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CRITICA SITGES 2008

'Red', no sin mi perro

A pesar de su exíguo presupuesto, Red' se ha convertido en uno de los títulos a tener en cuenta del festival, además de proporcionarle a Brian Cox el premio al mejor actor.

Por Óscar Martínez 14 de Octubre 2008 | 09:22

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Dirigida por Trygve Allister Diesen y Lucky McKee y protagonizada por Brian Cox, Noel Fisher, Tom Sizemore, Kyle Gallner, Shiloh Fernandez, Marcia Benneth, Lauren Birkell, Keith Buterbaught, Kim Dickens, Amanda Plummer y Robert Englund, 'Red' es una de las películas presentadas en la Secció Oficial del Festival de Sitges 2008.

Basada en una novela de Jack Ketchum y con guión de Stephen Susco, la película narra la historia de Avery Ludlow, un hombre de avanzada edad que, mientras se encontraba de pesca con su perro, es asaltado por tres jóvenes del lugar. El acoso finalizará con la muerte del animal, por lo que Ludlow hará lo que esté en su mano por obtener justicia.

A caballo entre el género puramente costumbrista y esa seca violencia tan propia del cine de Sam Peckinpah, 'Red' se nos descubre como una más que interesante propuesta acerca de la redención y el concepto de justicia, además de una alegoría sobre la acelerada metamorfosis cívica que adolece la sociedad contemporánea.

A pesar de su ambientación bucólica y el resto de elementos genéricos que la conforman, Red no es el típico confrontamiento entre rednecks y urbanitas que bien pudiera parecer en primera instancia: siguiendo la estela de muchos otros títulos recientes como la adaptación de otra novela de Jack Ketchum, 'The girl next door', 'An american crime' o la infravalorada de 'The dead girl', la película de Trygve Allister Diesen y Lucky McKee se sirve de un suceso puntual para realizar un retrato de esa suerte de América rural cuna de esos idílicos valores tradicionales que el American Gothic se encargaría de desvirtuar.

Radiografía de una sociedad en cambio

Pero, como decíamos, 'Red' no aborda el típico lance entre dos mundos tan atávicos como el rural y el urbano, si no más bien ahonda en la pérdida de esos valores tradicionales vinculados al primero, a través de la introspección de sus protagonistas: de este modo, la supuesta gratuidad de tan vandálico acto por parte de los tres jóvenes se nos raciocinia finalmente a través de un entorno hostil, ya sea como consecuencia de una familia disfuncional (con unos impagables Robert Englund y Amanda Plummer), ya sea como consecuencia de un desmembramiento de la unidad familiar nacido del distanciamiento y la desidia paternos -'un nuevo rico al que tan sólo una generación lo separa de ser un redneck', tal y como lo definen textualmente en la película- por motivos tanto laborales como sociales.

Es por ello que 'Red' se nos antoja como un perturbadora reflexión en la que se ponen en duda tanto la supervivencia de los valores tradicionales, como la propia legitimidad de dichos valores. La radiografía moral que supone ser 'Red' nos presenta al personaje interpretado por Brian Cox como un ser atormentado por las desdichas de toda una vida, un moribundo baluarte del pasado que ve cómo los valores que considera fundamentales se desmoronan en las nuevas generaciones, si bien el germen de dicho derrumbe se nos muestra como consecuencia de la negligencia de la generación inmediatamente precedente, la de los actuales padres.

Por ello, el personaje de Avery Ludlow tan sólo busca de manera obcecada una explicación, una lógica a un acto cuya arbitrariedad destruye por completo todo sus cimientos morales, y hará todo lo que esté en su mano por mantenerlos a salvo, en una reflexión muy similar a la encarnada en el sheriff Ed Tom Bell de 'No es país para viejos' y que desencadenará, finalmente, en una insatisfactoria justicia transmutada a descenso a los infiernos que no puede dejar de recordarnos tanto en fondo como en forma a una suerte de versión comedida de 'Quiero la cabeza de Alfredo García'.

De ritmo lento y con un cuidado tratamiento de los detalles -esos planos a la puerta arañada por el perro, el cuenco de la comida vacío...- 'Red' se nos descubre como un humilde y detallado análisis de ese constante cambio tanto social como generacional de la condición humana, en el que delitos y faltas adoptan un ambiguo cariz en en que nadie parece ser merecedor de la redención total.

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