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CRÍTICA

'Dragonball Evolution', lo peor de lo peor

Los peores auguruios se han hecho realidad: la adaptación de la obra de Toriyama resulta simplemente infumable, se mire por donde se mire.

Por Óscar Martínez 10 de Abril 2009 | 13:13

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Adaptación del popular manga y anime de Akira Toriyama, 'Dragon Ball Evolution' ha sido dirigida por James Wong, responsable de la saga al completo de 'Destino final', y cuenta con la participación de Justin Chatwin, Chow Yun-Fat, Emmy Rossum, James Marsters, Joon Park, Eriko Tamura, Randall Duk Kim, Jamie Chung y Ernie Hudson.

Su argumento se centra en la adolescencia de Son Goku, que tras la muerte de su abuelo Son Gohan iniciará la búsqueda se asesino nameckiano, Piccolo, quien busca obtener el poder las siete Bolas de Dragón. Por el camino conocerá a Bulma, Chi Chi, Yamcha y el maestro Mutenroshi, y juntos harán frente a su enemigo común y salvar así a la humanidad.

Infumable, se mire por donde se mire

Comenzaremos diciendo que 'Dragon Ball Evolution' es una de las peores películas que se han podido realizar en la historia del cine. Resulta increíble cómo un film con un presupuesto de 100 millones de dólares puede ofrecer unos efectos especiales tan lamentables, una historia tan incongruente, unos actores tan pésimos y una constante caspa con regusto serie Z que desmerece a la misma.

El problema de 'Dragon Ball Evolution', por suerte o por desgracia, no es que se trate de una mala adaptación; eso podría llegar a comprenderse e incluso a justificarse. La película de James Wong, por contra, se sumerge con abierta jovialidad en la vergüenza ajena, no ya desvirtuando un original que ha marcado a varias generaciones, sino erigiéndose como una película simplemente horrible en sí misma, incluso para cualquiera que no haya oído hablar en su vida de Akira Toriyama.

Y es que 'Dragon Ball Evolution' aburre. Así, sin más.

Durante su exígua duración se nos narra una historia insípida y carente de atractivo aderezada con puntuales referencias a su original, como las cápsulas Hoi Poi de Bulma, la camisa hawaiana de Roshi, el torneo de artes marciales o la preparación de una anecdótica Mafūba. Ya desde su inicio, James Wong nos ofrece la adolescencia de Goku pasada por el filtro teenager norteamericano, asistiendo a fiestas en mansiones en las que, como cabía esperar, no termina de encajar. A partir de entonces, comienzan a sucederse sus personajes sin ton ni son, acumulándose casi de manera gratuita y manteniendo a duras penas la lógica de un entramado que se sostiene tan sólo por su nula profundización, y que revienta del todo en una batalla final épica en su sopor, con Ozaru de patio de colegio incluído.

A eso cabe sumarle una estética verdaderamente lamentable, unos efectos especiales de Spectrum Sinclair, unas interpretaciones de Razzie (abogo ya desde aquí por una campaña en favor de un demencial Chow Yun-Fat) y, por encima de todo, un montaje simplemente deleznable para cualquiera que tenga un mínimo criterio de cine, en el que los cortes son constantes, obvios, imprecisos y carentes de continuidad alguna, por lo que no quiero ni imaginarme cómo debe ser ver Dragon Ball Evolution en versión screener recortado.

Por si alguien no tenía suficiente y ha soportado al completo el visionado de la película, le espera una pequeña traca final tras los títulos de crédito que deja abierta una posible secuela y que se erige como el chiste final de James Wong hacia un epectador que, esta vez sí, se encuentra en pleno derecho de rociar con gasolina el cine y prenderle fuego. Todo hay que decirlo, 'Dragon Ball Evolution' es tan inefable, tan insultante para la inteligencia humana, que incluso llegas a reírte de ella, en un ejercicio de sadomasoquismo sin parangón tan sólo recomendable a las mentes más ociosas.

No es mala, es diferente. Muy diferente.