que no se permite excesivas subidas de tono. Esto ayuda a profundizar en los personajes y sus diferentes situaciones, pero también puede impacientar a aquel tipo de público que no esté acostumbrado a esta narrativa.

Regina Casé, su protagonista, es el corazón de la película. Inspira muchísima ternura y resulta tremendamente fácil empatizar con ella, alentarla en sus decisiones y comprender sus errores. Anna Muylaert construye con ella un personaje muy realista, fiel reflejo de lo que hemos ido contando hasta ahora. Conduciendo a un final abierto a muchas posibilidades, al futuro, como la vida misma.

'Una segunda madre' es una película de personajes y diálogos. La acción está muy concentrada en pequeñas localizaciones que tienen un fuerte componente narrativo, no se limitan a ser espacios por los que se pasean los protagonistas, sino que la interacción de los mismos con ellos sirve para crear una capa metafórica muy enriquecedora. También, obviamente, expuesta de forma muy sutil.

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