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CRÍTICA

'La historia de Jan': Terapia de aceptación

Bernardo Moll muestra los primeros seis años de vida de su hijo Jan, afectado por síndrome de Down, revelando las vivencias maternas y paternas ante tal situación.

Por Alejandro Rodera Herrero 4 de Noviembre 2016 | 14:25

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Pocas cosas hay más sinceras que la mirada de un niño. Y una de ellas es la mirada que le devuelven sus padres. Esa relación paternofilial que atesora tanta felicidad y vitalidad tiene sus momentos mejores y peores, pero no siempre comienza con una sonrisa. En el caso de Bernardo Moll Otto y Mónica Vic, los primeros instantes en este planeta de su primer hijo, Jan, no fueron como los del resto de padres de la planta de maternidad. En una fase avanzada del embarazo se enteraron de que su hijo iba a nacer con síndrome de Down, un cromosoma de más que le marcaría para toda la vida, al igual que determinaría la de ellos. La respuesta por parte del padre fue abrir un blog y desahogar su experiencia con el teclado de su ordenador, accesible para quien quisiera adentrarse en ella. El siguiente paso fue este documental, que retrata los primeros seis años de vida de Jan, y los primeros seis años de la nueva vida de Bernardo y Mónica.

'La historia de Jan'

En un primer momento los vídeos captados por el padre tienen un toque más casero, propio del progenitor que quiere dejar para la posteridad familiar un hito tan monumental como el nacimiento de un hijo. Moll va combinando esas imágenes de años atrás con sus visitas actuales a los lugares que marcaron el desarrollo de Jan, como una clínica, un colegio... Ese recurso se va volviendo rutinario a medida que avanza la película y pierde el efecto nostálgico que podía tener al principio. Llega un momento en el que la videocámara deja paso a un dispositivo de mayor calidad, lo cual no altera el comportamiento de un niño que vive ante la cámara sin dejarse influenciar por su presencia. Somos testigos de sus primeras veces: el gateo, el gesto de la mano rapeando, el sentimiento que nace con el fútbol... Pero lo que más va calando es la vivencia de sus padres.

Tanto Bernardo como Mónica se muestran sin pudor ante la cámara. Sufren en los momentos más duros y contagian su alegría en los más triunfantes. Entre medias de esos dos polos de emotividad se encuentra una amalgama de típicos instantes en familia, siempre con el foco puesto en un Jan en constante proceso de descubrir el mundo. Aquí entran en juego los sumarios de imágenes que muestran los avances del niño y que promueven que no se estanque la narración con redundancias y situaciones similares entre sí. En ese sentido la música que acompaña a esas recopilaciones visuales enlaza muy bien con la imagen, buscando también la fibra más positiva. Ahí se encuentra el principal error o problema del documental, que los momentos "buenos" desbordan a los "malos". Vemos a los padres aplicar una dolorosa técnica al niño para que se desarrolle correctamente, las frustraciones de la madre por no ser capaz de disfrutar de un momento maravilloso a pesar de distar de lo que esperaba, la odisea que supone que Jan pueda andar por si solo... Y aun así el número de imágenes alegres es mucho mayor. Lo cual no le resta credibilidad, ya que ese es el motor de la película, la esperanza, pero sí que deja con la sensación de que podría haber ido más allá al mostrar la complejidad de la situación.

'La historia de Jan'

Seis años y tres vidas

Entre las secuencias más llamativas del documental se encuentra una recreación de lo que es pasear a un hijo con síndrome de Down por el centro de Madrid. La mayoría de las miradas -ya sean vergonzosas, furtivas o lastimosas- se dirigen al carrito como si gravitaran a su alrededor. De ahí deriva una de las reflexiones más poderosas de la película, la concepción que se sigue teniendo hoy en día de que las personas afectadas por el síndrome de Down son algo extraño, ajeno a nuestra realidad. Algo realmente espeluznante si tenemos en cuenta el año en el que vivimos. 'La historia de Jan' es el ejemplo perfecto de que lo que a ellos les sucede le puede ocurrir a cualquiera, y no hay que tomarse ese desafío como un castigo, sino como una oportunidad de adaptarse y ser feliz de manera más sencilla. El documental funciona como muestra de las relaciones familiares en situaciones desconocidas para la mayoría de espectadores, nos descubre un mundo que comparten demasiadas familias como para obviarlo.

Nota: 7

Lo mejor: Tener acceso al testimonio directo de estos dos padres, sin mayor intermediario que la cámara, y conocer a alguien tan lleno de vida como Jan.

Lo peor: La visión ofrecida puede resultar demasiado positiva teniendo en cuenta la situación de la que se habla, aunque no llegue a dar la sensación de que se nos oculte algo.

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