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CRÍTICA

'El espejo de los otros': Cena con velas que se apagan (y mucho)

Marcos Carnavale, tras el éxito de 'Corazón de león' que ha logrado tener dos remakes, incluido el francés 'Un hombre de altura', dirige 'El espejo de los otros', una película inusual sobre las últimas cenas.

Por Álvaro Vidal Lloret 9 de Septiembre 2016 | 16:00

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Benito e Iris son los dueños de un inusual y mágico lugar en Buenos Aires que pocos conocen: El cenáculo, un local donde cada noche tiene lugar una única cena que cambiará la vida de sus asistentes. Cuatro historias independientes se desarrollan en 'El espejo de los otros', la última propuesta de Marcos Carnevale, director de la exitosa 'Corazón de León'. El menú de este peculiar restaurante es extenso: amor, muerte, soledad, codicia, celos, y todo tipo de personajes y situaciones, pero ¿consigue ser una velada recomendable o no?

La cena tiene un punto de partida con potencial, con dos buenos ingredientes: es una película de relatos, y se desarrolla en una única y extraña localización. De aquí partimos, nos lo deja claro una enigmática y fría secuencia inicial que con la voz del personaje de Graciela Borges, nos lleva directamente a la mesa que no abandonaremos en las casi dos horas de película. Ya desde el comienzo la estética es otro posible punto a favor: oscura y grandilocuente, con unos efectos especiales muy palpables pero que ayudan a construir una atmósfera diferente.

Fotograma de 'El espejo de los otros'

El otro plato fuerte es un sólido reparto, que se encarga de interpretar a unos no tan sólidos personajes, la mayoría demasiado desquiciados y hundidos. No es que no resulten creíbles, es que son muy cansinos y a veces tragicómicos: asumen su destino de manera conformista o se esfuerzan en lamentarse en temas como el paso del tiempo, el dinero, o el amor en maneras que ni aportan lucidez ni resultan entretenidas. En ese sentido el guión peca de manipular a sus protagonistas, pero no se las arregla para manipular al espectador: acabamos distraídos esperando que el relato en cuestión acabe para ver si el siguiente estará mejor. Aún así hay tres personajes que sí que están aprovechados al máximo, y cuyos intérpretes consiguen hacer un trabajo muy bueno: los de Norma Aleandro, Graciela Borges y Alfredo Casero. Julieta Díaz también resulta carismática y peculiar, pero el personaje de su compañero y su historia se quedan demasiado planos.

El largometraje se compone de cuatro relatos y de una historia conductora que se desarrolla antes, durante y después de ellos. El primero, nos presenta a una familia de traficantes y de cómo se enfrentan a un momento decisivo en su negocio. En el segundo somos testigos de un reencuentro entre una pareja que no se ve desde hace muchos años. El tercero nos mete en una primera cita a ciegas, y el cuarto en una última cena entre una pareja. En general no hay ninguno que esté terriblemente mal, si bien los dos últimos tienen menos defectos que los anteriores o por lo menos no parece tan extraño el paso de uno a otro (quizás por que ya estemos acostumbrados). Sin embargo, es chocante que en la mayoría de los casos, la historia que conecta a todos los relatos, la de los dos hermanos propietarios del restaurante Benito e Iris, consiga ser más entretenida y cautivadora que las otras, que se supone deberían de tener por lo menos más peso argumental.

Aparentemente, el nexo que une a todas las historias es que se trata de últimas cenas, de ahí que la vidriera que hay en la iglesia, o el diseño de los créditos iniciales y del póster imiten el cuadro de Leonardo da Vinci. A parte de esto y de que se desarrollan todas en el Cenáculo, no hay nada más que a priori conecte los relatos. De esta manera, la película pasa por tonos muy distintos. Empieza de manera misteriosa, y de ahí se mueva a un realismo sucio, al romance, a la comedia negra, y al melodrama. Esto no es un defecto como tal, pero no juega en absoluto a su favor: hace aún más difícil sacar algo en claro. Nos hace preguntarnos aún más veces ¿y para qué me cuentan esto? ¿Qué me quieren decir? ¿Me quieren decir algo? La película no se decanta por el entretenimiento, pero tampoco consigue dotar de profundidad u originalidad a los temas que trata: toma un enfoque demasiado típico. Las historias están, y poco más.

Fotograma de 'El espejo de los otros'

Es de alguna manera una película ambiciosa, sobre gente ambiciosa. Como la iglesia en la que se desarrolla, es muy amplia y muy rocambolesca en ocasiones, pero también está en ruinas. Y es que para funcionar debidamente la película tenía que haber dejado de lado sus sermones o la manera de exponer sus temas y sus mascadas ideas sobre el amor y la vida, y haberse lanzado a la originalidad que tiene en ciertos puntos: el momento en el que descubrimos que la propietaria del restaurante observa todas las cenas a través de cámaras ocultas desde el salón de su casa, el giro en el que descubrimos la verdad sobre la cita a ciegas o la última vuelta de tuerca de la película. En esas y algunas ocasiones más, la película demuestra que tiene algunos aciertos e ideas propias.

Repetir lo intrascendente

Si se ahonda más en el "mensaje" o "tesis" de la cinta, encontramos las respuestas en los momentos en los que los personajes se ponen intensos y dejan ver explícitamente las intenciones de lo que el guión quería representar. También el título 'El espejo de los otros' y dos escenas dan más pistas de lo que el equipo pretendía con la película. De alguna querían mostrar cómo respondemos al observar las vidas ajenas. Como dice el personaje de Ana María Picchio en una escena "yo no viví ese amor, pero lo vi", o en otras palabras: podemos conocer la realidad a través de las vidas de los demás. Y aunque sin duda sea una idea interesante, no se desarrolla bien, quedando solamente para momentos en los que decimos "ahhh por eso se titula así" o en los que los personajes hacen una reflexión interesante.

De nuevo la propia película nos sirve para explicar lo que ha pasado con ella. En otro momento se menciona un supuesto encuentro que tuvo un personaje con el escritor Jorge Luis Borges. El personaje le preguntaba al autor que porqué estaba obsesionado y odiaba a los espejos, a lo que Borges respondía "¿para qué repetir lo intrascendente?". Es precisamente lo que uno se pregunta viéndola, ¿por qué usa tantas veces ideas tan desgastadas?, o en los mejores momentos ¿por qué no desarrollan por completo este tema?. Pero como sus protagonistas, parece que se compadece de sí misma y opta por no arriesgarse, prefiere asumir su trágico destino y seguir mirando la vida pasar.

Nota: 6

Lo mejor: Los originales giros argumentales, y las interpretaciones de Norma Aleandro, Graciela Borges y Alfredo Casero.

Lo peor: Resulta demasiado típica en su desarrollo.