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CRÍTICA

'Morir': Bienaventurados sean los que aman

Después del éxito de 'La herida', Fernando Franco vuelve a dirigir a Marian Álvarez y Andrés Gertrúdix en 'Morir', más que el seguimiento de una enfermedad terminal, la historia de la descomposición de una pareja.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 6 de Octubre 2017 | 11:25

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Después del merecido éxito de 'La herida', que cosechó el Premio Especial del Jurado y la Concha de Plata a la Mejor Actriz en el Festival de San Sebastián, además del Goya a la Mejor Dirección Novel y a Mejor Actriz para Marian Álvarez, entre otros galardones, no es casualidad que para realizar su siguiente proyecto tras las cámaras Fernando Franco se haya rodeado del mismo equipo técnico y artístico.

Repiten los protagonistas, por supuesto lo hace una omnipresente Marian Álvarez y Andrés Gertrúdix, que en su ópera prima contaba con un rol pequeño pero fundamental. También repite Koldo Zuazua en labores de producción, la dirección de arte de Miguel Ángel Rebollo y Santiago Racaj como director de fotografía. Pero ante todo repite una idea del cine en la que el cineasta sevillano persiste y cree con más ahínco si cabe, depurando cada vez más su ya de por sí áspera narrativa, en esta ocasión adentrándose en la relación de pareja entre Luís y Marta, marcada por el avance imparable de una enfermedad terminal.

'Morir'

Aunque está inspirada libremente en 'Morir', la novela del escritor austríaco Arthur Schnitzler, podría parecer que la segunda película de Fernando Franco se aleja radicalmente de todo lo que nos pueda sonar a literario. Ante la tarea de adaptar una obra compuesta por monólogos interiores, un punto de vista narrativo muy alejado de lo cinematográfico, no solo renuncia a la voz en off, sino que a lo largo del metraje la ausencia de diálogos y de personajes se hace palpable, la información le es ocultada constantemente al espectador y los giros narrativos brillan por su ausencia. Pero al mismo tiempo su estructura episódica, que en base a elipsis y fundidos a negro está repleta de huecos argumentales a rellenar por el espectador, plantea de forma sugerente una férrea construcción literaria.

Lo que en todo caso encontramos de nuevo es una considerable labor de documentación e investigación previa. Al igual que en 'La herida', cuya protagonista padecía Trastorno Límite de la Personalidad sin que la película lo verbalizara, diagnosticando con su cámara y ojo clínico cada uno de sus síntomas, en 'Morir' seguimos paso a paso el progreso de la enfermedad sin nombrarla en ningún momento. Este silencio es una losa sobre los personajes y sobre el espectador, que asistirá paulatinamente al progreso del paciente con un enfoque que busca el verismo y la credibilidad de las situaciones cotidianas, en las que se podrá ver reflejado todo aquel que haya tenido cerca un caso similar, en lugar de a través de los golpes de efecto dramáticos.

'Morir'

Porque 'Morir' no es tanto una película sobre la enfermedad como sobre la descomposición del amor. Fernando Franco entiende la relación de pareja entre Luís y Marta como un mundo en el que los personajes se ahogan y no encuentran escapatoria. Andrés Gertrúdix compone un personaje muy poco agradecido pero al que resulta inevitable asomarse, como quien lo hace al vacío. Luis renuncia a comunicarse con el exterior y niega su enfermedad, evadiéndose tocando música, distorsión y sonidos electrónicos compuestos por Javi P3z y Mursego que transmiten su estado de ánimo, pero que funcionan también para atormentar a Marta y al espectador. Un recurso musical diegético que, junto al uso de versiones de canciones populares con las que juegan sus personajes, Fernando Franco refuerza la integridad de la película en fondo y forma sin renunciar a la capacidad de la música para expresar emociones y pensamientos soterrados.

Lección de coherencia entre fondo y forma

Por su parte, Marian Álvarez vuelve a soportar sobre sus hombros el peso del filme con una interpretación exigente, que desde la más absoluta contención es capaz de transitar por distintas emociones en el interior de la misma secuencia. Pero además, cuando se aleja del hogar y toma distancia, presa de la incomodidad y de la incomunicación a la que se ve sumido su personaje, es capaz de sacar una fina vena humorística que al igual que las secuencias en exteriores, permite la entrada de algo de luz en una película convenientemente estanca. Un soplo de aire que se encuentra entre los pocos hallazgos y variaciones que tímidamente incorpora Fernando Franco respecto a 'La herida'.

'Morir'

Más allá de la incontestable entrega de sus protagonistas, sin los que una propuesta así no alcanzaría el grado de intensidad suficiente, y del cuidado de Fernando Franco por evitar caer en la pornografía emocional o en la crueldad hacia sus personajes, las dos grandes virtudes por las que 'Morir' trasciende son su austera construcción narrativa y la rígida unidad de espacio y tiempo de la puesta en escena. Cámara en mano y mediante planos secuencia, la dirección plantea cada escena como un todo, un momento único de la vida de sus personajes al que accedemos desde la distancia precisa.

Y precisamente de momentos está compuesto el guion, que en su disección cronológica del tratamiento progresa sembrando espacios vacíos mediante fundidos a negro. Elipsis que el espectador deberá rellenar, que nos sitúan cada vez en un contexto de su relación y de la enfermedad diferente, en el que será nuestro deber reajustar todas las piezas de un puzzle que conduce de forma inapelable a la conclusión que indica su título, cuya honestidad, coherencia y distancia emocional son equiparables al fondo y la forma de una meticulosa película que supone la consolidación de Fernando Franco como una de las voces más estimulantes de nuestro cine.

Nota: 8

Lo mejor: Su rigor formal e inquebrantable coherencia narrativa.

Lo peor: Que en su depuración como cineasta Fernando Franco añada pocas variaciones a su estilo.

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