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CRÍTICA

'La higuera de los bastardos': Raíces torpes para una fábula derivada de la Guerra Civil

La directora Ana Murugarren se pone al frente de 'La higuera de los bastardos', una fábula sobre las dudas que se abren después de una matanza ejecutada por un grupo de falangistas.

Por Sandra Sánchez Guerra 24 de Noviembre 2017 | 09:33

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Sí, soy de las que creen que eso de que el cine español esté anclado en repetir películas sobre la Guerra Civil y la dictadura franquista es una absoluta ridiculez, vaya en un aparte que las producciones nacionales recorren caminos tan diferentes como opiniones abundan sobre el conflicto que hubo entre republicanos e impulsores del régimen de Franco. Siempre que tengas una buena historia, hay que apostar por ella, y la premisa con la que arranca 'La higuera de los bastardos' de Ana Murugarren supone un buen filón a explorar en la gran pantalla, que la directora ha desarrollado de una forma más o menos interesante, más o menos bien llevada.

 'La higuera de los bastardos'

Karra Elejalde interpreta a un falangista que, junto a sus camaradas, se dedica a purgar la España franquista de rojos, de tal manera que el conflicto arranca cuando estos "hombres de acción" matan a un padre y a su hijo mayor, bajo la mirada amenazante del niño más pequeño de la familia, tras el chivatazo del usurero Ermo (Carlos Areces). A partir de ese momento, Rogelio (Elejalde) no levantará cabeza por miedo a que el niño ejecute su sentencia de muerte sobre él, asumiendo como penitencia el riego de una higuera al pie de la tumba de sus víctimas, de las que él sigue sin arrepentirse. Mientras intenta escapar del que parece ser su mortífero destino, Rogelio se convierte en un ermitaño al cuidado exclusivo de la higuera.

Ojo, que 'La higuera de los bastardos' no mete mucho el dedo en la llaga de la vena política del tema y pasa por encima de ello, aligerando el drama que podría contar y sin recrudecer la fábula sobre la que gira como lo hacía 'El laberinto del Fauno'. Pepa Aniorte es la única que condena los crímenes acometidos por la cuadrilla de falangistas y se alegra por la redención del caído en desgracia. Esta no es una historia de revancha pero tampoco lo es de culpa, ni de arrepentimiento del "carnicero" al que interpreta Elejalde. Es más bien una metáfora sobre el resquemor, sobre la duda y ya no verle el sentido completo al credo que se recita a pies juntillas. De cómo te vas dando cuenta que aquello a lo que dedicabas tu vida ya te parece un poco vacío, porque ahora tienes un propósito mayor.

 'La higuera de los bastardos'

La adaptación que ha hecho Murugarren de la novela La higuera, de Ramiro Pinilla, combina un fondo dramático ambientado en una de las épocas más complicadas de nuestra historia, con un toque de comedia negra y algún elemento fantástico. Empieza con un tono muy oscuro, muy sombrío, para luego derivar en un híbrido que roza la comedia en algunos momentos pero también tiene intensidad dramática. A este respecto cabe destacar el buen tándem que conforman Areces y Elejalde, con una caracterización del primero muy conseguida y una interpretación ensimismada por parte de ambos; mientras que otro que está ahí para tirar de la comedia, de forma prácticamente inevitable, como es Jordi Sánchez, carga las armas en el sentido contrario.

Corteza dura de roer

Lo que debilita sobremanera la trama de 'La higuera de los bastardos' es la construcción de los personajes que hacen de camaradas de Rogelio y a los que les falta fuerza. Puede resultar innecesario al principio ya que Pedro Alberto (Mikel Losada) no adopta el papel que luego tendrá, pero luego el desarrollo de este personaje y los demás culmina de una forma que no está bien dibujada, con una resolución más bien sosa del largometraje. Aunque Karra Elejalde y Carlos Areces son los que nutren y soportan el peso de la cinta, el conjunto se resiente por estas "malas hierbas". Aparte, la ambientación se vuelve a veces demasiado superficial, desvelando que todo es un artificio cinematográfico.

Nota: 6

Lo mejor: Karra Elejalde y Carlos Areces.

Lo peor: El desarrollo de esos personajes secundarios que se queda absolutamente en la nada.