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CRÍTICA

'The Vessel (El navío)': Complejo de Jesucristo

Julio Quintana firma una ópera prima tremendamente reflexiva, con el apoyo de Terrence Malick como productor ejecutivo. 'The Vessel' se estrena el 7 de diciembre.

Por Alejandro Rodera Herrero 7 de Diciembre 2016 | 11:58

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La única tarea relevante de Terrence Malick no es la de desconcertante director y guionista, también está produciendo a aquellos cineastas emergentes con algo que contar. La cantera impulsada por el enigmático director estadounidense se vio incrementada recientemente con la inclusión de Julio Quintana, que colaboró previamente con Malick en el departamento de fotografía de dos de sus últimas películas. Quintana debuta con 'The Vessel (El navío)', con el aliciente de tener el nombre del legendario Malick en el póster para atraer a sus seguidores, pero con una desbordante personalidad propia que justifica el apoyo de su productor ejecutivo.

'The Vessel'

Lógicamente su ópera prima bebe del estilo de Malick, pero no se convierte en una simple copia de sus extremadamente reflexivos últimos trabajos. La religión tiene una presencia abrumadora en la película, pero Quintana consigue evitar el callejón sin salida al que podría conducir esa superficial fuente de esperanza y espiritualidad. Martin Sheen es el cura de un pueblo costero de Puerto Rico, cuya escuela fue asolada por un tsunami, que también terminó con la vida de todos los niños que en ella se encontraban. Este intermediario religioso trata de invitar a la gente a dejar atrás el longevo luto para que vuelva a latir el corazón del pueblo, pero será un joven quien tenga en sus manos devolver la esperanza a sus vecinos. Leo es ese "elegido", que tantas similitudes guarda con el mesías cristiano.

Quintana potencia con descaro esos paralelismos entre Jesucristo y el protagonista de la película, sin caer en el panfleto religioso. Aquí lo importante es la desolación de un pueblo que ha perdido la vida, de un lugar donde la fe ha quedado minada y los milagros han perdido toda su credibilidad, aunque la recluida gente está deseando tener algo a lo que agarrarse. Leo, interpretado por Lucas Quintana, es ese rayo de luz, que también tiene sus defectos y traumas pasados. Sobre todo, se nos muestra a un personaje marcado por la figura materna, por el conflicto interno de haber sido relegado a un segundo plano con el nacimiento y el posterior fallecimiento de su hermano menor. Esta pareja de actores, Quintana y Sheen, copan la pantalla, apoyados por la impresionante fotografía que aprovecha cada átomo de la rica luz puertorriqueña. El camino de redención que emprende Leo implica a todo un pueblo, siembra una delicada semilla de salvación, que deja en evidencia la fragilidad humana, lo susceptibles que somos a depender de la labor de los demás para salir adelante.

'The Vessel'

El arca de la vida

Quintana no alcanza la complejidad narrativa de Malick, pero sí que redondea un sencillo relato. Debuta con una mirada que a veces peca de perseguir en exceso a sus personajes con esa ágil cámara. La omnipresencia cristiana también puede resultar algo redundante, teniendo todo que ver con una deidad que abandona o regresa, según convenga creerlo. El personaje de Leo camina en esa fina línea del salvador y el humano que se ve puesto en una situación superior a él, pero lo que le hace realmente atractivo es que su progreso tiene más que ver consigo mismo, con su lucha interna, que con salvar a todo un pueblo cuyo principal pecado es la pasividad absoluta. Los personajes femeninos quedan algo apartados a favor de los dos protagonistas, pero también es notable la presencia de la madre como un ser tremendamente complejo y traumatizado, y de la amada de Leo, que representa el cambio de mentalidad en un sitio tan aferrado al drama acontecido. Por su parte, Sheen pone el carisma y las contradicciones de la iglesia católica, que tratará de agenciarse todo tipo de símbolo de salvación, como si tuvieran sus derechos en exclusiva.

'The Vessel (El navío)' es un gran debut por parte de Quintana, con sus dotes ligeramente oníricas, sin perderse por el camino de lo incomprensible. Una carta de presentación a tener en cuenta, en la que se profundiza con tremenda sensibilidad en el delicado tema de la vida marchita, de la esperanza perdida.

Nota: 7

Lo mejor: La correcta concentración de temas tan complicados de tratar en tan solo 80 minutos, que no pesan en ningún momento.

Lo peor: La fijación con la salvación ligada a la religión.