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CRÍTICA

La segunda temporada de 'Las chicas del cable' acierta de nuevo a pesar de su ritmo

Netflix estrena el 25 de diciembre la segunda temporada de 'Las chicas del cable'. Nuestra crítica después de ver los dos primeros capítulos:

Por Sandra Sánchez Guerra 11 de Diciembre 2017 | 10:20

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Hay más doble juego que antes en la compañía de teléfonos en la que trabajan 'Las chicas del cable'. Engaños que ya no lidera únicamente Lidia Aguilar, la telefonista a la que encarna Blanca Suárez y que pueden volverse en su contra. Bambú Producciones y Netflix han tejido en esta segunda temporada una trama más enrevesada, preparada para estallar en cualquier momento y salpicar a todos. Han cambiado las tornas y los dardos van en varias direcciones, todo enfocado para enganchar aún más al espectador de una de las series de Netflix que más ha visto el público haciendo maratón.

Dispuesta a superar su propia marca, la serie vuelve en plenas fechas navideñas, el 25 de diciembre, con una segunda temporada de otros ocho capítulos. Lo hace cebando lo que le valió el éxito en su estreno, añadiendo valor a los vínculos de amor y reproche marca Bambú. Tras ver los dos primeros capítulos de esta temporada, parece conseguir lo que se propone: engancharte y no soltarte hasta el final, hasta que no se resuelva del todo el tinglado que protagonizan, principalmente, Blanca Suárez, Martín Rivas y Yon González. Sin embargo, la ficción sigue prodigándose en un ritmo francamente infernal, que gestiona el tiempo de manera poco inteligente y a lo loco, y que continúa planteando escenas basadas en una casualidad infinita que mueve a los personajes. Estrategias que, por otra parte, crean en 'Las chicas del cable' ese morbo tan típico de un "culebrón".

 Una imagen de la segunda temporada de 'Las chicas del cable'

La temporada pasada acabó con un Francisco fuera de sí después de que Lidia consiguiese burlar la seguridad que había instalado en la compañía y hacerse con los planos del Rotary 7 para que la automatización no se implantase y las telefonistas no perdiesen su trabajo. A Carlota (Ana Fernández) la dejábamos intentando lidiar con sus sentimientos hacia Sara (Ana Polvorosa) y Miguel, a la par que se peleaba con su padre y mientras la jefa de las telefonistas se planteaba también su propio conflicto de identidad; Marga (Nadia de Santiago) afianzaba su relación con Pablo, a expensas de lo que quería tramar Marisol; Mario frustraba el intento de forjar una nueva vida junto a su hija de su mujer, Ángeles (Maggie Civantos) y a Lidia, el pasado le estallaba frente a Carlos Cifuentes.

Ese último capítulo era el caldo de cultivo para una segunda temporada repleta de cambios que, en su inicio, ha presentado aristas diferentes para algunos personajes. La mujer acorralada a la que interpretaba Civantos en el estreno de la serie promete presentar la mayor evolución de esta nueva tanda de capítulos, atentos al primer episodio. Pero antes de poder ver los últimos coletazos de 1928 y ese nuevo escenario en el que se sitúa la serie, ha pasado el tiempo como un agujero negro. Tenemos una nueva Lidia, fichajes que asoman en estos dos episodios iniciales con un buen personaje que se marca Ernesto Alterio y otro del que Antonio Velázquez apenas muestra la carita; y, también, aspectos difíciles de gestionar después de ese trance que no hemos visto. 'Las chicas del cable' se esfuerza por rellenar nuestras lagunas a base de diálogos o algún flashback, aunque antes de eso ya han presentado un reencuentro en el que te falta información por todas partes.

Una nueva realidad, mismos vicios

Seguramente llegarán más goteos del pasado en los próximos capítulos. No obstante, visto el arranque de esta tanda de capítulos, falla el seguimiento de la historia entre una temporada y otra y el background de lo que ha pasado con, al menos, un par de personajes que se dejan caer por la compañía como si el tiempo fuera el mismo. En este punto es donde también toca hablar del ritmo y la manía por atropellarlo todo que tiene la serie. 'Las chicas del cable' quema cartuchos a la velocidad de la luz. El material que, sin estirar ni forzar nada, podrías desarrollar en dos o tres episodios, al guión de la primera serie española de Netflix le dura dos minutos. Es algo que por ejemplo, en un momento importante de la premiere de la segunda temporada, no nos da tiempo a saborear por ir cuanto antes al grano. Hay un cierto vicio a manejar bazas suculentas como si de pólvora se tratase, prendiendo la mecha en un instante e iniciando una cuenta atrás rapidísima que quiere volarlo todo enseguida. Así son las reglas en 'Las chicas del cable', que además siempre tiene a punto al personaje de turno para, de forma completamente azarosa, cazar al otro.

 Marga y Pablo en una imagen de la segunda temporada de 'Las chicas del cable'

Dicho lo cual, ¿se acabó lo que tanto gustó de la serie? Para nada. Al contrario, su esencia está muy presente, con un sentimiento mayor y más tiras y aflojas en el triángulo amoroso que centra la trama. Personalmente, veo la serie como un guilty pleasure en toda regla. Puedes ser consciente de los defectos que tiene en su forma de narrar los acontecimientos, pero la historia consigue arrastrarte y picarte. Ahí reside su fórmula ganadora.

El personaje de Marga y el de Pablo son una mina cómica, que desengrasan la trama cuando se posiciona en lo más duro y oscuro. Necesitan más minutos en pantalla. En general, el estilo de la música que acompaña a ciertas escenas ya no chirría tanto. Y repito, puede que se avecinen cosas interesantes en los personajes de Maggie Civantos y Ana Polvorosa.

Nuevas imágenes de 'Las chicas del cable'

Equipo al completo

Equipo al completo

Las protagonistas

Las protagonistas

Las chicas del cable

Las chicas del cable

Blanca Suárez

Blanca Suárez

Maggie Civantos

Maggie Civantos