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CRÍTICA

'Viva': La libertad de ser

Siete años después de su última película, Paddy Breathnach vuelve con 'Viva', un drama familiar sobre la búsqueda de identidad. A partir del 8 de julio en cines.

Por Beatriz Bravo García 8 de Julio 2016 | 13:31

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En uno de sus numerosos viajes a Cuba, Paddy Breathnach asistió a un espectáculo de travestis en el que encontró la inspiración que necesitaba para volver a dirigir. En aquel espectáculo el irlandés se vio conmovido ya no por el show sino por una de las personas que lo presenciaba, una joven que lloraba emocionada ante la actuación de un chico. Breathnach se acercó preocupado para saber si estaba bien y ella le respondió que sí, que lloraba de alegría porque el chico que estaba encima del escenario era su hermano y por fin le veía realizado, feliz. En ese momento Breathnach supo que quería contar una historia así, quería poner imágenes a ese viaje hacia la propia identidad. Y el resultado de aquella experiencia dio como resultado 'Viva', una co-producción cubano-irlandesa que estuvo a punto de entrar en la categoría a Mejor película de habla no inglesa en la última edición de los Oscar.

Viva

Para contar esa historia Breathnach se ha valido de la historia de Jesús, un chico cubano de 18 años que se gana la vida peinando a las señoras del barrio y arreglando las pelucas de un cabaret de La Habana al que acude cada noche para disfrutar de las actuaciones de los travestis. Después de acostumbrarse a la vida en solitario, Jesús ve cómo la llegada de su padre, un ex-boxeador desaparecido al que daban por muerto, rompe por completo con su rutina. A partir de la historia de ambos el director construye una película en la que se imponen como temas principales el amor perdido, la redención, el perdón, la necesidad de reconstruir y la libertad.

'Viva' ha supuesto la salida del terror de Breathnanch, un género al que ha dedicado buena parte de su trayectoria detrás las cámaras y con el que, sin embargo, no ha conseguido plasmar sus habilidades como cineasta. El director alcanzó cierta fama con la comedia 'Éxito por los pelos' (2001), en la que dirigió al desaparecido Alan Rickman, y no fue hasta 2007 cuando se adentró en el género con 'Cabeza de muerte' (2007) y 'Freakdog' (2008). Los malos resultados de aquellas le llevaron a siete años de inactividad como director, hasta que la historia de ese chico travesti en un cabaret cubano le cambió la vida. Con 'Viva' el irlandés se adentra no solo en el cine hispano hablante sino también en el drama realista y humanista. Una transformación creativa que visto el resultado no podemos más que agradecer.

Aunque la narración roza el tópico en numerosas ocasiones, Breathnach da forma en 'Viva' a un drama muy sólido sobre la convivencia familiar y la crisis de identidad. Desde los primeros compases del filme somos capaces de distinguir las dudas y miedos del personaje al que da vida Héctor Medina, vemos en él a un chico decidido e independiente pero que aún no sabe cuál es el camino que quiere tomar en la vida, y ese conflicto existencial se ve dinamitado por la llegada del padre, al que encarna con pericia Jorge Perugorría, uno de los actores con más talento de la cinematografía cubana. Y aunque el desarrollo de todos los conflictos transita por un camino ya conocido para el espectador, la película de Breathnanch consigue cada uno de sus propósitos, y lo hace por la veracidad que desprenden sus imágenes y por la brillante labor interpretativa de Medina y Perugorría, cuyo vínculo emocional se construye poco a poco, con el teleobjetivo cercando sus figuras y sentimientos.

Viva

Libertad, tolerancia y respeto

Más allá de la carga emocional que pueda haber en la relación entre Jesús y su padre, su historia sirve a la exposición del tema más interesante de la película, el que tiene por objeto el ensalzamiento de la libertad sexual y, sobre sobre todo, de la libertad de ser. Al final 'Viva' no deja de ser un canto a la tolerancia, a la necesidad de respetar aquello que hace feliz al igual, y aunque habrá quien advierta en su forma (basada en la emotividad) un truco demasiado convencional otros la verán como un vehículo perfecto para que el mensaje cale lo suficiente en el espectador.

La puesta en escena y la colorida fotografía terminan por completar un producto que si bien no ofrece grandes sorpresas sí consigue extraer de su historia algo vivo y fresco, arrastrándonos a través de sus imágenes a un viaje hacia la madurez que se antoja tan auténtico como la propia vida. El director irlandés vuelve a valerse de la belleza singular de La Habana para contar una historia que sobrepasa el umbral emocional de los productos habituales y que ofrece unas dosis de necesario realismo social.

Nota: 8

Lo mejor: las actuaciones de Héctor Medina y Jorge Perugorría.

Lo peor: la vertiente más convencional de su historia.

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