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CRÍTICA

'Santa Clarita Diet': La cara y la cruz de Drew Barrymore

Crítica de 'Santa Clarita Diet', la nueva serie original de Netflix. Disponible a partir del 3 de febrero.

Por Javier Parra González 3 de Febrero 2017 | 11:26

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En plena vorágine de producción propia de Netflix, con la que el gigante del streaming parece haberse propuesto convertirse en el principal suministrador de contenido online, y con un filtro de selección de proyectos que en varias ocasiones no tiene pinta de haberse aplicado, llega 'Santa Clarita Diet', sitcom protagonizada por Drew Barrymore y Timothy Olyphant, a quienes los fans de la saga 'Scream' contentará por el hecho de unir a dos de los personajes de su primera y segunda entrega.

Santa Clarita Diet

De forma absolutamente inofensiva y un tanto inocua, se nos presenta una historia contada a lo largo de diez episodios de media hora de duración, en los que asistiremos a un cambio radical en la vida de una agente inmobiliaria, Sheila Hammond (Barrymore), el cual tiene que ver con su forma de alimentación. Se nos había vendido 'Santa Clarita Diet' como una comedia blanca cuya acción sucede en una zona residencial de la Santa Clarita del título (en California), y pese a que en determinados momentos no escatime a la hora de ponerse burra y regalar momentos donde las salpicaduras de sangre y el gore se convierten en la estrella de la función, su resultado final es bastante insustancial.

Teniendo en cuenta que el argumento de la serie gira en torno a la zombificación de su protagonista y al apoyo moral que ésta recibirá por parte de su marido, Joel Hammond (Olyphant), quien además de compartir profesión, lo hará con su nuevo secreto, el cual le obliga de forma instintiva a alimentarse de humanos. Hasta aquí, momento al que llegaremos en el primer episodio después de una escena no apta para quienes no toleren lo escatológico, y que supone una de las primeras asociaciones del serial con algunas series animadas, y en concreto con cierto momento mítico con el vómito en 'Padre de familia', la ficción no es otra cosa que una conjunción de lugares comunes y situaciones que rozan el esperpento.

Santa Clarita Diet

Creada por Victor Fresco ('Me llamo Earl'), 'Santa Clarita Diet' es uno de tantos proyectos que seguramente sonaban como interesantes en su planteamiento, pero que en su representación final se queda en algo anodino, quizá por aquello de jugar en tierra de nadie, pues ni llega a ser una comedia con gags para el recuerdo, ni sirve como ejemplo a destacar dentro del universo zombi. Quizá tampoco acabe de funcionar por el empeño de su actriz protagonista en querer ser adorable.

Porque si hay algo que todo hijo de vecino tiene en cuenta es que Drew Barrymore es una actriz a la que es difícil menospreciar. Puede que su carrera nunca haya destacado por su nivel interpretativo, pero el hecho de que haya decidido ponerse de nuevo frente a las cámaras con un producto como el que aquí nos concierne (del que también es productora ejecutiva), es un síntoma más de que realmente no se trata de alguien a quien le guste deliberar en cuanto a la selección de sus trabajos.

Santa Clarita Diet

Demasiado histriónica y sobreactuada, y empeñada en otorgar al espectador una serie de muecas que más que gracia llegan a pulsar el botón de la vergüenza ajena, la Sheila de Barrymore se convierte en la cara y la cruz de 'Santa Clarita Diet'. Cara porque sigue siendo una persona adorable. Cruz porque también es insoportable, incluso cuando se empapa de sangre y mastica carne humana.

No podemos afirmar que la nueva serie de Netflix quiera seguir la estela de otras películas en las que novias resucitadas y su gusto por la carne servían como premisa, véanse los casos de las recientes 'Burying the Ex', 'Life After Beth' o 'Nina Forever'. En esta ocasión, como si de un trastorno alimenticio se tratase, y pasando muy por encima de las relaciones entre vecinos a modo de situación esperpéntica mal llevada a cabo, 'Santa Clarita Diet' pasa de ser un producto harto interesante para todo amante del terror y la comedia negra, a convertirse en algo digno para acompañar las largas tardes de siesta dominicales. Y tened cuidado, pues puede ser que todo su espíritu de buen rollo, que no deja de ser la moraleja final de la historia, a más de uno se le haga bola.

Nota: 4

Lo mejor: La buena sintonía entre Barrymore y Olyphant. No escatima a la hora de mostrar casquería.

Lo peor: No es consciente de todas sus carencias y da la sensación de que podría haber sido una simpática película cuya trama se ha estirado demasiado.