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CRÍTICA

'Irrational Man': veteranía

Woody Allen estrena una película que no será recordada como uno de sus mejores trabajos. Para fans del director neoyorquino y de Joaquin Phoenix.

Por Pedro Gómez Alberdi 24 de Septiembre 2015 | 18:04

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¿Ya ha pasado un año? Woody Allen podría convertirse en tu nueva forma de medir el tiempo, puesto que la regularidad con la que estrena un nuevo film funciona como un reloj. Quizás por esa razón la cita anual con él ya no despierta el entusiasmo de antes. "Rutina" sería la palabra que mejor describe la emoción con la que uno entra en la sala de cine. Y entonces llegan esos títulos de crédito tan clásicos, con los que Woody Allen abre todas sus películas, y la película arranca mansamente, como un bálsamo que te arropa y a cuya comodidad no puedes resistirte.

Las capacidades como narrador de Allen no van a ser puestas en entredicho en esta crítica. El genial neoyorquino sabe cómo contar historias y antes de que puedas evitarlo, tu vida y el mundo real han pasado a un segundo plano en detrimento de las vicisitudes de sus personajes. Con 'Irrational Man' el efecto es inmediato. Después de una breve presentación del personaje de Abe Lucas (interpretado por Joaquin Phoenix) ya queremos acompañarlo allá donde vaya. Sus miserias se nos antojan divertidas y su destino es un espectáculo para el que ansiamos los mejores asientos. A favor del magnetismo del personaje juega un Joaquin Phoenix que, como siempre, no defrauda. Se podrá alegar que el registro dramático que demanda el personaje es bidimensional, pero no confundamos la concisión con la simpleza. Joaquin Phoenix abraza su personaje y construye una interpretación natural y absolutamente convincente.

Coprotagonizando la cinta encontramos a una Emma Stone realizando uno de sus papeles más discretos, pero que encara con la dulzura y el encanto que la caracteriza. Cierra el trio Parker Posey, encarnando a una profesora de universidad sexualmente hambrienta.

Que el argumento de la película sea tan benigno es tan positivo como negativo. Por una parte, y como ya he dicho, está la facilidad con la que nos involucramos en el drama. Por otro lado, nada suena demasiado original, y al menos el punto de partida del profesor de filosofía alcohólico en crisis existencial, no escapa del estereotipo. De algún modo, sin embargo, Woody Allen se las ingenia para que ignoremos estas impurezas.

Veteranía

La calidad del director como narrador contrasta con su aparente insipidez a la hora de montar la escena (aspecto que suele ser el reproche más repetido a su filmografía). Si bien es cierto que quien disfruta su cine no lo hará por el virtuosismo con el que el director mueve la cámara. A la dirección anodina se le suma un guión que brilla en el arranque y en un primer giro de guión excelente (el de la conversación en la cafetería), pero que adolece de falta de recursos y de elocuencia excesiva (los continuos monólogos interiores de los personajes). Al guion se le podría achacar también un final un poco ¿brusco? Da la impresión de que el director estaba demasiado perezoso para elaborar un clímax más robusto. El tercer acto se precipita al vacío de un traspiés tan imprevisible como el que sorprende a Abe Lucas, dejando tramas como la de la profesora de biología sin culminar.

 Joaquin Phoenix, Emma Stone

Woody Allen, que puede ser malinterpretado como un realizador aburrido, salpica sus guiones con momentos totalmente inspirados. Y atención, porque ahora llegan SPOILERS. El hecho de que el personaje de Abe Lucas se proponga asesinar a un juez es quizás la metáfora menos sutil pero más desapercibida, en una historia en la que un hombre decide eliminar simbólicamente a la justicia, instaurando una anarquía en la que cada uno se rige por sus propias leyes.

La escena del revolver, cuando los universitarios se ponen a jugar a la ruleta rusa, también pasaría por casual, si no fuera por que el símbolo de la ruleta se repite en otra ocasión para reflejar la suerte del protagonista. Cuando Abe está en el parque de atracciones con Jill, este decide jugar a la ruleta, con afortunado resultado. Abe gana y presume de su buena suerte. Aquí tenemos un elemento recurrente, que puede ser visto como azaroso, pero que, a mi modo de ver, está más que razonado por Woody Allen.

La ironía florece al final, cuando la linterna que gana con la ruleta, hasta ahora signo de su buena suerte, se revela como signo funesto cuando le acaba conduciendo a la muerte.