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CRÍTICA

'Una vida a lo grande': La pequeña superproducción de Alexander Payne

Alexander Payne crea una premisa fantástica para retratarnos en clave satírica como una sociedad bastante hipócrita y poco cuidadosa con lo que nos rodea. Lástima la duración.

Jesús Agudo
Por Jesús Agudo Más 22 de Diciembre 2017 | 09:44
El redactor más veterano de esta web. Palomitero y fan de que las series estrenen un capítulo por semana.

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Alexander Payne nos sorprende con 'Una vida a lo grande' con lo que sería su superproducción. El director de películas tan "reducidas" como 'Los descendientes' o 'Nebraska' abraza las posibilidades de Hollywood como nunca, desde elegir a Matt Damon como protagonista hasta hacer sus pinitos con los efectos visuales. Pero a pesar de ir por una vertiente más comercial, sabe darle ese "algo más" que la hace más que solo entretenimiento. Nos da al Payne filósofo y satírico, algo que tiene sus ventajas y sus inconvenientes, como decidir si hacerse pequeño o no.

Una vida a lo grande

Esa es la pregunta que se hacen Paul y Audrey Safranek (Damon y Kristen Wiig), una pareja de clase media que se sienten un poco estancados en sus vidas. En un centro de investigación al norte de Europa unos científicos descubren la forma de reducir el tamaño de los seres humanos a unos doce centímetros de alto, lo que conllevaría a una menor cantidad de residuos generados, lo que ayudaría enormemente a evitar la excesiva contaminación del planeta. Para la gente de a pie en realidad lo que supone es que sus ahorros de tamaño normal valen muchísimo más en tamaño reducido, y por ejemplo los Safranek podrían permitirse vivir en Ociolandia, una comunidad de gente pequeña con todos los lujos, tendrían un casoplón enorme (que en realidad es del tamaño de una casa de muñecas) y prácticamente no tendrían que volver a trabajar. Pero la operación de reducción es irreversible. Paul y Audrey deciden hacerlo, pero en el último momento, cuando Paul ya ha cruzado la otro lado, Audrey se echa atrás y Paul se queda solo, y midiendo doce centímetros.

La premisa inicial de 'Una vida a lo grande' es estupenda, y está muy bien planteada. Desde el descubrimiento de la tecnología para reducir a ver cómo va implantándose en los primeros años, a toda la parafernalia que se monta alrededor del procedimiento cuando ya está arraigada en la sociedad. Todo el principio en el que los Safranek se asesoran para tomar la decisión, visitando Ociolandia y ven presentaciones que son pura propaganda y teletienda (con fantásticos cameos de Neil Patrick Harris y Laura Dern), las negociaciones con la agente de ventas interpretada por Niecy Nash... Todo está tremendamente bien equilibrado para contar con ese humor tan Alexander Payne un escenario para la historia maravilloso. La operación de Paul y su llegada a Ociolandia son también estupendos.

Una vida a lo grande

Pero una vez nos metemos ya en la vida pequeña de Paul la cosa va perdiendo fuelle. Pocas veces más veremos una contraposición entre la gente de tamaño normal y la gente pequeña, y 'Una vida a lo grande' se convierte en la típica película en la que Matt Damon hace de un bobalicón que no se entera de nada y que vive sumido en la tristeza. Por suerte, tenemos un par de personajes que ayudan (y mucho) a que la película vuelva a subir de ritmo. Uno es Dusan, el vecino europeo de Paul, encarnado por un Christoph Waltz en estado de gracia. Es el perfecto secundario: si tuviera más protagonismo acabaríamos hartos de él, pero está utilizado con mesura y cuenta con esa excentricidad tan de los personajes de Alexander Payne que hace que robe cada escena en la que está. Es el hombre que representa las sombras del sistema de reducción, el que ha visto la forma de sacar tajada en estos barrios residenciales aparentemente perfectos en los que la gente tiene mucho dinero para gastar en todo lo que Dusan les pueda proporcionar. El típico hombre que nos recuerda que las utopías nunca podrían existir porque siempre habrá alguien que encuentre la trampa en el sistema. Pero que en el fondo no es mal tío, solo un aprovechado.

La revelación

Pero la que realmente viene a revolucionar las cosas es Ngoc Lan Tran (Hong Chau, toda una revelación), una chica vietnamita que representa el lado más oscuro de esta nueva realidad. Reducida contra su voluntad y enviada en la caja de una televisión como inmigrante ilegal, es la única superviviente de este nuevo tipo de patera. Y vive en el barrio pobre de Ociolandia, fuera de la frontera, en una comunidad de pisos hacinada con todos los otros latinos, asiáticos y demás minorías que, a pesar de las posibilidades de la reducción, siguen encargándose de limpiar las casas de los ricos por un precio irrisorio. Ella es el punto de inflexión para Paul, quien le hará despertar de su letargo. Aunque Ngoc Lan Tran podría ser cargante, lo cierto es que es un personaje enternecedor que acaba ganándose el corazón del espectador con su falta de filtros en el trato, y sus ganas de ayudar sin esperar nada a cambio, cuando ella también necesita mucha ayuda. Paul es ese hombre blanco que lo tiene todo en la vida y que descubre las injusticias del mundo a la cara y decide ayudar como puede. Ahí empieza el verdadero corazón de la película: el camino de Paul por descubrir su lugar en el mundo.

Una vida a lo grande

Pero este camino tiene un obstáculo importante: su duración. La película dura más de dos horas, y por muy interesante que sea el escenario que nos muestran, no es el puro entretenimiento que permitiría que esta duración no cayera en algún momento. Alexander Payne acaba metiéndose en un importante berenjenal abriendo temas nuevos en el último tramo de la película, cuando ya estamos saturados con todas las preguntas que nos quiere plantear sobre nuestra sociedad y el medio ambiente, la desigualdad social, la hipocresía, etcétera. Al final acabamos con la cabeza un poco embotada y pensando no era para nada necesario tanto tiempo para plantear que, dicho mal y pronto, no podemos tener cosas bonitas porque los humanos y nuestra sociedad consumista somos un virus, ya sea midiendo metro ochenta o poco más de diez centímetros. El golpe satírico, como veis, llega alto y claro.

Pero el experimento blockbuster no le h salido mal del todo a Payne. Además de tener esa historia que ya es más compleja que prácticamente todas las superproducciones que llegan a los cines, en el terreno de los efectos especiales aprueba con nota, ya que casi siempre da el pego la reducción de las personas y el contraponerlas con gente de mayor tamaño. También ha sabido hacer un diseño muy interesante y unos escenarios que saben resaltar lo bonita que es la naturaleza cuando el hombre tiene el mínimo impacto sobre ella.

Siempre es interesante que un director como Alexander Payne se atreva con ese cine destinado a un público más amplio que la media de sus películas, aunque en este caso todavía tenga que recalibrarlo bastante el equilibrio entre entretenimiento y profundidad. 'Una vida a lo grande' consigue que nos hagamos muchas preguntas (demasiadas quizás) mientras nos plantea una aventura de ciencia ficción en un escenario muy bien construido. Si solo hubiera pasado el metraje por el proceso de reducción...

Nota: 7

Lo mejor: La premisa que crea y el escenario tan bien planteado. El humor y la sátira.

Lo peor: Se hace muy larga.