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CRÍTICA

'Colossal': Vigalondo explora la adicción, el control y la culpa con demasiados giros

El cántabro dirige a Anne Hathaway con una premisa brillante y loca que mezcla comedia, drama y ciencia ficción.

Por Javier Pérez Martín 30 de Junio 2017 | 17:20

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Vigalondo sabe lo que es el alcoholismo. O al menos lo entiende a la perfección. No sabemos si se ha documentado leyendo libros, estudios y artículos y entrevistando a gente que lo sufre o la comprensión del asunto le viene de otros tipos de fuentes. Pero el caso es que Gloria, el personaje protagonista de 'Colossal', interpretado por Anne Hathaway, es uno de esos alcohólicos que no se suele ver en pantalla: esos cuya autodestrucción es lenta, íntima, solitaria y silenciosa. Como la del protagonista de 'Manchester frente al mar' o aún más recientemente, la de 'No sé decir adiós': una tragedia imperceptible.

'Colossal'

Tan imperceptible es que Nacho Vigalondo puede hacer una comedia con ella. Pero no nos pilla de nuevas: el ojo del director cántabro ve el cine (y la vida) como una mezcla de géneros y tonalidades, que es básicamente lo que ha convertido su obra en un imprescindible del cine contemporáneo y le ha llevado a ser uno de nuestros autores más internacionales, respetado y seguido por amantes del cine de género y de autor de todo el mundo desde 'Los cronocrímenes'.

Diez años y cuatro películas después, 'Colossal' es probablemente su propuesta más arriesgada (y ya es decir), porque parte de la premisa más loca de todas. Gloria, una escritora treintañera sin trabajo fijo que pasa sus noches de fiesta y sus días de resaca, descubre un buen día que el monstruo gigante que está destrozando Seúl en la otra punta del mundo está controlado por... ella misma. O más bien descontrolado, porque eso es lo que cuenta la película: Gloria ha perdido el control de todos los aspectos de su vida, y no tiene las herramientas para retomarlo. Su novio la echa de casa, acaba malviviendo en su pueblo natal en una casa vacía y el único trabajo que es capaz de encontrar es sirviendo copas en un bar de mala muerte que tiene un antiguo amigo de la infancia.

'Colossal'

Mientras tanto, cada noche acaba, claro, borracha, y como no le queda nada más que destruir en su vida, de alguna manera consigue materializarse como un Godzilla gigante y destrozar los edificios y las vidas de los pobres coreanos. Es la típica idea que nadie en su sano juicio produciría, pero suponemos que Vigalondo y Hathaway, que aparte de protagonizar es productora ejecutiva, no lo están. En sus sanos juicios. Aparte, no cuesta imaginar que la actriz ganadora del Oscar por 'Los miserables' está desesperada, como muchas de sus compañeras de la industria han dicho de ellas mismas, por encontrar un buen papel femenino. Uno digno, complejo, que les resulte realmente estimulante. Gloria es sin lugar a dudas uno de ellos.

Comparten cartel con ella Dan Stevens en la cima de su carrera ('Downton Abbey', 'Legion', 'La Bella y la Bestia') y Jason Sudeikis ('Somos los Miller', 'Cómo acabar con tu jefe'). El primero interpreta al exasperado novio de Gloria, Tim, que la quiere pero no puede seguir viendo cómo pierde los mejores años de su vida entre copas. Un papel más simbólico que otra cosa, y que sirve como motivación para los actos de la protagonista. Pero eh, ellas lo llevan sufriendo décadas y nadie se quejaba demasiado.

El papel de Sudeikis es más complejo, aunque es difícil hablar de él sin entrar en el terreno de los spoilers. En general podemos decir, eso sí, que su Oscar es la personificación de los puntos más negativos de 'Colossal'. El problema del guion de Vigalondo es que en su primera mitad es una película, la prometida, la interesante, el desarrollo valiente de una idea muy original... Pero después 'Colossal' se convierte en otra cosa. De comedia dramática de ¿ciencia ficción? pasa a ser un psicothriller fantástico con villano malísimo y una heroína central.

'Colossal'

Gloria toma el control

El mensaje es claro: el viaje de Gloria, de alcohólica autodestructiva a salvadora de la situación, es el de una persona que por fin afronta todo el daño que hace, a sí misma y a los demás, y, puesta entre la espada y la pared, decide tomar el control. Para ello, Vigalondo la enfrenta a alguien que hace tanto daño como ella, pero con un matiz diferente: es consciente cuando lo hace y de hecho tiene algún tipo de satisfacción haciéndolo. Un villano en toda regla, que convierte a Gloria en una (super)heroína, forzada a ignorar sus impulsos más básicos.

En realidad, desde dos géneros distintos y casi dos películas en una, el cántabro hace una reflexión sobre la adicción y la culpa, sin concesiones y sin facilidades. No hay solución para el problema de Gloria al final de 'Colossal', probablemente porque el alcoholismo no tiene vía de escape ni desenlace de cuento de hadas. Vigalondo es honesto en su resolución: al final, Gloria tendrá poco más que una anécdota más y en su mano estará la decisión de encarar sus problemas y hacer el trabajo duro.

El problema de esa segunda película es que, en su tendencia a mezclar tonos, Vigalondo no consigue encajar del todo ese thriller de personajes tóxicos en su propuesta de comedia dramática. Sudeikis se convierte, en el enésimo giro de guion, en un hombre manipulador, cruel y violento y ni siquiera tiene una motivación clara para ello más allá de que se aburre en su monótona vida. Por otra parte, la falta de exploración del trauma de Gloria sí tiene sentido precisamente en este estudio del alcoholismo (una persona adicta puede tener un trauma tan obvio y simple como imposible de superar del todo).

'Colossal'

Podría leerse un relato de empoderamiento femenino en esta lucha de Gloria contra un hombre posesivo y maltratador, pero no parece ser lo que interesa a Vigalondo, y además tampoco es un tema que tenga conexión directa con el resto de tesis de la película. En conjunto, 'Colossal' queda un poco desestructurada, con una mezcla confusa de temas, ideas y tonos que el director sí pudo cohesionar mejor en 'Los cronocrímenes' y 'Extraterrestre', por ejemplo. Es una pena que esta amalgama acabe emborronando una propuesta tan rica e interesante que sigue demostrando, sin duda, que Vigalondo ama tanto las historias que es capaz de contarlas a muchos niveles.

Nota: 6

Lo mejor: Que la original idea no se quede en simplemente eso

Lo peor: Que en su segunda mitad pierda el control (como su protagonista) y haya dos películas en una