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CRÍTICA

'Kékszakállú': En la playa solas de día

Se estrena en España el primer e inusual largometraje de ficción del cineasta argentino Gastón Solnicki, que traslada la ópera 'El castillo de Barba Azul' de Bela Bartok al balneario de Punta del Este.

Por Antonio Miguel Arenas Gamarra 8 de Diciembre 2017 | 13:15

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Más de quince minutos tardan en aparecer los títulos de crédito del primer e inusual largometraje de ficción del cineasta argentino Gastón Solnicki, que se inspira en la ópera 'El castillo de Barba Azul' de Béla Bartok, basada a su vez en el cuento popular escrito por Charles Perrault. Autor de los celebrados documentales 'Süden' (2008) y 'Papirosen' (2010), Solnicki presentó 'Kékszakállú' en el Festival de Venecia de 2016, donde cosechó los premios de la crítica, a los que continuarían entre otros galardones la Lady Harimaguada de Plata en el Festival de Las Palmas, que ha posibilitado su estreno en España.

Kekszakallu

Una decisión, la de postergar el inicio convencional de todo largometraje, que encuentra explicación en su paulatina forma de introducir el relato clásico en la realidad misma, ya que no se trata de una adaptación literal, sino de un esmerado criptograma en el que el espectador tendrá que ser parte activa para encontrar los paralelismos y resonancias presentes en su estructura narrativa. O simplemente dejarse atrapar por la insólita belleza de la propuesta, al igual que lo hicieran las jóvenes esposas de Barba Azul, en esta ocasión adolescentes desencantadas en un paraíso vacacional, el balneario de Punta del Este.

Con un planteamiento documental como punto de partida original del proyecto, desde el inicio asistimos a la cotidianidad de un grupo de jóvenes de todas las edades que disfrutan las vacaciones ajenos a la realidad y a su futuro, sin más expectativas que saltar de nuevo a la piscina por el trampolín o ver pasar el día. Pero hay algo inquietante en ese proceso cíclico y vacacional, un extrañamiento se apodera paulatinamente de las imágenes. La rígida puesta en escena de Solnicki, de largos planos fijos delicadamente encuadrados, condiciona nuestra mirada sobre ellos, que se torna la de un entomólogo que contempla el devenir de estos seres evitando deliberadamente profundizar en su psicología.

Kekszakallu

El uso de fragmentos de la ópera de Béla Bartok, la única del compositor húngaro, se antoja un elemento de ruptura fundamental a lo largo de la película, produce un eco que distancia las imágenes y les otorga un sentido distinto. No es casualidad por tanto que tras la primera irrupción musical de la obra se introduzcan los títulos de crédito, para a continuación adentrarnos en una exposición de bellísimos insectos disecados. Al igual que Bartok tradujo el terrorífico sentimiento de una época, en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, no sin ironía, Solnicki ha tratado de hacer lo propio con la generación actual, asomada al vacío de su existencia.

Desencanto generacional y crítica de clase

Además de la propia ópera, las referencias están presentes dentro de una narrativa elíptica, que no ofrece continuidad a las escenas ni al desarrollo de los personajes, cobrando un fuerte punto de vista coral y femenino. Encontramos por supuesto el castillo, situado en lo alto de una colina, una imagen evocadora a la que la película volverá en repetidas ocasiones. Y también a Barba Azul, un joven por el que se sentirán atraídas varias de las jóvenes, que encuentran en sus brazos y en los espacios vacíos de su mansión la forma de alejarse definitivamente de la realidad.

Kekszakallu

Porque pese a su ambición bucólica y existencialista, 'Kékszakállú' es una película profundamente interesada en los mecanismos sociales que procuran el tránsito de la adolescencia a la vida adulta. El acceso a la universidad, el trabajo en una fábrica y el desencanto generacional de una determinada clase social están presentes en sus cálidas y luminosas imágenes, filmadas con misteriosa belleza por Diego Poleri y Fernando Lockett, responsable habitual de la dirección de fotografía en las películas de Matías Piñeiro. Sin llegar a ser tan juguetón y radical formalmente como el director de 'Hermia y Helena', Solnicki propone a su conclusión no pocos enigmas sin resolver, como tampoco los encontrarán los personajes en su devenir, creando un artefacto tan inexpugnable en su apariencia como cautivador.

Nota: 7

Lo mejor: El uso de fragmentos de la propia ópera como elemento distorsionador y pauta narrativa al mismo tiempo.

Lo peor: Que pueda resultar demasiado críptica.

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