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CRÍTICA

'La película de nuestra vida': Reinterpretar el verano

La historia de los veranos de una familia se convierte en un juego de representación al que darán vida tres hombres de distintas generaciones.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 23 de Junio 2017 | 13:03

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A su paso por el último Festival de Cine Europeo de Sevilla, donde estuvo a concurso en la sección Las Nuevas Olas, 'La película de nuestra vida' sorprendió por su frescura tan a contracorriente y difícil de encontrar en cartelera, la de una película de espíritu casero que juega con la memoria familiar de las vacaciones de verano del director. Su principal particularidad es que se desarrolla durante un día y en una sola localización, una casa (y sus recuerdos, sus historias, sus paredes, sus cajones) donde tres actores encarnan a tres distintas generaciones: el abuelo interpretado por el padre del propio director, Teodoró Baro; Francesc Garrido como hombre de mediana edad y Nao Albet como el joven de la familia.

La película de nuestra vida

Una vez desplegados sus roles, los tres hombres de la familia desarrollan la rutina de un día de verano cualquiera, evocando la sensación de los días de piscina, fruta y calor, pero Enrique Baró no se conforma con la memoria, sino que crea una película viva, estableciendo un juego de representación tan sencillo como estimulante, desde el que las tres generaciones hacen suyas tanto las anécdotas y recuerdos familiares del director como la memoria colectiva de las vacaciones de verano. Juegan a las pelis de vaqueros e indios, ruedan un corto, echan un partidillo de fútbol, corren por la piscina, ven antiguos recortes, desempolvan juegos de mesa o viejas revistas de cine... Lo íntimo y lo universal conviven en una película cuyo componente lúdico traspasa las limitaciones de su puesta en escena y la sencillez de su acabado formal, no exento en todo caso de interesantes hallazgos en el montaje. La decisión de insertar imágenes del archivo familiar para grabar imágenes nuevas en contraposición, tratando de capturar el paso del tiempo en aquel espacio, aumenta la sensación de estar viendo un álbum de fotos que cobra vida.

Una de vaqueros, un partidillo de fútbol y Joe Crepúsculo

Como su propio título indica, la cinefilia es una parte esencial de 'La película de nuestra vida'. Ese interés infantil tan habitual por querer recrear escenas de películas es el mismo que parece mover a su director, lo traslada a imágenes sin perder en ningún momento la ingenuidad ni la inocencia necesarias, con una insólita complicidad por parte de todos los implicados. Ver a Francesc Garrido interpretar una y otra vez su muerte mientras su padre en la ficción sufre por perder a su hijo, siendo a su vez dirigidos por el más joven de todos, es uno de los más reseñables momentos metalinguísticos del film, pero no el único. La aparición de un especialista al que disparan como si protagonizaran una película de indios y vaqueros o las coreografías de unas bañistas que emergen en el jardín, son otros de los recursos con los que la película aspira a romper las convenciones y las formas documentales para crear una ficción tras otra dentro de la realidad. La de una familia que se reunía junto a la comida preparada por sus abnegadas madres, que veían corretear a los niños por el jardín y gracias a esta película lo seguirán haciendo

La película de nuestra vida

Además, mediante este juego de escena que representan, también se establece una relación muy sana y cariñosa entre los tres protagonistas. Del mismo modo que se sitúan en los roles que les corresponden, entablan una fuerte empatía que se transmite en su tramo final, la celebración de una gran fiesta como broche a un día de recuerdos y regresiones a la infancia, pero también al rodaje que han compartido y a la película que nos han invitado a disfrutar, que nos deja un margen para poder llevarla a un territorio personal. Es entonces cuando la celebración llega a su punto álgido, suenan los acordes de La canción de tu vida de Joe Crepúsculo, trascienden como un rayo que atraviesa las heridas y convierten la película de la vida de Enrique Baró en un poco nuestra. Lo que significa mucho.

Nota: 7

Lo mejor: Invita al espectador a participar de su espíritu lúdico y componente emocional hasta hacerlo suyo.

Lo peor: Su visión de la memoria familiar carece de un mayor discurso social y político, lo que amplificaría su nostalgia sin restarle frescura.

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