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CRITICA SITGES 2008

'Transsiberian', extraños en un tren

La nueva película de Brad Anderson no cumple las expectativas, quedándose en poco más que un interesante entretenimiento.

Por Óscar Martínez 3 de Octubre 2008 | 17:15

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Dirigida por Brad Anderson, responsable de títulos como 'El maquinista', 'Sesión 9' o 'Próxima parada Wonderland', y protagonizada por Woody Harrelson, Emily Mortimer, Kate Mara, Eduardo Noriega, Thomas Kretschmann, Ben Kingsley y Samantha Morton, a mediados de octubre llega a nuestras salas 'Transsiberian', si bien pocos días antes será proyectada en la Secció Oficial Premiere (rebautizada como Secció Oficial fora de competició) del Festival de Sitges.

La película cuenta la historia de Roy y Jessie, quienes, tras una estancia en Pequín, deciden viajar a Moscú en el mítico Transiberiano, el ferrocarril que une la Rusia europea con las provincias del lejano Oriente ruso, Mongolia y China. Aunque la gente que viaja en el gigantesco y algo tétrico tren es bastante extraña, conocen a otra pareja, Carlos y Abby, dos jóvenes que viajan por el mundo impartiendo clases de inglés y comprando objetos en un país para revenderlos en otro, como las muñecas rusas "Matryoshka" que, según Carlos, pueden reportar jugosos beneficios en Amsterdam. No obstante, sus caminos se cruzan con el del Inspector Grinko, quien viaja desde Vladivostok siguiendo la pista de los asesinos de un traficante de drogas, así como del importante alijo que llevaba. Lo que tendría que haber sido un viaje placentero pronto se transformará en la peor pesadilla de Roy y Jessie, cuando se ven atrapados en el oscuro mundo del tráfico de drogas y de la traición. Ahora saben que, mientras el tren esté en marcha, no hay escapatoria posible...

Extraños en un tren

Hablar de espléndida revisión del suspense clásico de Hitchcock, tal y como reza, ostentosa, la leyenda de su cartel, se le antoja a un servidor una aseveración harto pretenciosa. Nadie pone en duda que la nueva película de Brad Anderson se nutre y sustenta de los elementos clásicos del género, pero desgraciadamente el agravio comparativo entre 'Transsiberian' y el grueso de la filmografía del llamado maestro del suspense resulta más que patente; esto no quita que Transsiberian sea una recomendable película, sobretodo si en lugar de pretender compararla con los clásicos del género lo hacemos con los productos actuales.

Todo hay que decirlo, cabe reconocérsele a Brad Anderson la capacidad de construir un thriller lo suficientemente atrayente en base a un entramado elemental, cuyo principal atractivo radica en su exponencial complejidad, además de servirnos de ilustradora moraleja basada en la máxima de una mentira lleva a otra mentira.

'Transsiberian' se encuentra escindida en dos mitades correlativas aunque claramente divergentes tanto en ritmo con en estilo, marcadas por la salida de escena del personaje de Eduardo Noriega y la (re)aparición del inspector de policía encarnado en la figura de Ben Kingsley; jugando siempre con el contraste entre el claustrofóbico tren en el que se desarrolla la acción y la inmensidad de los fríos parajes hibernales que éste recorre, 'Transsiberian' engaña hábilmente al espectador retratando parsimoniosamente a sus personajes y haciéndolos interactuar, relajándonos con una primera mitad que coquetea constantemente con el drama en clave de affair y que, súbitamente, nos transporta a un vertiginoso viaje en el que la tensión se erige como principal baza.

Por desgracia, la película de Brad Anderson se nos antoja, quizá, excesivamente dilatada, conllevando los consecuentes altibajos argumentales nacidos de un guión que pierde su capacidad de sorprendernos a medida que su entramado se complica, llegando a la obviedad de un desenlace final que, todo hay que decirlo, equilibra la balanza tanto con su desdenfrenado ritmo como con su puntual crueldad transmutando el miedo, el engaño, la duda y el desasosiego moral omniscientes en su primera parte por la corrupción, la tortura y los tiroteos y demás artificios.

Así y todo, 'Transsiberian' es un producto más que recomendable, entretenido en líneas generales aunque puntualmente fastuoso en su constante afán de introspección que, por contra, encuentra su mayor atractivo en la interpretación de una Emily Mortimer cuyo personaje focaliza el grueso del drama psicológico en forma de duda moral.

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