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CRÍTICA

'El hijo de Jean': La búsqueda de la identidad personal envuelta en una fábula visual

Philippe Lioret estrena 'El hijo de Jean', un relato intimista que busca analizar las relaciones humanas y la búsqueda de identidad. En cines el 7 de abril.

Por Diego Alfonso Pizarro Da Costa 7 de Abril 2017 | 14:14

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El director francés Philippe Lioret vuelve con 'El hijo de Jean', conocido por éxitos como 'El extraño', 'Mademoiselle' o la más reciente 'Toutes nos envies'. El cine del realizador se caracteriza por un interés por las relaciones personales y una necesidad de mostrar la intimidad, las emociones y la importancia de los secretos. Con 'El hijo de Jean', Lioret ha querido ahondar en, como el propio nombre de la película muestra, las relaciones familiares, en especial entre padres e hijos. La película ha estado nominada a los premios César en las categorías de mejor actor protagonista y mejor actor de reparto, al igual que en los premios Lumière, donde también estuvo nominada al mejor actor. Basada en una novela de Jean-Paul Dubois, Lioret ha contado con la colaboración de Natalie Carter para la adaptación al cine del libro.

La historia se centra en Mathieu Capelier, un hombre parisino que jamás conoció a su padre y ha vivido toda su vida pensando que fue fruto de una intensa noche de pasión. Una llamada inesperada hará que decida viajar a Canadá para reencontrarse con sus orígenes y descubrir quién es realmente. Una encrucijada de sentimientos, pasiones y secretos harán que la vida de Mathieu cambie radicalmente y su percepción de la vida, de la familia y sobre todo, de su hijo. Mathieu hará todo lo posible para comprender su pasado y por qué ha tenido que vivir tantos años engañado, sin saber quién era realmente su padre.

 'El hijo de Jean'

Lioret analiza las relaciones humanas desde el punto de vista filial, lo que hace que se analicen las relaciones entre padres e hijos. El factor sorpresa no es fundamental, pero sí que da a la historia una mayor originalidad que si solamente hubiera sido un film de la búsqueda de identidad al uso, aunque hay que comentar que es un tanto predecible, en especial tras ver el contexto y cómo se desarrolla la relación entre dos personajes. Una perspectiva intimista en la que Mathieu es el hilo conductor de una telaraña de relaciones, que al igual que pasa en la vida misma, está llena de matices y variaciones. Este tipo de análisis sociológico es lo que otorga realismo a la película, en cierto modo, dado que pese a contarnos una historia narrada en el cine en muchas ocasiones, la forma en la que lo aborda y la naturalidad que supone el querer saber de dónde procedes, dan a 'El hijo de Jean' esa verdad que necesita para no caer en el prototipo de telefilme que podría haberle pasado factura de una manera abrumadora. Aun así, en cambio sí cae en el cliché de ese cine francés, en ocasiones, lento y romántico de la vida, algo que resta puntos al conglomerado que forma el largometraje en su acabado final.

Una de las partes más flojas del largometraje es que, a veces, sobreexplota el sentimentalismo, lo que hace que pese a verse muy real y sus personajes muy redondos, haya ocasiones que se note esa intención de querer emocionar o hacer reflexionar al espectador. En especial, se puede notar esta llamada a la emoción en la recta final de la película, lo que es todo un indicativo de querer hacer cómplice al público, pero no hay que subestimar al espectador y en ocasiones, 'El hijo de Jean' lo hace. Esta flaqueza hace que no sea una película redonda, dado que a veces menos es más y aquí hubiera sido todo un acierto. El ritmo tampoco acompaña a la cinta de Lioret, dado que a veces parece que se estanca y le cuesta volver a arrancar, algo que si bien es cierto, no le cuesta mucho, en especial gracias al apoyo visual e interpretativo que ha habido detrás de la película. Tal vez, en el esquema narrativo de la historia, hubiera estado bien desarrollar más el último acto y no de manera abrupta y que deja al espectador con la sensación de que se acababa el tiempo y debía acabar ya. Aun así, rompiendo una lanza a su favor, las metáforas, tanto visuales como articuladas, han sido muy bien llevadas y otorgan un plus al film.

