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CRÍTICA

Crítica de 'Sin hijos': La efectividad de la sencillez

La nueva comedia del director argentino Ariel Winograd nos regala una divertida historia sobre el amor y los hijos, con reparto liderado por Maribel Verdú y Diego Peretti.

Por Héctor Alabadí Toledo 15 de Agosto 2015 | 09:07

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Cada género tiene sus reglas, su tópicos y sus estructuras que se repiten con frecuencia en la gran pantalla. La comedia romántica desprende su propio aroma, tiene su propio sello, solamente observando su cartel somos capaces de adivinar qué tipo de película es. Estos films nos presentan personajes cuyo motor narrativo es la búsqueda del amor, llegando normalmente, salvo contadas excepciones, a una resolución feliz. En definitiva, un género que suele abusar de mucho tópicos, pero ¿y si es en los tópicos donde reside su éxito y su encanto?

La nueva película del argentino Ariel Winograd, 'Sin hijos', nos presenta una historia que se enmarca dentro de la comedia romántica clásica, donde algunos elementos se escapan de los tópicos del género y precisamente por ello destaca el guion.

 'Sin Hijos'

Esta coproducción entre Argentina y España nos cuenta la historia de Gabriel (Diego Peretti), un padre separado que ha dedicado la totalidad de su tiempo en volcarse en su hija de ochos años, Sofía (Guadalupe Manent). Vive sin ningún interés por las mujeres ni por rehacer su vida, hasta que un día todo cambia cuando se reencuentra con Vicky (Maribel Verdú), su amor platónico. Ella es una mujer guapa, independiente, de éxito, pero hay un inconveniente: odia a los niños. ¿Qué haces cuando sabes que la mujer que te gusta no soportará a tu hija? ¡Hay que borrar todo rastro infantil de la casa! ¿Y qué haces cuando tu hija vuelva a casa? ¡Hay que dejarlo todo tal y como estaba!

Después de unos títulos de crédito atractivos, la película se embarca en una amalgama de situaciones arquetípicas que funcionan como presentación de los personajes. Pero en el momento en que realmente se produce el enredo, con el protagonista en un callejón sin salida, es cuando logra captar nuestra atención y podemos disfrutar de una comedia romántica ligera, sin grandes pretensiones, pero tremendamente entretenida y divertida.

Un reparto irremplazable

Las sonrisas que nos arranca a lo largo de su metraje no habrían sucedido con unos actores simplemente correctos, necesitaba tres pilares fuertes que sustentaran los cimientos de la historia. La gran protagonista del largometraje es la pequeña Sofía, que cuenta con la soberbia interpretación de la jovencísima Guadalupe Manent. La naturalidad con la que da vida al personaje derrocha verdad, la madurez de sus diálogos la convierten en el blanco de la mayoría de los gags que mejor funcionan. Su relación con Diego Peretti, su padre en la ficción, genera todo tipo de desternillantes situaciones que desprenden una química especial. El actor argentino tiene la capacidad innata de hacernos sonreír con tan solo una mirada, una mueca o una expresión. Las disparatadas situaciones que le toca protagonizar, cuando debe cambiar la decoración de la casa según si le visita su hija o su novia, son los mejores momentos del film. Estas situaciones nos recuerdan a la mítica película "Señora Doubtfire", concretamente a la secuencia donde Robin Willims se intercambiaba entre hombre y mujer según la mesa que le tocaba atender. Pero no es la única referencia del film, bebe de otras comedias americanas como 'Notting Hill' en una clara alusión al inicio de la cinta.

 'Sin Hijos'

Pero, en un acertado reparto repleto de solventes intérpretes argentinos, brilla con luz propia la española Maribel Verdú. Sin duda, una de nuestras grandes actrices que, a pesar de haber trabajado con prestigiosos directores como Francis Ford Coppola, Alfonso Cuarón o Guillermo del Toro, no está todo lo aprovechada y reconocida que debiese. Resulta inexplicable que directores españoles tan internacionales como Pedro Almodóvar, Alejandro Amenábar o Juan Antonio Bayona, todavía no hayan contando con ella para ninguno de sus múltiples proyectos. Verdú ha sabido plasmar con elegancia la esencia del personaje. Incluso, se ha preocupado de reescribir ciertas partes del guion, a petición del director, para que Vicky fuera fiel a sus convicciones y no fuera incoherente con ella misma a causa de los tópicos del género.

Comedia ligera pero efectiva

El director argentino Ariel Winograd domina a la perfección la comedia, sabe qué hilos debe mover para cautivar al público. De hecho, la cinta se ha convertido en un gran éxito en Argentina. Su trabajo no destaca por su extraordinariedad, pero cumple su cometido, regalándonos una película amable que, incluso, nos hace reflexionar sobre los hijos. ¿Por qué una mujer está obligada a querer ser madre y, sin embargo, a un hombre nunca se le pregunta? La cinta sabe llevar la problemática social por un camino un poco menos previsible de lo que podíamos esperar. Aunque, que nadie se asuste, es una comedia romántica.

En el campo visual, Winograd abusa de innecesarios movimientos de cámara que nada aportan a la narración y que hasta nos desconcentran de lo que realmente está ocurriendo. Además, se recrea en narrar ciertas tramas con un tempo lento, cuando realmente la hilarante situación demanda una sucesión de imágenes más frenéticas. Eso sí, cuenta con unos títulos de crédito iniciales realmente originales, con una colorida estética que nos sumerge en el tono de la historia.

No estamos ante la película del año, pero, no cabe duda de que esta comedia familiar hará disfrutar a los amantes del género. Incluso, el público menos afín a las comedias románticas podrá entretenerse con una historia elegante, sencilla y ligera que conseguirá tanto divertirnos como emocionarnos. ¡Ah¡ Hay que ver los créditos finales al completo, porque nos regalan uno de los gags más graciosos de la película.

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