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CRÍTICA

'El hijo de Saúl': redención

Crítica de 'El hijo de Saúl', debut del húngaro László Nemes que acaba de triunfar en los Globos de Oro en la categoría de Mejor película de habla no inglesa.

Por Pedro Gómez Alberdi 15 de Enero 2016 | 15:00

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La película abre con un incómodo plano desenfocado. En las distorsionadas formas y verduzcos tonos distinguimos lo que debe ser la toma de un bosque; un claro en primer término con un par de figuras humanas que languidecen en el margen de la imagen. Un borrón se apresura resolutivamente hacia nosotros, y se detiene en el punto justo en el que la cámara está enfocando, en un primer plano claustrofóbico, revelándose como una persona: Saúl, el protagonista de esta historia. A partir de aquí no nos separaremos de él, y le acompañaremos en su calvario siempre a la misma distancia de lacerante intimidad.

László Nemes dirige esta 'El hijo de Saúl', que ha sido capaz de generar el entusiasmo unánime de la crítica especializada. Lo más probable es que el nombre de este director procedente de Hungría no te diga nada, lo cual resulta comprensible teniendo en cuenta que se trata de un completo desconocido. De ahí que su debut haya resultado más asombroso si cabe, motivando un torrente de alabanzas y pronósticos de una carrera estelar. Que no te extrañe si a partir de ahora empiezas a oír su nombre más a menudo.

 El hijo de Saúl 1

La película nos pone en la piel de Saúl Ausländer ("extranjero" en alemán), un Sonderkommando en el campo de concentración de Auschwitz durante la 2ª Guerra Mundial. Las funciones de estos Sonderkommando son hoy día conocidas en toda su monstruosidad, y representan quizá uno de los estados más bajos que ha alcanzado la humanidad jamás. Los hombres que ingresaban en estos grupos lo hacían contra su voluntad, y si bien eran prisioneros igual que el resto, sus tareas diferían mucho de las de un preso normal. Esencialmente se encargaban de escoltar a los prisioneros a las "duchas", esperar el exterminio, volver a entrar a las cámaras para registrar los cuerpos en busca de objetos de valor, y luego llevar estos cuerpos a los hornos para incinerarlos. Muchas veces se trataba de sus amigos, vecinos e incluso familiares, y la resistencia se pagaba con la muerte.

La película comienza con Saúl desempeñando su horrible tarea, conduciendo a sus incautos compañeros a la muerte con la eficiencia de un autómata, absorto del horror que le rodea. Cuando llega el momento de deshacerse de los cadáveres hay algo que lo arranca de su aislamiento. Reconoce a alguien entre el montón de cuerpos inertes: su hijo. O al menos él así lo asegura y se propone salvarlo de los hornos. Sus compañeros tratan de disuadirlo, le aseguran que no se trata de su hijo, pero Saúl ha tomado la determinación de preparar un entierro religioso para el niño, y no escuchará a nadie que intente detenerlo. Así, la premisa está dispuesta, y en torno a este objetivo tan claro se desarrollará toda la estructura de la película. Lo cual no quiere decir que Saúl lo vaya a tener fácil, pues sus creencias religiosas le obligarán a buscar un rabino que pueda oficiar el entierro del niño, y por las circunstancias en las que se encuentra emprenderá una odisea para conseguirlo.

Formato radical

La fascinación que ha despertado la película probablemente no se deba a su temática. Cientos de películas se han aproximado al Holocausto desde diferentes planteamientos o enmarcadas en los más diversos géneros, pero es la radical decisión formal del director para contarnos esta historia lo que la convierte en un logro inaudito.

 El hijo de Saúl 2

Ciertamente resulta muy interesante la idea de contar toda la historia únicamente a través de los ojos de Saúl, y de hacerlo desde el hermetismo que vive el personaje. El planteamiento formal extremo de cerrar tantísimo el plano de forma que solo veamos el rostro del protagonista, y de que toda la barbarie suceda fuera de campo resulta en una audaz excusa ideológica, pero que en última instancia puede extenuar al espectador.

La calidad artística de la película no va a ser puesta en entredicho en esta crítica, pero es inevitable plantearse si el 'El hijo de Saúl' es una película pensada para el público medio, o más bien para las élites académicas del séptimo arte o para los críticos más exigentes. Por ponerlo de otro modo, es imposible cuestionar el virtuosismo de la película, pero de ahí a entretenerse con la experiencia hay un trecho.

Se agradece la decisión del director de rodar la película en tantos idiomas distintos, lo que amplifica la sensación de realismo, algo que lamentablemente se perdería al ver una versión doblada. 'El hijo de Saúl' queda como una asombrosa opera prima de un director al que habrá que seguir la pista, y que presumiblemente pasará a la historia como un valiente ejercicio estilístico y una de las más cruentas visiones del Holocausto. Sin ser una película particularmente alegre, debido principalmente a la temática y a sus limitaciones autoimpuestas, el plano final de la película consigue transmitir cierto optimismo cuando el encuadre finalmente se abre a un vista del bosque por la que un niño se pierde corriendo.