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CRÍTICA

'100 metros': Reaprender a vivir

Marcel Barrena adapta las proezas de Ramón Arroyo, afectado por la esclerosis múltiple, con un Dani Rovira transformado por el drama.

Por Alejandro Rodera Herrero 4 de Noviembre 2016 | 12:28

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La realidad de una enfermedad degenerativa suele ser ajena al gran público. Durante los últimos años, películas como 'La teoría del todo' han mostrado el impacto físico y emocional que tiene en una persona ese tipo de graves padecimientos. Para que esos complejos retratos ostenten credibilidad es necesario que la sensibilidad del director al frente del proyecto concuerde con aquello que desea mostrar, sin hacerlo demasiado obvio, simple o insultantemente edulcorado, porque podría dar más la sensación de querer sacar réditos vacuos de un padecimiento realmente serio. En '100 metros' la protagonista es la esclerosis múltiple o, mejor dicho, la forma en que Ramón Arroyo fue capaz de bailar con ella sin pisarse los pies -como se señala en el propio film.

Dani Rovira y Alexandra Jiménez en '100 metros'

Marcel Barrena se ha atrevido a tomar prestada la experiencia vital de Arroyo. Un relato real cuya adaptación podría haber caído con mucha facilidad en la barata estimulación emocional típica de las historias de tropiezos y superación, algo bastante frecuente. En cambio, el realizador barcelonés trata de rechazar los planteamientos demasiado evidentes, aunque nos encontremos con personajes arquetípicos como el héroe azotado por constantes puntapiés de la realidad, la mujer que le brinda apoyo incondicional o el entrenador pasota que rechaza en primera instancia la labor que está destinado a cumplir. Barrena recurre a ellos, pero les añade algo que les permite desprenderse en parte de un aspecto manido: unos lazos emocionales efectivos. Las dos parejas más importantes de la película, el matrimonio compuesto por Dani Rovira y Alexandra Jiménez y la dupla de entrenamiento liderada por Karra Elejalde junto a Rovira, funcionan de manera instantánea. La química entre estos dos últimos ya es algo contrastado tras sus dos escarceos previos como suegro-yerno, papel que repiten de nuevo aquí, en las dos entregas de 'Ocho apellidos...'. Mientras que Jiménez forma un dúo natural con su marido en pantalla, al igual que con su padre.

En cuanto al planteamiento de la enfermedad que ofrece Barrena, cabe destacar la agilidad con la que avanzan los eventos en el primer tercio de la película, con varias elipsis que dejan de lado un relleno que podría haber resultado insoportable y una didáctica introducción a la enfermedad. El director muestra numerosos detalles que van anticipando lo que puede suceder, y una vez que la esclerosis ya es un personaje más, no se olvida de cómo afecta en el día a día de Ramón. Pequeños cortes en la cara al afeitarse, miedo a revelar lo que le sucede, pánico a ataques repentinos... Sumados a una sorprendente interpretación de Rovira que, sin apartar su bagaje cómico, supera un reto tan exigente como es encarnar a un luchador como Ramón Arroyo. En ese toque cómico se encuentra la clave del fluido desarrollo de la película, ya que darle la exclusividad al drama habría llevado a un producto terrible. Al añadirle las bien medidas dosis de comedia la empatía emerge con más facilidad y se alimentan las relaciones entre unos personajes que resultan más creíbles y humanos. Con el documental 'Món petit (Mundo pequeño)', Barrena recurrió a una fórmula similar. En aquel espléndido trabajo, el protagonista era Albert Casals, un joven que había quedado en silla de ruedas tras verse afectado por una precoz leucemia, lo cual no le impidió viajar por el mundo valiéndose de su deseo por vivir y de su distintiva personalidad. El humor también jugaba un papel fundamental en aquella producción, y en '100 metros' permite que el drama no se ahogue por su propio peso y que Barrena pueda mantener su típica mirada optimista.

David Verdaguer y Dani Rovira en '100 metros'

Decidir entre víctima o Iron Man

La película se construye alrededor de un objetivo claro: completar el Ironman, una de las pruebas atléticas más exigentes del mundo. El personaje debe pasar de unas zapatillas cubiertas de polvo a una competición que conlleva meses o años de preparación, con la complicación añadida de la esclerosis. Un planteamiento muy convencional, que marca una potencial victoria para el personaje que más allá de la satisfacción deportiva, supondría asimilar una punzante enfermedad. Aquí interviene un estupendo Karra Elejalde. Su personaje representa lo tradicional, el rechazo al maniatado materialismo y el doloroso poder de la nostalgia. Barrena se sacó al entrenador-suegro de la manga, ya que en la historia real no existía, consiguiendo que las complicaciones presentes de Arroyo contrasten con el misterioso pasado del padre de su mujer, que se va desmenuzando de manera más o menos obvia, para culminar en una preciosa escena. Pero no es ese ogro de suegro el personaje que más consigue con menos tiempo en pantalla. Ese logro lo consigue David Verdaguer, que da vida a otro afectado por la esclerosis, mucho más pesimista, que acompaña a Ramón durante sus sesiones de tratamiento, en una sala que se convierte en el corazón de la cinta. Verdaguer realiza un trabajo tremendo en tan solo tres o cuatro apariciones en pantalla, con un semblante que penetra la mirada del espectador con una fuerza estremecedora.

Barrena se acoge a la común concepción de este tipo de historias de que lo más importante es la travesía y no tanto la meta. Tras una tv movie y un documental, nos encontramos ante su debut en el largometraje de ficción, y francamente es un primer paso prometedor. Con '100 metros' no inventa nada, pero sí que aprovecha un material con tanta facilidad para impactar que en otras manos se habría convertido en un aborrecible y mediocre melodrama.

Nota: 7

Lo mejor: El enfoque de dramedia de Barrena y el maravilloso reparto, con Alexandra Jiménez y David Verdaguer reivindicándose como dos de los referentes de esta generación de jóvenes intérpretes españoles.

Lo peor: No incorpora demasiadas innovaciones a las ya conocidas historias de superación; y una combinación de imágenes en el desenlace que puede sacar al espectador de la película en el último momento.