 'El hijo de Jean'

Sin duda, lo mejor de la película es Pierre Deladonchamps, su protagonista. Conocido también por 'El desconocido del lago', Deladonchamps lleva a su espalda toda la carga de la película y es la base fundamental de la historia. La interpretación del actor tiene un desgarro interno que se puede observar y sentir sin necesidad de extremos ni sentimentalismos. El francés ha sabido traer un Mathieu tan vivo y real como podría ser en la propia vida, tiene esa naturalidad y esa presencia en escena, que da personalidad a su personaje. La gestualidad, la mirada, la entonación... Se puede ver a la perfección el cuidado que ha tenido el actor a la hora de crear un esquema de cómo quiere que sea Mathieu percibido entre el público. Además, tiene esa elegancia y magnetismo que hacen que tras salir de ver 'El hijo de Jean' recuerdes de muy buen agrado su interpretación.

Por otro lado, su partenaire interpretativo, en la piel de Gabriel Arcand como Pierre, el hombre encargado de ponerse en contacto con Mathieu para informarle de su realidad. La verdad es que hay que aplaudir la interpretación de Arcand, dado que es una de esas actuaciones que van paulatinamente creciendo y cuando quieres darte cuenta, te ha atrapado totalmente. En un primer momento, puede pasar desapercibido, pero la realidad es que sabe como calar en la audiencia y al final, acompañado de Deladonchamps, forman un cóctel que culminará en una mezcla de sentimientos encontrados, en la que sus personajes se encuentran muy a gusto. El resto del reparto, hay que recalcar que hacen un trabajo estupendo, pero el único fallo que habría sería que el guion los coloca en un plano muy secundario, lo que no les da la oportunidad de lucirse en su totalidad. Aun así, las interpretaciones, por ejemplo, de Romane Portail, Patrick Hivon o Pierre-Yves Cardinal son importantes para rematar el acabado de la película, para nada prescindibles, al contrario, es importante tenerlos en escena.

 'El hijo de Jean'

Visualmente atractiva

La película de Lioret tiene una potencia visual que se hace palpable desde las primeras escenas. Aunque no se ve una innovación técnica sorprendente, la realidad es que en su viaje tanto físico como espiritual se han sabido plasmar imágenes realmente preciosas. El director ha sabido jugar con la dirección artística y aprovechar los propios lugares reales de Canadá para dibujar un cuadro y contar una historia sobre ella. Los colores utilizados se perciben a la perfección durante todo el film, lo que otorga una complicidad entre lo que se está viendo en pantalla y lo que sentimos. El cuidado de los elementos estilísticos y artísticos dotan a 'El hijo de Jean' de mayor interés e inteligencia narrativa. Es más, la utilización de estos medios subraya y dinamiza la historia que se quiere contar, donde las imágenes también hablan por sí solas y en momentos de tensión otorgan esa vía de escape necesaria en este tipo de películas de una gran carga dramática.

La música también ha sido todo un acierto, ofrece esa tranquilidad y esa intención de hacer reflexionar al espectador, lo que hace que la banda sonora esté acorde a lo que se ve en pantalla. Aunque no se haga tan palpable como el cuidado de la imagen, la realidad es que ha sido muy bien escogida la música que acompaña a cada escena. El montaje también ha permitido que estos engranajes puedan encajar a la perfección y tengamos una obra audiovisual, técnicamente hablando, muy conseguida y que tiene ese magnetismo, que evoca a una delicadeza estilística que dan un gran acabado al film. Un ejemplo como aunque no haya una innovación técnica importante, dado que, por ejemplo, los planos no van más allá de un esquema ya conocido, sí han sabido aprovechar la materia prima que tienen y hacer de ellas toda una virtud.

En conclusión, 'El hijo de Jean' es una fábula visual que profundiza y quiere hablar de las relaciones familiares. Como los secretos, la identidad, la frustración, el amor, el miedo... son elementos tan humanos como las propias personas, algo que Lioret ha sabido plasmar a la perfección en esta película. Únicamente la intencionalidad se hace palpable en algunas partes del film, lo que hace que sea predecible en ocasiones, al igual que el ritmo no termina de arrancar a veces. Aun así, el cuidado técnico del film consigue que sintamos el magnetismo para terminar de ver la historia de Mathieu, además de dos grandes interpretaciones protagonistas, que sin duda, junto con la imagen, son lo mejor de la cinta. Un largometraje intimista, que no defrauda analizando todo su conjunto.

Nota: 7

Lo mejor: La riqueza visual y las grandes interpretaciones de Deladonchamps y Arcand.

Lo peor: Se hace previsible en algunas ocasiones y el ritmo, a veces le cuesta arrancar.