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CRÍTICA

'Hacia la luz': El susurro del retrato

Naomi Kawase dirige y escribe 'Hacia la luz', película protagonizada por Ayame Misaki y Masatoshi Nagase. Premio del Jurado Ecuménico en el 70º Festival de Cannes.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 17 de Noviembre 2017 | 17:15
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Ya lo dijo Platón: "El tiempo es una imagen móvil de la eternidad". Quizás deseosa por inmortalizar al propio tiempo, la cineasta japonesa Naomi Kawase tiene una filmografía en la que la relación de la persona con el propio cuerpo, con la naturaleza, con sus seres cercanos y con su propia alma ha derivado en auténticas experiencias cinematográficas sensoriales en las que los sentidos se difuminan, dejando auténticas joyas del séptimo arte. La realizadora regresa con 'Hacia la luz', que estuvo en la Selección Oficial del 70º Festival de Cannes y en el que logró el premio del Jurado Ecuménico.

Hacia la luz

Misako Ozaki se dedica a escribir y a grabar audiodescripciones de películas para personas invidentes. La joven tiene la inmensa habilidad de saber narrar lo que las imágenes muestran de una forma en que la propia mente del espectador ciego sea capaz de crear sus propias imágenes a través de cuidadas narraciones. La mujer conoce a Masaya Nakamori, fotógrafo profesión, con un pensamiento opuesto al de Ozaki, ya que cree que las imágenes deben mostrarse como tal para que sea el público el que diga qué es lo que ve. Sin embargo, Nakamori defiende su postura con vehemencia, sobre todo, porque padece una enfermedad degenerativa que le está dejando sin vista.

El color de las palabras

Aunque el público conozca principalmente el cine de Kawase por 'Una pastelería en Tokio', el estilo visual y narrativo de 'Hacia la luz' es una evolución coherente en el cine de la directora ya que su temática está más relacionada con la evocadora 'Aguas tranquilas' y la reflexiva 'Hanezu' que con el filme protagonizado por Kirin Kiki. El largometraje entremezcla el documental con el melodrama para traer una propuesta repleta de sensaciones en la que las palabras son las principales protagonistas que acompañan a unas imágenes crepusculares llenas de exquisitez visual.

Hacia la luz

Kawase es una poeta de la imagen y el sonido que, esta vez, comparte su belleza con una cuidada selección de palabras en las que la realizadora, que escribe también el guion, deleita al espectador mostrando una profesión tan poco conocida como es la de los narradores de audiodescripciones. Es mostrando con sumo detalle tal profesión, cuando Kawase aprovecha para crear una interesante reflexión sobre el poder de imaginación de las palabras en el propio cine, dando una interesante libertad creativa al propio espectador, que se sentirá transportado a lo narrado por Misako, interpretada magníficamente por Ayame Misaki y que se convierte en un interesante contrapunto de Masaya, al que da vida Masatoshi Nagase, actor habitual del cine de Kawase y al que se pudo ver en la ya mencionada 'Una pastelería en Tokio'.

El crepúsculo de las sensaciones

Y es el personaje de Nagase, un fotógrafo que se está quedando ciego, el que profundiza aun más en la reflexión de Kawase. Al final, ¿qué es el arte? La cineasta pone en evidencia que la experiencia empírica de lo visual puede llegar a ser una propia ilusión de la mente, por lo tanto, no es más auténtica que la que se construye el propio cerebro pues, al fin y al cabo, es éste el que interpreta lo que se ve. Una meditación que se convierte en una reinvención artística de Kawase, aunque sin alejarse de su sello, ya que 'Hacia la luz' vuelve a poner en énfasis la necesidad de sentir el propio cuerpo y el del otro, la sintonía con los antepasados propios y las relaciones con la propia familia, el tener la mente y el alma en constante comunicación con las texturas que emanan de las propia naturaleza.

Hacia la luz

'Hacia la luz' vuelve a confirmar que se está ante una de las directoras más interesantes no sólo de Japón, sino de todo el mundo. Con una filmografía constante, se trata de una nueva obra maestra que sigue los pasos de la ya mentada 'Aguas tranquilas' o 'El bosque del luto'. Evocadora, delicada y devotamente entregada a los sentimientos y sensaciones, su tono de constante atardecer no sólo la embellece estéticamente, sino que también ayuda a entrar en un filme que es, sobre todo, una experiencia para los sentidos en una sala de cine. Con capacidad de saborear las imágenes y vislumbrar las palabras, Kawase firma un filme extraordinario.

Nota: 9

Lo mejor: Su dedicación a la hora de mostrar la importancia de las palabras y los tonos crepusculares de cada imagen.

Lo peor: No es una película costumbrista ni tampoco una feel-good, algo que la hará poco accesible al público convencional.

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